Más jamón y menos Puigdemont
Hace poco visité Teruel por primera vez. Me pregunto por qué he tardado tanto en ir allí. Es una provincia desconocida que merece ser visitada por sus paisajes, historia y cultura.
Pero lo cierto es que, desde el resto de España, cuesta a veces acordarse de Teruel. Nunca está en la agenda mediática y son pocos los habitantes con los que cuenta para dar a conocer y ensalzar su maravillosa provincia. En Teruel, se percibe al visitarlo el peso de la despoblación: con sus poco más de 136.000 habitantes en toda la provincia, puedes recorrer kilómetros sin pasar por un pueblo habitado.
Visitar esta tierra me hizo reflexionar sobre la diversidad de España, las diferentes reivindicaciones territoriales y la manera de enfocarlas.
Teruel es, en muchos aspectos, lo opuesto a Cataluña, donde actualmente vivo: de lo más despoblado a lo más poblado; del lugar que se abandona para buscar un trabajo, estudios o un futuro mejor, a lugar de acogida; de una provincia de interior, sin salida al mar, con falta de infraestructuras para conectarse con el resto del mundo; a las extensas costas, puertos comerciales AVE y parte de frontera con Francia; de un clima frío y seco en invierno con grandes heladas, que condicionan su agricultura, al benigno clima mediterráneo.
A finales de los 90, los turolenses iniciaron la campaña 'Teruel Existe' (que obtuvo una notable repercusión mediática) para denunciar una falta de infraestructuras y de inversión, que cada vez les aislaba más del mundo y les restaba oportunidades. Por aquel entonces, no había ni un kilómetro de autovía en toda la provincia. Hoy la situación ha mejorado: cuentan con conexión por autovía con Valencia y Zaragoza y curiosamente también con un gran aeropuerto. No es comercial, ni trae pasajeros, pero es el primer aeropuerto de Europa de parking y mantenimiento de aeronaves y uno de los más rentables de España. Han sabido aprovechar lo que les sobra: espacio. También han desarrollado el turismo: cuentan con un parque temático sobre Dinosaurios que aúna con gusto ciencia y diversión, ocio para mayores y pequeños.
Aun así, queda mucho por hacer: la conexión con tren es casi inexistente y la población ha seguido disminuyendo desde los 90. Teruel sigue reivindicando más inversiones y más 'existencia', aunque su campaña apenas trasciende fuera del contexto de Aragón, frente a las omnipresentes y machaconas reivindicaciones catalanas, que copan todo el espacio mediático y han relegado el resto de realidades regionales a prácticamente la nada.
Es cuestión de numero: 136 mil no pueden hacer tanto ruido como 7 millones. Pero es responsabilidad del Estado dar voz y atención a los que no tienen la fuerza por su población, ni el presupuesto para hacerse oír.
En la interpretación catalanista de la historia, todos los méritos de progreso económico y cultural de Cataluña provienen del esfuerzo y excepcional carácter de lo los catalanes, que pese las supuestas 'zancadillas' de España, han conseguido progresar. Nadie parece contemplar que su simple situación geográfica, y sin ser el factor único es, sin duda determinante y facilita mucho las cosas. Supongo que otro gallo cantaría a esas mismas personas, si en lugar de las fértiles tierras del Ebro, su Costa Brava, y sus grandes puertos, autopistas (tan denostadas por sus peajes, pero de las primeras en toda España en construirse y que conectan Cataluña con Europa) y su clima privilegiado, les hubiera 'tocado' lidiar con el más difícil y duro territorio turolense.
Me gusta más el modo de revindicar de Teruel, exponiendo sus problemas y su situación sin echar mano de una historia de los últimos 2000 reinterpretada al servicio de sus objetivos; sin hablar de antepasados, sin hablar de carácter, ni de 'el pueblo', ni de ADN. Reclamando simplemente su existencia. Piden salvar a Teruel, que no se la deje morir. No reclaman sólo 'lo suyo', ni se erigen en legítimos y únicos propietarios de la tierra en la que habitan.
Si aplicáramos la lógica en la que cada uno recibe lo que aporta, regiones como Teruel se verían irremediablemente avocadas a la completa desertización, pues sus habitantes, con una densidad de poco más de 9 habitantes por Km, no pueden autofinanciar los servicios públicos necesarios sólo con sus propios recursos. Necesitan financiación de otras provincias más ricas o más privilegiadas. De lo contrario, todos salimos perdiendo, acelerando un círculo vicioso, en el que las zonas despobladas cada vez pierden más habitantes, a la vez que las grandes ciudades se colapsan, se vuelven más caras, más contaminadas e inseguras. Es el típico problema de los países menos desarrollados con sus mega urbes y sus grandes zonas empobrecidas y aisladas.
Es hora de hablar más Teruel y de otras muchas provincias y Comunidades Autónomas de España, y menos de Cataluña. De hablar de las personas que viven aquí y ahora y no tanto de antepasados; de presente y no de historia (ni de historias); de personas en plano de igualdad y menos de ADN y de 'carácter'; más de comunicación y menos de idiomas. Así que me apunto al lema que usaron los manifestantes de Teruel recientemente en Zaragoza: 'Mas jamón y menos Puigdemont'. Jamón de Teruel, claro está.