María Hervás: "Me levanto el 80% de los días pensando que no quiero ser actriz"
Entrevista a la actriz de 'La Cocinera de Castamar', 'El Pueblo' y 'Jauría'.
María Hervás (Madrid, 1987) forma parte del elenco de La Cocinera de Castamar, la serie española más vista del año; trabaja en El pueblo, que ya va a por su tercera temporada, e interpretó el papel protagonista de Jauría, con la que ha logrado que se genere hacia ella “una especie de respeto en el plano teatral”.
Aun con todo ello, vive ajena a esa repercusión. Incluso se sorprende al ser preguntada por los artículos que la mencionan en medios británicos o italianos, y le entra la risa. “Estoy pensando si me estás haciendo una entrevista a mí o te has confundido de actriz, para que seas consciente de mi inconsciencia”.
Sobre ello habla en esta entrevista, además de la infelicidad que le genera sentir que es “demasiado frágil” para ser actriz, de la “gente que enarbola con mucha velocidad la bandera del feminismo” o del machismo al que se enfrenta como intérprete, entre otras muchas cosas.
La Cocinera de Castamar ocupa titulares incluso en Reino Unido. ¿Cómo una serie de época ha enganchado también a los más jóvenes?
Es indudable la calidad con la que se hizo la serie. Creo que es la producción, de entre las que he estado hasta el momento, en la que más se han cuidado los detalles. El equipo de vestuario hizo un trabajo estupendo, atrezzo unos escenarios increíbles, el guión está súper bien adaptado... Hay mucho mimo y cuidado, incluso en la fotografía, la escena está iluminada con luz de vela. El público ha sabido ver algo de eso, más el conjunto de pasiones que se llevaban a cabo en esa época. Antes la gente no estaba psicoanalizada como nosotros, eran todo pasiones y eso engancha mucho.
¿Qué te parece que haya gente que cuestione la serie, ambientada en el siglo XVIII, por tratar la violación?
Estamos en un momento del feminismo muy importante, pero en lo artístico no te puedes constreñir. Siendo el siglo XVIII, como dices, e incluso ahora, son cosas que suceden y los artistas las contamos porque suceden. Es el espectador el que tiene que tomar conciencia, sólo estamos reflejando una realidad, igual que cuando mostramos que una mujer de la nobleza necesitaba conseguir un marido a determinada edad para mantener su estatus. La Cocinera de Castamar no se posiciona, refleja. El trabajo moral es individual de cada espectador.
En Italia muchas de las actrices españolas que hacéis series en Atresmedia sois muy seguidas. Megan Montaner, Verónica Sánchez, tú misma... ¿Crees que se os valora más fuera?
¿En serio? Estoy pensando si me estás haciendo una entrevista a mí o te has confundido de actriz, para que seas consciente de mi inconsciencia. Soy cero consciente de esta repercusión. Aunque sí que es cierto que desde el éxito de la serie en Instagram he comenzado a recibir mensajes de diferentes partes del mundo, eso sí me ha pasado.
Entonces tampoco sabrás que te han definido como “una de las actrices más prometedoras del panorama nacional”.
(Ríe) Es que parece que te estoy tomando el pelo, pero no sé nada de esto. Mi vida es súper normal, vivo en el barrio en el que nací, en la calle en la que nací, mis padres viven en la acera de enfrente y mi día a día es muy cotidiano. No me ha cambiado la vida en nada.
Y ahora que te estás enterando, ¿qué piensas?
Me pone muy contenta. Para serte honesta, lo había experimentado en el panorama teatral. En ese plano se ha generado una especie de respeto hacia mí y sí que lo he vivido. Labrarse ese espacio en lo teatral es más complicado porque es un público más exigente. Lo audiovisual es un poco mi asignatura pendiente. Me pone contenta enterarme y saber que la gente ha sabido ver mi esfuerzo porque no veo mis series, soy exigente y tengo mis inseguridades y no me gusta verme por si me defraudo a mí misma.
Dijiste “sufro con todo, es un síndrome psicológico”. Si te ocurre eso, ser actriz e interpretar drama es ser un poco kamikaze…
Sí, se llama PAS (Persona Altamente Sensible) y se puede diagnosticar. Me levanto el 80% de los días pensando que no quiero ser actriz.
