Machismo, control y miedo, la otra cara de los pinchazos
Las autoridades investigan el fenómeno mientras expertos denuncian que se atemoriza a las mujeres y se busca expulsarlas del ocio y el espacio público.
El desconcierto y la preocupación aumentan al mismo ritmo que lo hacen los testimonios y denuncias de mujeres (hay casos en hombres, pero minoritarios) tras haber sufrido un pinchazo mientras disfrutaban del ocio nocturno. Este viernes el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, cifraba en 60 las denuncias que se están investigando, aunque el goteo es diario desde hace unas semanas.
Las autoridades se afanan en descifrar si se trata de un fenómeno de sumisión química, aunque por ahora solo se ha determinado en un caso, el de una menor de 13 años en Gijón, a la que se le inoculó éxtasis, y tampoco está habiendo agresiones sexuales o robos posteriores al pinchazo —y un inciso, la ausencia de sustancia no elimina los riesgos para la salud, como la transmisión de enfermedades como hepatitis o VIH si el objeto punzante se utiliza en varias personas—.
Otra hipótesis que cobra peso es que lo que se busca es crear inseguridad y temor. Si se trata de esto último, según afirmó Marlaska en La Hora de la 1, lo que subyace es un “discurso absolutamente machista de tratar de sacar al 50% de la población, a las mujeres, del espacio público”.
Sea como sea, ha señalado que la conducta “es delictiva” y podría constituir un delito de lesiones con agravante de género. Lo mismo señaló esta semana Pilar Llop, ministra de Justicia, que animó a denunciar lo que es “un hecho grave de violencia contra la mujer”, que busca expulsarlas de lugares públicos y de ocio.
“Para nosotras está claro que está siendo un ataque machista”, sentencia Ada Santana, presidenta de la Federación de Mujeres Jóvenes. En la misma línea apunta Gregorio Gómez Mata, secretario de la asociación contra la violencia de género Alma: “Lo que van buscando con esto es someter a la mujer”.
Santana califica de “absurdo en sí mismo” el pinchazo que no inocula sustancia alguna, “pero tiene algo que incluso es más frívolo, que es generar terror”. En su opinión, esto “adoctrina a las mujeres en el miedo a algo que es suyo también, como es el disfrute del ocio nocturno”.
En el mismo sentido, Natalia Morlas, presidenta de la ONG Somos Más contra la violencia machista, afirma que “esto son violencias machistas”. “Cualquier cosa que suprima la voluntad o que te anule el hacer lo que quieres hacer es violencia machista”, recalca.
Esto no es algo nuevo, según Graciela Atencio, directora de Feminicidio.net. “El miedo es la mayor forma de control social que hemos tenido en el pasado las mujeres ancestralmente”, indica y añade que, aunque es algo que se ha repetido en todas las épocas, en la era del Metoo y en la “cuarta ola del movimiento feminista ya no se acepta la violencia sexual ni que nos limiten la libertad de movimiento o ser acosadas y la reacción ante eso son fenómenos como este”.
“El miedo es un mecanismo de control social que pone en juego la libertad de movimiento de las mujeres y lo que está cuestionando es que tenemos un Estado de derecho limitado. Coartan nuestra libertad, que es uno de los derechos básicos más importantes”, añade Atencio y recuerda que afecta tanto a mujeres como a sus familias en el caso de menores, ya que no las van a dejar salir.
Para Gómez Mata, “aquí hay un fallo de las instituciones públicas” y la sensación de impunidad puede dar rienda suelta” incluso al “graciosillo que va con un palillo haciendo como si fuera pinchando”. “¿Por qué lo hace?”, se pregunta: “Porque se cree con el derecho de hacerlo, simple y llanamente”.
Como resume el secretario de Alma, el fenómeno de los pinchazos deja un poso en las mujeres, que acaban interiorizando: “Ya no puedo ni salir con mis amigas, ya no puedo ni divertirme, no puedo ir a un espacio público porque no estoy protegida”.
“El otro día se lo decía a una chica: ‘¿Tú cuando sales por la noche sales tranquila o con miedo?’. Con miedo. Y un chico sale tranquilo; lo máximo que le puede pasar es que le roben, si no se mete en jaleos”, reflexiona Gómez Mata.
Atencio apunta que estas dinámicas del terror hacen que se vuelva al “esquema de ’mujer buena/mujer mala”. “Para ellos, las mujeres buenas son aquellas que se quedan en la casa, que cumplen con el mensaje que infunde ese miedo: no salen de noche, no se divierten, no salen en grupo, no pueden beber o beben con cuidado”, detalla.
