Manuel Vilas: "España sigue siendo un país con un problema de fraternidad"
El autor de 'Ordesa' y 'Alegría' se acerca esta vez al amor romántico con 'Los Besos'.
Con Los besos no es la primera vez que Manuel Vilas indaga en el tema del amor. Ya lo hizo con Ordesa, su novela más popular que se convirtió en el fenómeno literario de 2018, y en Alegría, finalista al premio Planeta 2019. Pero era otro tipo de amor, el familiar, el de padres, madres e hijos.
En esta ocasión, el escritor se acerca al amor romántico entre Salvador, un profesor de 60 años que abandona Madrid por salud en plena pandemia, y Monserrat, una mujer de 45. Vilas explora la idealización y la locura que se siente al perder la cabeza por alguien, huyendo de toda idea que asocie ese tipo de relaciones únicamente a la juventud.
Pero en Los besos hay mucho más. Hay política, la de gobernantes “narcisos” y la de un rey que en el 81 puede que salvara “la democracia o su negocio”. Hay tristeza por la crisis de las Humanidades, porque “un ciudadano sin recursos filosóficos no es capaz de disentir”. Y, sobre todo, hay muchas reflexiones, como la del “matrimonio entre Dios y el dinero”.
¿Te has vuelto un romántico de repente?
Pues sí, era un tema que quería tratar. En Ordesa y Alegría hablaba del amor, pero entre padres, madres e hijos. Ahora me faltaba el amor romántico, el de la pareja.
¿Por qué se sigue sin ‘respetar’, por parte de algunos, las relaciones de la gente de más edad?
Por suerte va a menos, pero se han ridiculizado los amores entre gente mayor, se piensa que el amor romántico y apasionado es propio de la juventud. La vida es amor y quitarle la ilusión del enamoramiento a la gente que tiene una edad me parece injusto y procede de una moral cerrada y antigua. Los amores maduros de alguna forma son más profundos porque están basados en la experiencia de la vida.
Hablas de una moral cerrada. Quizás es porque hemos crecido viendo cómo otras generaciones de casaban para toda la vida, y parece que no todo el mundo entiende que ya no es así, en general.
Efectivamente. La sociedad tradicional de la que tampoco hace tanto, 30 o 40 años, incluso menos, construye matrimonios de larga duración, casi es un milagro si mantiene el erotismo. Hemos construido una sociedad absolutamente desarrollada en mil cosas y, sin embargo, esa integración de sexo y amor no está resuelta de manera satisfactoria y la gente sigue sufriendo por eso, se siguen rompiendo muchas parejas, sigue habiendo mucha angustia porque hay una parte social del amor y una parte biológica que no acaba de entenderse.
A la la edad del protagonista, qué es más importante, ¿sexo, compañía o amor?
Yo no sabría contestar a eso. Como escritor he trasladado esa pregunta a los protagonistas de la novela. El narrador ve matrimonios de larga duración y ve que tienen pasado y él no, él tiene pasión pero no ha vivido nada con ella, tiene ahí una laguna. Es el lector el que tiene que decidir. Las novelas no suelen dar respuestas, indagan en el problema.
¿Un lector de 20 o 30 años entendería esta novela?
Creo que sí, quizás más hacia a los 30 (ríe). Un lector que haya tenido una experiencia en el amor, porque a uno de 18 o 19 de años a lo mejor la experiencia amorosa que hay aquí les puede resultar lejana.
Pero también reflejas una realidad utópica para los de 30. Un protagonista que se jubila a los 60 años es un futuro impensable para alguien de 30 en estos momentos.
Efectivamente, es un prejubilado por razones médicas, gastado en su trabajo. Sí que desde ese punto de vista tienes razón, no lo había pensado. Precisamente el narrador es muy desafecto a lo que pasa en el mundo, en España, con el virus y la crisis económica, por eso quiere ilusionarse con una historia de amor. Si la sociedad que tienes delante no te va a solucionar la vida, viene a decir la novela, busca una pasión y trata de enriquecer tu vida personal. Encontrar una solución laboral en tu vida no está en tu mano, pero solucionar tu vida sentimental, ilusionar tu corazón, sí que lo está.
Este es un amor idealizado, y eso es peligroso... Luego el golpe puede ser duro.
Él es consciente de eso. Sabe que está haciendo un ejercicio condenado al fracaso, es un kamikaze. Todos estos enamorados son hijos de Don Quijote, que necesita embellecer su vida y busca una mujer que se inventa, y todo lo hace para ella. Es la vida dentro de la locura para embellecer la existencia humana, un procedimiento romántico condenado al fracaso, pero lo necesitamos para vivir una vida plena.
Me hablas casi de un acto de fe.
Sí, pero si no te ilusionas con alguna utopía, ¿qué haces con la vida? Ya sabemos que las utopías e ilusiones pueden acabar mal, pero sin ellas la vida se convierte en rutinaria y gris. La pasión amorosa es central y hay que alimentarla.
