Madrid: el circo visto desde fuera de la carpa
Aquí en la periferia no acabamos de entender muy bien los gustos del público madrileño.
Este artículo podría comenzar con una alusión a la dualidad centro-periferia, a la macrocefalia de la capital en relación con la meseta vaciada o a la atención mediática reforzada que suelen generar los asuntos de la villa de Madrid. Si bien es cierto que el procés fue capaz de robar una parte del foco mediático a la capital del Estado, siempre hemos seguido conectados a los dimes y diretes de la Comunidad. Desde el Tamayazo, pasando por la destitución de Tomás Gómez al frente del socialismo madrileño, las causas judiciales de Ignacio González, los másteres y las cremas de Cifuentes o el Gobierno interino de Ángel Garrido. Los que vivimos lejos de Madrid, siempre hemos sido también espectadores de su realidad política.
Esta sobredimensión de lo madrileño es lo que nos permite hablar de circo, político y mediático, especialmente en esta campaña. Se abre la carpa del circo y aparecen dos socios de coalición discrepando públicamente. En la pista central se tambalean los Gobiernos de Murcia, Castilla y León, Andalucía y Madrid. Pero tan solo Isabel Díaz Ayuso aprieta el botón nuclear, temerosa de que Ciudadanos apoye una moción de censura de la oposición. Aplauso del público, un gran espectáculo estaba por llegar: nuevas y evitables elecciones en pandemia.
Los comicios en Madrid tienen payasos tristes, sonrisas forzadas y ejercicios de funambulismo. La dimisión de Pablo Iglesias como vicepresidente otorgó una innegable dimensión estatal a las elecciones autonómicas, marco que ya había reforzado Díaz Ayuso en sus constantes enfrentamientos con el Gobierno de Pedro Sánchez por la gestión de la pandemia. La candidata popular ha construido su liderazgo en contraposición al poder del gobierno del Estado, cuestionando constantemente su legitimidad y sus decisiones más importantes.
Este posicionamiento táctico, aunque primitivo, parece haber surtido efecto, ya que Díaz Ayuso encabeza todas las encuestas. Y para presidir su campaña ha escogido un lema oficioso que estigmatiza a Iglesias, difumina a Más Madrid e ignora a los socialistas. “Comunismo o libertad”. Ayuso convierte la polarización de nuestros tiempos en una exagerada dicotomía donde la derecha —y la libertad— solo la encarna ella.
Las tres izquierdas, por su parte, adoptan estrategias diferentes. Mientras Unidas Podemos intenta recuperar posiciones aprovechándose de la exposición pública de su líder, Más Madrid hace gala de los conocimientos y la experiencia sanitaria de Mónica García. El Partido Socialista, en cambio, aparece perdido entre bastidores, con un candidato gris y flexibilizando su programa —hacia posturas más moderadas o radicales— en función de como sople el viento. Peligroso equilibrismo. ¿Cómo puede Gabilondo liderar una alternativa a Díaz Ayuso si insiste en no modificar la política fiscal que el PP ha llevado a cabo en la Comunidad de Madrid desde 1995?
La derecha populista está ofreciendo durante esta campaña un nivel de descaro y de radicalidad que aún no había exhibido hasta el momento. La publicación de un cartel que demonizaba a menores extranjeros no acompañados —niños solos, sin padres— es la consecuencia de un viaje ideológico a lo desconocido.
El discurso antipolítico no acaba de despegar, así que Vox ha decidido activar la estrategia del odio. Lejos queda ya aquel Vox de 2014 que, con Alejo Vidal-Quadras como candidato, pretendía integrarse en el grupo europeo del Partido Popular. Monasterio sabe que se juegan mucho en Madrid, tal vez por esa razón dudó de la veracidad de las amenazas de muerte recibidas por el candidato de Unidas Podemos durante el debate de la SER.
La escapista Ayuso
Díaz Ayuso vivió la pasada legislatura atada al Gobierno de coalición con Ciudadanos y a las ocurrencias de Vox. Ahora, poniendo a prueba sus habilidades como Houdini, intenta tomar la Asamblea de Madrid soltando el lastre de los naranjas y ablandando las cuerdas que la atan a los de Abascal. Cabe recordar que en 2019 la candidatura de Ignacio Aguado obtuvo 26 diputados, muy cerca de los 30 del Partido Popular. El riesgo de la jugada parece valer la pena.
La posibilidad de un cambio de Gobierno, eso sí, sigue sobre la mesa. La encuesta flash del CIS publicada el pasado 22 de abril dibujaba un escenario ajustado sin mayorías absolutas. Ambos bloques, a izquierda y derecha, tendrían opciones de llegar al ejecutivo de la Comunidad de Madrid. Este tipo de sondeo electoral es de los que condicionan la campaña y dan viento de cola a las estridencias y a los aspavientos en clave de frontera. La recta final de campaña será movida.
Un aspecto que condiciona todo tipo de elección son las expectativas de victoria. En ese aspecto el flash de Tezanos no arroja diferencia entre grupos de edad: todos creen que Ayuso ganará las elecciones del próximo 4 de mayo. Este dato es un síntoma de la fortaleza que transmite el Partido Popular, que solo se podrá ver amenazado por el relato de un gobierno tripartito con el concurso de las fuerzas de izquierdas. Con toda probabilidad, el PP llamará al voto útil ante la posibilidad de un acuerdo socialcomunista que amenace la libertad de los madrileños. Vaya, o eso dirá cuando sus trapecistas actúen en las inmediaciones del barrio de Salamanca.
Desde fuera de la carpa del circo solo alcanzamos a escuchar los aplausos o los gritos de sorpresa del público reaccionando a los trucos de los artistas principales. Aquí en la periferia no acabamos de entender muy bien los gustos del público madrileño, tan bien acostumbrado a musicales de éxito global o a obras pictóricas de primer orden. En cambio, cuando de política se trata, Díaz Ayuso es la gran favorita para todo el mundo y la alternativa por momentos parece improbable. Cosas del circo madrileño.