Así ha votado Italia: radiografía del triunfo de Meloni, la abstención y la caída de Salvini y Berlusconi
La participación bajó 9 puntos en las elecciones transalpinas. La bajada fue drástica en el sur del país, en el norte la ultraderecha devora a amigos y enemigos.
100 años después de la marcha sobre Roma de Benito Mussollini y sus camisas negras, que dio paso a más de dos décadas de dictadura fascista en Italia, el posfascismo se impone de nuevo. Esta vez, desde las urnas, democráticamente, y con una mujer al frente.
Aunque la participación del 63,91%, históricamente baja y 9 puntos inferior a la de los comicios de 2018, pueda haber favorecido al avance ultraderechista, hay otros factores que disipan cualquier duda. La ultraderecha ha arrasado, y se ha comido por los pies a otras formaciones hermanas.
Unas elecciones marcadas por la abstención
Los italianos se despertaron hartos el domingo pasado. La enésima cita electoral en un país donde de media un gobierno no dura más de 2,5 años ha terminado por hacer mella en un número creciente de italianos. Alrededor del 37% prefirió dedicar su jornada festiva a otros menesteres no electorales.
Pero Italia es alargada, y el desencanto tampoco se sintió con la misma fuerza en todas partes. Si la media de abstencionistas escaló nueve puntos este 25 de septiembre, las diferencias entre, por ejemplo, Calabria y Campania en el sur, con desplomes de participación del 12,94% y del 14,91%, respectivamente, se confrontan con las bajadas de Emilia-Romagna (-6,33%) o Lombardía (-6,75%) en el centro-norte.
Cabe destacar que el norte de Italia ha sido tradicionalmente más de derechas, rico e industrializado que el sur, castigado por una corrupción crónica, el abandono institucional y las redes delictivas de las distintas mafias que, en muchos casos, tienen más presencia que el propio Estado. El hartazgo también tiene niveles.
Días antes de la jornada electoral, las últimas esperanzas del centroizquierda y el populista Movimiento 5 Estrellas (M5S por sus siglas en italiano) radicaban en que la participación pudiera subir en las regiones más meridionales para contrarrestar el empuje derechista e equilibrar la balanza. Las últimas esperanzas nunca llegaron y este lunes el triunfo tiene nombre y apellido: Giorgia Meloni.
Fratelli d’Italia acaba con sus hermanos
La abstención creció, pero eso no explica el paseo triunfal por los foros romanos de Meloni. Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia), ha pasado de cosechar el 4,43% de las papeletas en 2018 a un 25,33% este 25 de septiembre, multiplicando por más de cinco sus resultados, de casi 1,5 millones de votos entonces, a 7.257.167 de este domingo.
Sin embargo, a la bajada de la movilización del electorado de izquierdas, sumido en luchas fratricidas en los últimos años, y del populismo del M5S, que ha propulsado en parte el ascenso de Meloni, habría que sumar el hundimiento de La Liga de Matteo Salvini y de Forza Italia de Silvio Berlusconi.
La debacle del primero en el norte del país, tras las polémicas por sus vínculos con ambientes prorrusos y su afición al exabrutp-espectáculo, explicaría especialmente el ascenso de Meloni.
Si en el sur el hartazgo catapulta entre 14 y 19 puntos a la ultra italiana, la mitad centro y norte del país muestra cotas de apoyo que alumbran un aumento de los apoyos de hasta el 28,47% en la región de Véneto. Sin que ninguna de sus vecinas, salvo el Alto Trentino, con unas características sociológicas más complejas, muestren aumentos menores del 21%.
Incluso la Toscana, un feudo tradicional de la izquierda, ha visto cómo la coalición de la derecha se imponía con más del 38% de los votos, de los que a Meloni corresponde el 25,95. En los bastiones derechistas norteños, donde nació La Liga, tanto ese partido como Forza Italia han caído por debajo del 10%, y Meloni se ha catapultado hasta más del 30% en varios casos.
Futuro incierto
La victoria de Frattelli d’Italia es incontestable. El Partido Democrático aceptó la derrota poco después de que el recuento ya dejara claro lo que las encuestas vaticinaban desde hacía meses.
Por contra, el contexto internacional invita a todo menos al optimismo. La guerra de Ucrania no para de ganar intensidad, la crisis energética, una inflación que asfixia a la eurozona y unas desigualdades norte-sur que amargan a media Italia y hartan a la otra mitad. También se teme que la ola derechista ponga en riesgo algunos derechos de las mujeres italianas, como el aborto.
Por ahora, los elogios tapan los nubarrones. Aunque la líder ha tratado de desmarcarse de su faceta más ultra, la ultraderecha europea no ha tardado en felicitar a Meloni y los suyos por su victoria en las urnas. El propio Santiago Abascal, líder de Vox, se ha congratulado por la victoria, con la que mantienen una buena relación, y han llegado a protagonizar mítines juntos durante la campaña para las elecciones autonómicas de Andalucía.
La simpatía de Meloni con el autoritario Viktor Orbán, enfrentado a la UE, o el mismísimo Vladimir Putin, también levantan todas las suspicacias, a pesar de los esfuerzos de ella por borrar su filiación con figuras tan espinosas.
Tras una pandemia que arrasó con todo y ahora con una guerra que pone en jaque la economía y la soberanía energética de la Unión Europea, Meloni ha abierto de par en par las puertas de un otoño que se augura de alto voltaje. El espectáculo de la victoria se encuentra en pleno apogeo, pero no hay grandes mayorías. Por el momento, Italia pinta tan ingobernable como siempre.