¿De verdad? ¿Por esto?
Sí, literalmente. No solo por lo que sufres actuando, que es el sufrimiento que mejor llevo porque te limpia mucho, es casi una catarsis, una terapia a través de los artístico, es más por todo lo que lo rodea. Porque soy un poco PAS, todo lo percibo mucho, y eso tiene su lado bueno para actuar, pero todo es todo, y si tengo una jornada de rodaje de 12 horas en la que te tienes que relacionar con 150 personas, cada una con sus energías, con sus necesidades, sus miedos... recibes muchos impactos emocionales a lo largo del día. Cuando llego a casa llego como de la guerra, como si me hubiesen extraído cada gota de energía vital. Eso me genera mucha infelicidad porque siento que soy demasiado frágil para este trabajo. Luego están las exigencias, que caen especialmente sobre las actrices, la cantidad de juicios a los que nos sometemos...
Eres de las que ha llegado sin pertenecer a una saga familiar de actores (tu padre trabaja en Correos y tu madre es camionera). ¿Es un valor añadido? Debutar en Los Serrano son palabras mayores.
Sí, es verdad. Solo me habían llamado para un anuncio de laSexta: me vio Luis San Narciso [conocido director de casting] y de ahí a Los Serrano. Con 18 años yo estaba a por uvas, estudiaba Arte Dramático y había empezado Arquitectura, pero no fui tan consciente de lo excepcional de lo que me estaba pasando porque me importaba ser feliz, quedar con los amigos. Luego, con el tiempo y viendo a la gente que se ha quedado por el camino, que no les ha salido, ahí sí he encontrado la perspectiva y he dicho “qué afortunada he sido”.
Y siendo tan joven, pocas veces el nombre de una actriz se ha mencionado tanto por un papel en el teatro. Hacer Jauría, inspirada en el caso de La Manada, tuvo que ser intenso, mucho más si sufres con todo.
Ha sido seguramente la experiencia más intensa que he vivido a nivel actoral. Aunque el teatro se mueve a otro ritmo: llegas una hora antes, haces tu función y al terminar te tomas algo con los compañeros. La intensidad se concentra mucho en una hora y media. Me gusta mucho el teatro porque emocionalmente cansa mucho, sobre todo un drama así, pero a nivel vital te permite hacer muchas más cosas. Lo que me quitaba energéticamente me lo compensaba viajar de gira, salir a cenar y la cantidad de gente que te confiesa que le has cambiado el punto de vista. Eso sí me parece muy poderoso y por eso soy actriz. Respecto al feminismo, son cosas muy fuertes las que han pasado con Jauría, sientes que todo tu agotamiento emocional ha merecido la pena.
¿Te cambió?
Totalmente. No seremos conscientes de lo que importante que ha sido hacer Jauría hasta que pasen muchos años. Que en un momento histórico para el feminismo me tocara hacer una obra del caso de La Manada, que ha modificado incluso la legislación, fue una responsabilidad tremenda que me cayó como una losa en su día: representar un personaje que en ese momento está yendo a la misma velocidad que va el mundo. Estar a la vanguardia de la sensibilidad, y eso me flipa.
Y dijiste que no te puedes considerar feminista. ¿Por qué?
Hay gente que enarbola con mucha velocidad la bandera del feminismo y simplemente por colgársela siente que ya no tiene trabajo que hacer. Que dicen “soy feminista y ya no tengo que mirarme ni deconstruirme porque ya lo tengo hecho”. Con siglos y siglos de educación patriarcal, el machismo está metido casi en nuestra genética, así que me parece más justo definirme como una “machista work in progress”, una machista a mi pesar. Mi esfuerzo diario es descubrir cuáles siguen siendo mis pensamientos patriarcales e ir deconstruyéndolos. Claro que soy feminista, pero nos conecta más con el trabajo que nos queda por hacer decir que somos machistas work in progress.
Es decir, hacer autocrítica.
Exacto. Es muy cómodo decir “soy feminista” y no hacer nada. Esto es un trabajito y estamos en el inicio.
¿Te has sentido menos valorada por ser mujer?
