Macron, política a la carta
"Nuevo", el concepto publicitario más atractivo, el más buscado como atributo de valor de marca por los estrategas comunicativos siempre fue un elemento positivo en política. Ahora ha dejado de ser un atributo más para convertirse en un eje de confrontación electoral que ha reemplazado al histórico izquierda-derecha. En Francia se enfrentan este domingo en las urnas los dos candidatos que mejor capitalizaron esas ganas de cambio: Macron y Marine Le Pen. Dos caras opuestas de la misma moneda de lo nuevo.
"En Marcha", el movimiento político de Emmanuel Macron, deja atrás las constricciones de lo que ellos denominan las viejas ideologías y hace de la transversalidad un nuevo concepto político. La otrora criticada indefinición ideológica que comúnmente se conoce como "centro" y que, a su vez, ha sido muy cuestionado desde la teoría política. Sin embargo, éste es su mayor acierto hasta el momento, identificar un nicho de mercado huérfano definido por tres ejes: la falta de ejemplaridad de la derecha, la crisis de la socialdemocracia y el voto útil anti –Le Pen. A los primeros, les ofrece políticas económicas liberales. A los segundos, políticas de proteccionismo social y agenda verde. A los terceros, más Europa y defensa de los derechos humanos. Y a todos ellos, cambio. Según una encuesta postelectoral de IpsosFrance, el 64% de los votantes de Macron señalan este factor como determinante en su voto, un porcentaje que en Le Pen asciende al 65%. Mientras que para el electorado de Fillon el principal atributo es la imagen presidencial, para los de Hamon y Mélenchon se trataría del proyecto político.
Macron ha construido un movimiento político que complementa un producto en el que lleva trabajando mucho tiempo, él mismo. Siempre cultivando su perfil independiente, ha trabajado en la sombra para Sarkozy y para Hollande. Ha sido éste último quien finalmente le dio una plataforma para adquirir la notoriedad requerida en una contienda presidencial. Una vez alcanzada y con el mayor índice de aprobación del gobierno saltó del barco a tiempo para salvarse del naufragio. Unos dirán oportunismo, otros inteligencia. En todo caso, la jugada de alguien que estaba ya en la siguiente.
Su imagen, una mezcla entre la sonrisa cercana de Trudeau y el estilismo presidencial de Obama, no deja margen a la improvisación. Cada estudiada instantánea de su candidatura comunica de forma inequívoca la personalidad de un liberal, aperturista, en contacto con la gente. Su comunicación no verbal, sobre todo en los mítines, muestra a un joven enérgico, de gestualidad amplia y voz en grito, que apela a la esperanza de una Francia que ha sufrido como pocas el zarpazo terrorista y que se niega a culpar a un colectivo. Para ello, iza la bandera del espíritu de los valores republicanos, ahora cuestionados desde la extrema derecha.
Cambio y renovación, dos aspectos que cristalizan en un político de 39 años que ha sabido crear un nuevo espacio electoral. Macron revienta las costuras de la vieja dicotomía ideológica al generar una oferta política a la carta y que ahora se enfrenta al menú rancio de la extrema derecha. El cambio está servido. Bon appétit.