Macrogranjas, macromaltrato, macrocontaminación
Que el circo político no nos impida ver que la solución está en nuestras manos, ante nuestros ojos.
“Contaminan el suelo, contaminan el agua y luego exportan esta carne de peor calidad de animales maltratados”. Esta es exactamente la frase que ha encendido la polémica contra el ministro Alberto Garzón. ¿Hay algo incorrecto en estas afirmaciones? Veamos:
El 2 de diciembre de 2021, hace apenas un mes, la Comisión Europea, tras varias advertencias, decide llevar a España al Tribunal de Justicia de la Unión Europea por la mala aplicación de la Directiva sobre nitratos, señalando los riesgos de eutrofización de las aguas de todo el país. Este problema, derivado de la producción ganadera intensiva, de la contaminación por los excrementos de millones de animales, es según la Comisión Europea, especialmente preocupante en regiones como Castilla y León, donde próximamente habrá elecciones.
En España, el 93,7% de la carne de cerdo, el 94,2% de la carne de aves y el 80,6% de la leche de vaca se produce en sistema de cría intensivos, es decir, sistemas de producción industrial concebidos para abaratar costes y dar respuesta a una alta demanda sin la que este negocio no sería posible. Para ello se somete a los animales a unas condiciones de hacinamiento y explotación incompatibles con el bienestar animal.
Prácticas habituales que la industria certifica como “bienestar animal,” y lo pongo entrecomillado para que juzguen ustedes mismos, son la castración sin utilizar anestesia o analgesia a los cerdos de hasta siete días de vida, obligar a las cerdas usadas para la reproducción a permanecer inmóviles hasta 20 semanas al año, encerradas entre los barrotes de jaulas de lactancia en las que ni siquiera pueden girarse sobre sí mismas, o recortar los dientes y el rabo a los cerdos por empleados no profesionales.
Se permite también que el 20% de los animales padezcan dificultades respiratorias (procesos neumónicos que generan un enorme sufrimiento a los cerdos), o que hasta un 5% de los animales manifiesten prolapsos rectales o uterinos. Así lo acredita el informe elaborado para Igualdad Animal por Alfonso Senovilla, veterinario oficial.
Las personas deberíamos tener toda esta información para tomar decisiones informadas y conscientes, a la hora de llenar nuestra cesta de la compra, pero muy por el contrario, resulta que la industria juega con nuestra salud y no tiene escrúpulos en hacer campañas publicitarias tergiversando una realidad que puede dañar incluso nuestra salud. Y hablo de que la carne de cerdo es roja, y los últimos informes de la OMS alertan sobre su relación directa con el cáncer, mientras la industria en España recibe millones de euros públicos en campañas de marketing donde se publicita que es carne blanca. La cuestión es tan grave que esperamos que el ministerio de consumo resuelva favorablemente la denuncia interpuesta por este motivo.
Pese a todos estos datos, España ostenta el dudoso honor de ocupar el cuarto puesto mundial en exportación de carne de cerdo.
Considerando lo anteriormente expuesto sobre la realidad de la industria cárnica, no se explica que alguien se ofenda cuando se saca a la luz esta terrible realidad, que la industria trata de ocultar mediante campañas de lavado de imagen. Sorprende más bien que sigamos mirando para otro lado en lugar de mirar donde señala el dedo, hacia una transición a un modelo alimentario alternativo, basado en proteínas de origen vegetal.
El ejemplo de Nueva York
Mientras en España los políticos se enzarzan en una lucha testosterónica para ver quién come más carne y más cruda, al otro lado del océano Atlántico, el recién electo alcalde de la ciudad de Nueva York, Eric Adams, se declara abiertamente vegano y ha puesto en marcha, nada más empezar su mandato, una campaña de promoción del consumo de proteínas de origen vegetal “para animar a los neoyorquinos a que lleven un estilo de vida saludable”.
El compromiso con la salud que el alcalde de Nueva York ha trasladado a su agenda política se basa en su experiencia personal, al revertir, a través de un cambio en su alimentación, la diabetes tipo 2 que sufrió hasta 2016, tal como ha manifestado en diversas entrevistas.
Un político que predica con el ejemplo, una campaña en favor de la salud de las personas y una sociedad que escucha con interés, frente al bochornoso espectáculo político patrio, donde los datos científicos avalados por la OMS, las prácticas sistemáticas de maltrato animal y la contaminación que producen las macrogranjas, son evidencias que los políticos se empeñan en ocultar lapidando al que tímidamente se atreve a mostrarlo a la sociedad.
Que el circo político no nos impida ver que la solución está en nuestras manos, ante nuestros ojos: reduciendo o eliminando el consumo de carne contribuiremos a mejorar nuestra salud, la del planeta y al cuidado de los animales.