Eso me sigue pasando (y a cualquier mujer que afine la mirada). Si eres igual de buena que un compañero chico, siempre se le valorara a él más que a ti, o lo tuyo se ve reducido por otras cosas. En ellos se ve el buen trabajo como un talento y se les da un reconocimiento muy potente, y en una chica se ve como algo más naíf, como algo caído del cielo. Es como si pensaran “ha nacido con la gracia”. No, me ha costado el mismo trabajo que a mi compañero, o incluso más porque a las mujeres nos lo ponen más difícil.
Recuerdo que en una entrevista en televisión un periodista me cortó para decirle a su compañero “qué bien habla esta niña”, y encima yo estaba hablando de La Jauría. Eso es un comportamiento machista como la copa de un pino. ¿Pararías a Álvaro Morte para decir “qué bien habla este chico”? No, porque das por hecho que alguien que se dedique a comunicar sabrá unir dos frases coherentes, pero en una chica sorprende y más si eres joven y un poco mona, es como si fuese algo extraordinario.
Esta es una pregunta obligada, porque muchas de tus compañeras están denunciándolo ahora: ¿alguna vez has sufrido algún episodio machista o de acoso en el ámbito laboral?
No, también es verdad que soy una persona poco sociable en lo laboral. Si es cierto que he recibido ese comentario de jefes de “mira qué guapa, mira qué piernas”, cuando ellos tienen una posición de poder respecto a ti. ¿Le dices eso a tu actor protagonista? ¿Y por qué se lo dices a tu actriz? Pero afortunadamente no me he sentido acosada. Soy consciente de que otras compañeras sí y las apoyo completamente.
Has hecho bastante comedia. ¿Somos menos graciosas las mujeres? Ya sabes que es una polémica bastante reciente a raíz del poco espacio para las cómicas en La Chocita del Loro.
Para nada. Llevo haciendo comedia desde que estudié en Cristina Rota. Tuve una compañía de improvisación con Nene [Carlos Librado] y yo era la chica de la compañía. La gente se reía conmigo tanto como con ellos. Trabajo en El Pueblo y cuando me dijeron que mi pareja iba a ser Carlos Areces, uno de los mejores cómicos de este país, sentí la fragilidad del prejuicio que nos meten en la cabeza. Somos igual de graciosas, pero la estructura de humor extendida es patriarcal. Estamos acostumbrados a chistes de hombres para hombres, y parece que las tías no podemos hacer comedia. Mentira. Las grandes cómicas americanas lo demuestran y en España hay grandes cómicas también.
Tú misma lo dijiste en El Hormiguero, así que... sí, quedaste un poco “como una loca”. ¿En qué momento se te ocurre espiar en el baño a Emma Stone sin que te tiemblen las piernas por si te pilla?
(Ríe) Ay, a mí eso me da completamente igual. Igual que soy sensible y todo me afecta, luego soy demasiado atrevida desde niña. Es una virtud que se puede convertir fácilmente en un defecto. No me da miedo en el momento, me dejo llevar por mi intuición. La vi y dije “joder, ¡es que es Emma Stone!”. No la seguí hacia el baño, la vi y me di cuenta de que era ella y luego dije: “Me cago en todo, ¡es que está aquí meando Emma Stone”. Yo no pretendía faltarle el respeto a su intimidad, pero me entró esa cosa friki que tenemos las personas a las que nos gusta escribir y queremos tener una fotografía mental para que la anécdota no sea solo “y meó en el baño de al lado”. Entonces me agaché para ver como tenía puestos los pies, llevaba unos zapatos de salón negros. Nadie me quitará nunca esa fotografía de mi cabeza, y ahora menos, porque lo vas a escribir en la entrevista (ríe).
¿Qué tienes ahora entre manos?
Estoy haciendo una serie para Movistar+, El Inmortal, con mucha acción, mucha calle, muchos exteriores y mucha noche. Además estoy con la tercera temporada de El pueblo. Además he hecho una colaboración especial en El Cover, la primera película de Secun de la Rosa, y con el primer texto de teatro que me ha caído en las manos este año, del que no puedo hablar, pero quiero hacerlo. ¡Y deseando que haya segunda temporada de La Cocinera de Castamar!