Los mensajes que mandan los políticos con sus mascarillas
En esta nueva normalidad las mascarillas se han convertido en un accesorio cargado de ideología.
Las mascarillas son un elemento básico para frenar el contagio por coronavirus, un nueva vía de negocio para las marcas de moda y una plataforma para mandar mensajes por parte de los políticos. El mejor ejemplo es Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, que acostumbra a utilizar su armario para posicionarse.
Desde que empezó la crisis, Pelosi ha lucido todo tipo de diseños: estampados florales, geométricos, mascarillas lisas a juego con el color de sus trajes e incluso pañuelos. La política demócrata lo utiliza para llamar la atención y concienciar. Una posición que contrasta especialmente con la de Donald Trump y su vicepresidente Mike Pence, que quieren tener la mascarilla lo más lejos posible. Para muestra la imagen del Presidente de Estados Unidos con cara de pocos amigos cuando fue obligado a ponérsela el pasado jueves, a pesar de que no quería ser fotografiado con ella.
“Sugiere un compromiso a elegir de manera consciente una mascarilla cada día para acaparar la atención, además de demostrar buenos hábitos, conciencia cívica, cuidado hacia las personas a su alrededor, o apoyar pequeños comercios”, analiza en un artículo la responsable de moda de The New York Times, Vanessa Friedman.
La mayoría de mascarillas de la demócrata son de una pequeña marca de Washington, Donna Lewis, de la que también ha llevado multitud de trajes. Cada mascarilla de esta firma cuesta 22 dólares y por la compra de una se dona otra a los hospitales de la Universidad Johns Hopkins, un centro puntero a nivel de investigación en Estados Unidos. Otro agravio comparativo con Trump, que ningunea hasta a Anthony Fauci, el epidemiólogo que dirige la respuesta al coronavirus desde la Casa Blanca.
Su hija Ivanka también se desmarca de su padre y ha acatado las recomendaciones de las autoridades sanitarias llevando diferentes modelos de mascarillas. Desde estampados florales hasta otros más patrióticos y asegura que siempre se la pone “cuando está con el Presidente”.
En España nadie ha alcanzado la maestría de Pelosi, pero algunos la han utilizado para mandar sus mensajes. La primera fue Macarena Olona, diputada de Vox, que se plantó el 7 de abril en el Congreso de los Diputados con un diseño verde militar con una bandera de España bordada. Las prioridades claras. El diseño ahora también lo luce el presidente de su partido, Santiago Abascal, y parece que ha calado entre los manifestantes de Núñez de Balboa que se concentran sin mantener la distancia de seguridad pero ataviados con sus mascarillas, pulseras y sombreros con los colores de la rojigualda. Estas mascarillas también fueron el accesorio estrella en la caravana de protesta de este sábado en Colón.
Las banderas se han convertido en un reclamo más allá de nuestras fronteras. En Francia, Emmanuel Macron, que no da puntada sin hilo en cada comparecencia, estrenó el pasado 5 de mayo una mascarilla en color azul marino con un ribete con la bandera francesa en un lateral para visitar una escuela. El propio presidente dio todos los detalles de la prenda: fabricada y diseñada en Francia y con un coste menor a cinco euros. Macron reivindica así a la industria textil del país, que tiene un peso fundamental en la economía francesa, normaliza el uso de mascarilla y mantiene su impecable estilo.
En Italia, el Ministro de Exteriores Luigi Di Maio también ha lucido constantemente una mascarilla con la bandera italiana al completo, aunque no ha salido tan bien parado como Macron y ha recibido unas cuantas críticas. La batalla por la imagen la ha ganado el primer ministro Giuseppe Conte, más discreto y con un 71% de aprobación tras su gestión de la pandemia, que luce mascarilla quirúrgica y deja la bandera para un pequeño bordado en su corbata.
A la que no le hacen falta banderas para dejar claro su discurso es a Isabel Díaz Ayuso. Desde que empezó la crisis, la presidenta de la Comunidad de Madrid ha llevado mascarilla quirúrgica en sus apariciones públicas, también para repartir bocatas de calamares en IFEMA. Desde el 11 de mayo, cuando las farmacias madrileñas comenzaron a repartir las mascarillas FPP2 que había comprado el gobierno regional, Díaz Ayuso ha dejado las quirúrgicas en un segundo plano y no se despega de las FPP2. El problema es que las mascarillas que ha repartido la Comunidad de Madrid son falsas y no filtran todo lo que debería este modelo. Además, la OMS y otras instituciones recomiendan dejar este tipo de mascarillas EPI para los profesionales sanitarios debido a su escasez. A pesar de la polémica, no parece que la presidenta vaya a dejar de usarlas.
Cuando la presidenta eslovaca Zuzana Caputova tomó posesión a mediados de marzo, cuando la pandemia no había cobrado todavía la magnitud de ahora, muchos se sorprendieron cuando conjuntó la mascarilla con el color de su vestido. Estas imágenes serán ahora cada vez más comunes. De hecho, prácticamente todos los diputados la llevaban ya en el Congreso el pasado miércoles, un día antes de que se regulase su obligatoriedad en España. En los próximos meses coparán los titulares los que se resisten a llevarla.