“Desde los estereotipos de género, las figuras masculinas parecen manifestar a través de estos actos de terror sexual no aceptar que las mujeres seamos libres y tengamos libertad de derechos”, plantea y apunta hacia una ataque a la igualdad de derechos ya que a ellos “no les violan y no les pinchan”.
Atencio asevera que los hombres que pinchan a mujeres “se comportan así de manera organizada y por un efecto contagio, atacan a la igualdad y a la libertad de las mujeres”. “Empezaron en Reino Unido y en Francia y ha habido una especie de efecto contagio, que esto también tiene que ver con cómo funciona el patriarcado y los hombres en el patriarcado, que es como una corporación que está intercomunicada a nivel simbólico y de organización”, sentencia.
“La respuesta que se ha dado es que las mujeres se cuiden o que no salgan, incluso, que vayan siempre acompañadas, que no se queden solas... en cambio vemos que a ellos no se les está limitando”, critica la presidenta de la Federación de Mujeres Jóvenes. Por ese motivo, desde su plataforma lanzaron un protocolo de actuación ante los pinchazos con una vuelta de tuerca: dirigido a ellos y con consejos como “no violes”, “no acoses” o “no intimides”.
“Ha tenido bastante buena acogida, creo que un poco por ese sentir colectivo que tenemos las mujeres de ‘basta ya’ con que todos los protocolos nos apelen a nosotras”, expone Santana. “Obviamente está muy bien el ‘si te pinchan, estaría bien que fueras al hospital, avisa, llama a la policía...’, pero ya vale de que todos los protocolos nos apunten a nosotras y que no les interpelen a ellos”, añade.
La presidenta de Somos Más se queja de que el foco “siempre se pone en nosotras”. “No andes por sitios oscuros, cuidaros entre vosotras cuando salís, vigila a tu amiga… Nosotras no tenemos que cuidarnos cuando salimos, no tenemos que vigilar la copa de mi amiga y no tengo que vigilar que a mi amiga no le pinchen en una pierna”, indica. “Vamos a poner el foco en los maltratadores machistas y en los abusadores porque esto no deja de ser un abuso. Tengo una hija de 20 años y yo no puedo estar tranquila cuando se va de copas con sus amigas porque le van a dar un pinchazo y a saber si la anulan o qué y sus amigas tienen que estar pendientes. No, perdona”, reflexiona.
Morlas se aleja de culpabilizar a todos los hombres. “Somos las primeras que decimos que no todos los hombres son unos maltratadores, no todos los hombres son violadores, no son unos machistas”, se queja, pero pide que haya “mano dura” con los agresores.
Desde la Federación que lidera Ada Santanta ven necesarias políticas de prevención y de sensibilización, así como que administraciones y agentes del ocio nocturno elaboren protocolos de qué hacer en el caso de que haya un pinchazo, y más ante todas las fiestas populares que están por venir.
“También de cómo deberían actuar todas las personas que están alrededor del ocio nocturno, porque lo principal aquí es descartar si un pinchazo es de sumisión o es simplemente por generar ese miedo, cada uno lleva una actuación”, recalca. Lo mismo señala Morla, que enfatiza en la rapidez de actuación como la clave para saber si es o no sumisión química.
Gregorio Gómez Mata piensa que la situación “es resultado del tremendo fallo que hay dentro de las instituciones públicas a la hora de sancionar”, además de una educación falta de valores. Precisamente ahí es donde ve la solución: “Esto es educación, educación y educación. No hay otra”.
Para Atencio, la solución pasa por las instituciones y las fuerzas del Estado y en la “sensibilización en los varones”. “Hay que educarlos a no violar, pero no solo eso porque es el resultado de la misoginia social del lugar que ocupamos las mujeres. Ellos actúan desde un podio o desde una condescendencia o desvalorización”, enfatiza.
Morlas pide un endurecimiento de la legislación y afirma que “la ley está siendo muy laxa, muy tibia y blandita con los personajes que ejercen este y cualquier otro tipo de violencia machista”.
Defiende un endurecimiento de las penas por violencia machista, que tendrían que ir acompañadas de educación desde pequeños. “Tiene que ser desde preescolar, no me sirve de nada que rehabiliten a un violador”, enfatiza y clama por una “educación en igualdad de obligaciones de derechos, que eso es el feminismo”, muy necesaria para las próximas generaciones. “Tenemos por delante varias generaciones que, como decimos en Aragón, podemos atarnos los machos porque no están educados en igualdad y el machismo está muy latente”, sentencia.