Por qué las madres deben empezar a incluirse en los álbumes familiares
Inmortalizar los momentos geniales y los no tan geniales es una representación más verídica de su historia, es la realidad.
Hace más o menos cinco años, cuando nació mi hija pequeña, decidí que iba a crear un álbum con mis fotos favoritas de cada año. Empecé haciendo tres copias: una para cada una de mis dos hijas y otra para mi marido y para mí. Lo hice con la esperanza de que cuando fueran adultas tuvieran una colección de álbumes que documentara todos los aspectos de su vida, un regalo con recuerdos pulcramente organizados envuelto con un lazo bonito.
Sin embargo, a los pocos años de empezar a crear estos álbumes, me di cuenta de que yo aparecía mucho menos que su padre. Mi legado como madre no estaba quedando documentado. Había fotografiado la vida de mis hijas desde mi perspectiva y había excluido a una de sus protagonistas favoritas.
Es algo que también hizo mi madre cuando documentó la vida de sus hijos. Cuando reviso ahora las fotografías de mi pasado, noto que faltan piezas del rompecabezas, historias que no quedaron debidamente inmortalizadas y que jamás podré recuperar. Sé que pasé muchas horas en el regazo de mi madre y acurrucada entre sus brazos. Sé que ella pasó muchas horas leyendo cuentos, desenredándome el pelo y participando en fiestas de té conmigo, pero no tengo pruebas tangibles de esos momentos.
Mi madre se pasaba los días en casa criándome a mí y a mis dos hermanos pequeños. Por lo que recuerdo de nuestra infancia, apenas veíamos la tele, nos animaba a pasar el día dibujando, pintando y jugando fuera de casa. Mi madre nos ayudaba con los trabajos del colegio, nunca se olvidó de llevarnos o de recogernos en coche donde fuera que tuviéramos que ir y se sentaba en primera fila en muchas de nuestras competiciones deportivas. Ella lo era todo en nuestra vida, pero apenas aparece en nuestro pasado documentado.
Me habría encantado tener unas pocas fotos buenas en las que saliéramos solamente las dos, pero no hay muchas. Supongo que se debe a que solo quería que la fotografiaran estando en su “mejor” aspecto, un problema que tenemos muchas madres, yo incluida.
Quiero documentar todos los momentos especiales de mis hijas, lo que implica que yo (y la mayoría de las madres) me quedo detrás de la cámara. Quiero inmortalizar todos los logros y todos los detalles para no olvidarme de ningún episodio de nuestra historia. Es un miedo que no logro disipar: si no inmortalizo ese momento, no lo recordaré. Confío en estas fotos para ayudarme a rellenar las piezas de mi pasado cuyos momentos están borrosos. De este modo, cuando no pueda oír el correteo de mis hijas por casa, siempre me quedarán estas fotos para transportarme al pasado. Las fotos son pequeñas piezas de un enorme rompecabezas: la historia de la vida de una persona.
Soy fotógrafa, así que suelo llevar la cámara conmigo allá adonde voy para asegurarme de que no me pierdo ningún momento especial. Los momentos cotidianos también son importantes para mí. Me enorgullece mi capacidad de inmortalizar exhaustivamente nuestras divertidas aventuras. Es extraño que una actividad o un nuevo logro no sean documentados en mi casa.
Tras darme cuenta de que me había estado omitiendo a mí misma sin querer del pasado de mis hijas, me embarqué en un proyecto personal que consiste en autorretratarme con mis hijas. Quiero que sientan ese amor de madre que lo abarca todo. Quiero que puedan ver mi evolución como madre. Y, lo más importante, quiero que puedan ver todas las piezas de este camino, incluidos los días en los que estoy cansada o se me ve hecha polvo, no solo los días de felicidad. Porque la maternidad es un camino lleno de altibajos y al incluir todo, queda un recuerdo más preciso, que es lo que mis hijas merecen ver.
Muchas madres prefieren que las fotos con sus hijos las haga un profesional, pero yo pienso que es importante que se las hagan ellas mismas, independientemente de cómo salgan, de la ropa que lleven o de cómo se encuentren ese día. Inmortalizar los momentos geniales y los no tan geniales no solo me resulta necesario, sino que es una representación más verídica de su historia, es la realidad. Y es una realidad que no siempre se documenta en su versión más cruda.
En este proyecto de autorretratos, estoy captando momentos con mis hijas con la ayuda de un trípode y un mando a distancia con temporizador. He inmortalizado momentos de tranquilidad y otros momentos no tan perfectos de nuestra rutina para disponer de una historia más auténtica de nuestra vida real. Y me gustaría animar a las demás madres a hacer lo mismo, sin importar la destreza que tengan con la cámara de fotos.
Pienso que estas fotos que tienen mis hijas conmigo las valorarán más que las fotos en las que salen ellas solas. Las muchas fotos que les he hecho a ellas durante años son principalmente para mí, para recordar lo pequeñas que eran, pero las fotos que les hago conmigo son para ellas, para que siempre recuerden lo queridas que eran y seguirán siendo.
Este post fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.