Esta novela está contextualizada en la pandemia. ¿No tienes miedo de que el lector diga “basta ya de pandemia” y deje de comprarla?
Justamente está hecha para salir de la pandemia. Es cómo triunfar sobre la pandemia: no negándola, porque ha pasado, los protagonistas salieron de la pandemia porque se enamoraron. Como se dice en la novela, “los enamorados no ven el telediario”, porque cuando hay una catástrofe en el mundo la salida es el amor. A ese lector le digo que la pandemia sale para ser derrotada.
Dices que cuando el protagonista enmudece ante sus alumnos es un silencio simbólico, y lo relacionas con la crisis de las Humanidades. ¿Cómo afectará su pérdida a largo plazo?
Sí, enmudece porque ve que la transmisión del saber de las Humanidades ya no tiene sentido. Estamos viendo que las Humanidades llevan 30 o 40 años languideciendo y fruto de ese languidecimiento es que el mundo cada vez es más feo. Contribuyen a la belleza del mundo, a la inteligencia, a la plenitud del humano, y veo con tristeza su desaparición. Se nos está quedando un mundo muy feo. La belleza es un derecho político, no es un adorno. Por ejemplo, la fealdad arquitectónica de este país es horrible, no se puede vivir en semejante fealdad. Hay bloques de pisos que, cuando se vean dentro de 100 años se dirá “mirad donde vivía esta gente. Renunciaron a la belleza y vivían como comadrejas”. La belleza tiene que ver con el desarrollo pleno del ser humano. Esa alienación de vivir sin belleza es nueva y nos cuesta verla.
Si desaparecen las Humanidades, ¿podremos formar una opinión propia o, por el contrario, opinaremos lo que nos digan?
La capacidad de disentir está basada en una capacidad filosófica de entender el mundo. Si a un ciudadano no le dotas de recursos filosóficos no va a ser capaz de disentir, no va a tener argumentos. Un ciudadano sin una buena formación humanística no va a disentir.
Salvador ve un atasco moral en España. ¿Por qué?
(Esto lo digo yo, no el narrador) No es una opinión política de parte, podría estar en la izquierda y la derecha: al país le ha costado enfrentar el virus porque hubo una desunión bastante triste. Este sigue siendo un país con un problema de fraternidad. Por supuesto que hay diversidad ideológica, pero eso no justifica que se ponga siempre en cuestión el bien común, no puede nunca cuestionarse, y a veces se hace por posturas partidistas. Por otro lado, España ha perdido peso en Europa, si viajas por el mundo lo ves. Es fruto de 20 años de mala gestión política internacional. Me da igual la derecha que la izquierda, pero esa imagen penosa de Pedro Sánchez persiguiendo a Biden en un aeropuerto... ya no es por él, sino por lo que representa, que este es un país irrelevante. Más le vale a cada español sentirla como propia, porque el error es culpar a los políticos de todos los males. Es responsabilidad de todos.
Pues en el libro te refieres a los gobernantes como “narcisos”. Es decir, ¿somos todos narcisos?
En alguna medida sí. Me parece que la idea de la responsabilidad personal es importantísima. Cada uno en su trabajo tiene que hacerlo lo mejor que pueda para el bien común.
Luego planteas si el rey emérito en 1981 salvó la democracia o su negocio. ¿Cuál es la respuesta?
¿Qué salvan los líderes políticos? ¿Un país o un negociado? ¿O su negociado es el país? La literatura es bilateral, no tiene una argumentación inapelable, eso lo hacen los historiadores. Nosotros vemos la grieta y lo exponemos, pero no le damos explicación.
¿Y puedes explicar cómo llegas a la idea del “matrimonio entre Dios y el dinero”?
Sí, es la idea del matrimonio como miniempresa dentro del capitalismo: dos sueldos frente a una hipoteca. Es una empresa de auxilios mutuos, para hacer frente a un mundo económico agresivo dos es mejor que uno. Muchos matrimonios no se divorcian por los hijos o por la hipoteca. Los solteros mueren antes, según leí en un estudio. El matrimonio tiene una base económica y social que hace que el ciudadano se arme mejor contra la ferocidad del capitalismo.
Ordesa salió en 2018, estuvo en las listas de los más vendidos y continúa vendiéndose. ¿Hay postureo en el rechazo a los bestseller?
Hay mucha critica cool que asocia ‘libro muy vendido’ a ‘libro muy comercial donde no hay contenido literario importante’. Eso es un error. La fricción entre entretenimiento e inteligencia está en el ADN de la literatura, pero censurar a un escritor que se ha hecho popular por tener lectores me parece injusto, mucho más sin haber leído el libro. La literatura aspira a ser leída. Hablamos de literatura cuando un lector abre un libro y empieza a leerlo, y se emociona y se lo dice a otros lectores y genera más y más lectores.