Martín Badia: "Si ayer comí dolor, hoy vomitaré belleza"
“Creo que si cuando acabo una pieza y me hace 'vibrar' de alguna manera, seguramente resonará en alguien más”.
Irreverente, colorido y rebelde, así es Martín Badia, ilustrador, diseñador y autor del cuento La Princesa No. Procedente de Argentina y residente actual en Barcelona, Badia explora nuevos caminos y aboga por la ruptura de lo convencional para crear nuevos lazos con la sociedad actual en constante evolución.
¿Cómo descubriste la ilustración? ¿En qué momento supiste que querías dedicarte a ello?
Como a todos los niños me encantaba dibujar, y al contrario de la mayoría que deja de hacerlo a una cierta edad, yo seguí, nunca lo dejé. Creo que siempre fue una vía de escape de la realidad a mis mundos inventados, pero nunca pensé que podría dedicarme a ello. Cuando tenia 14 años me pidieron unos dibujos para ilustrar el libro que iba a publicar una maestra de mi escuela y al verlo impreso supe que quería hacer eso, contar historias con mis dibujos.
En tus ilustraciones destacan los colores vivos y minuciosos detalles en los dibujos, ¿cómo definiste tu estilo? ¿Qué buscas con él?
Siempre he sido muy barroco, me gusta la idea de crear niveles de lectura en una imagen: Una impresión inicial como sentimiento o estado de ánimo de la escena que luego esconde subtramas, cosas que pasan en la imagen si la investigas. La paleta de colores fue evolucionando, en distintos momentos de mi vida me he expresado con distintas paletas. Con el tiempo descubrí que los colores vivos son los que me hacen más feliz. Creo que si cuando acabo una pieza ya sea ilustración, escultura o diseño, esta me hace sonreír, me hace vibrar de alguna manera, seguramente resonará en alguien más. Trato de crear primero para mí mismo.
¿Qué ilustradores o artistas han influido en tus dibujos?
Uh, ¡tantísimos! De base soy un nerd apasionado del arte clásico, me fascina la evolución de los estilos cuando se fusionan y crean algo nuevo. La arquitectura es una gran fuente de inspiración, así como el arte folclórico de distintas culturas. creciendo me internaba en mi cuarto a hojear la enciclopedia y leer todos los pies de imagen de los grabados y pinturas. De grande siempre he disfrutado lo que me contaban en sus imágenes: Piranesi, De Chirico, Escher, y contemporáneos como Rebecca Dautremer o Einar Turkowski.
¿Cómo es el proceso de ilustración desde que terminas un manuscrito hasta que lo entregas? ¿Hablas con el editor sobre lo que buscan, o tienes total libertad creativa?
En este sentido he tenido la fortuna de trabajar con mucha libertad, como en general ilustro mis propios textos, cuando llego a mostrarlo a un editor ya llego con un partido estético tomado, un estilo definido para el libro. Después podemos hacer pruebas sobre cual sería la mejor composición para la tapa y el diseño, y ese intercambio con el editor es muy enriquecedor porque puede resaltar algo que habías pasado por alto y abrir nuevas puertas para contar la historia de manera visual.
Has publicado tu primer cuento en España, La Princesa No. ¿Cómo surgió la idea? ¿Fue difícil?
La Princesa No es un poema que había escrito y durante mucho tiempo quedó juntando polvo en mi escritorio, hasta que sentí la necesidad de ponerle imágenes, fue un proceso muy lindo de “maduración” estilística. Me gustaba la idea de mostrar la evolución de un personaje femenino fuerte que rompe con los cánones impuestos. Cuando se trabaja en solitario en un proyecto personal es, al menos para mí, muy difícil mantenerme en una línea, siempre quiero cambiar todo en la pagina siguiente, pero creo que el resultado final muestra el amor y alegría que me generó crearlo.
¿Qué mensaje quieres que se lleve todo aquel que lo lea?
Me gustaría que el lector empatice con la protagonista, que entienda su situación y que se empodere con su libertad. Creo que el mensaje ultimo es el de ser fiel a ti mismo, de romper los “corsés” que te impone la sociedad para poder brillar con tus propios colores.
Hace unos meses empezaste a diseñar máscaras, ¿qué te llevo a ello? ¿Qué se esconde detrás de ese proyecto?
El proyecto de Máscaras nació en el confinamiento pandémico, necesitaba hacer algo con las manos y lejos de un ordenador. También como una manera de expresión lúdica adulta donde cubrirte con una máscara terminaba por descubrir lados de uno mismo que estaban en las sombras. Creciendo, como a casi todo niño queer, la sociedad marca la manera en la que te puedes expresar y presentar al mundo, esto genera mucha angustia y frustración. Como adulto quise traducir esa represión en expresión y todo el dolor que “comí” poder “vomitarlo” creativamente en una explosión de color, brillo y glamour. Ahora soy yo el que decide como me presento, como me “festejo” y me ha ayudado mucho a afianzar mi identidad y autoestima.
¿En qué te inspiraste para diseñarlas?
Las inspiraciones son varias, como hacerlas es un rito terapéutico, hay mucho de chamánico en el proceso. Estéticamente juego con la opulencia barroca, el Art Déco hasta las expresiones drag o de los Club kids. Cada máscara es una oportunidad para gritar al mundo y a mí mismo que soy valido en todas mis formas, que al final de algunos túneles está el color y la alegría.
¿Podrías recomendarnos una película?
¡Claro!, a ver… ¡Las aventuras del barón Munchausen! Una peli del 88 con una estética entre la obra de teatro y el delirio que me partió la cabeza.