Luis Landero: "Enmascarado en el humor puedes decir cosas que de otra manera no podrías"

Luis Landero: "Enmascarado en el humor puedes decir cosas que de otra manera no podrías"

El escritor acaba de lanzar su nueva novela, 'Una historia ridícula'.

El escritor Luis Landero.Europa Press News via Europa Press via Getty Images

Luis Landero (Alburquerque, Badajoz, 1948) se ha reído a carcajadas escribiendo su nuevo libro, Una historia ridícula (Tusquets). El aclamado escritor se ha dejado llevar por la voz de Marcial, al que él califica como un “desclasado cultural”, para contar una rocambolesca historia y el romance entre el propio Marcial y Pepita, una mujer de un mundo completamente diferente al del protagonista.

El autor recibe a El HuffPost en una mañana soleada de invierno en su casa de Madrid. Lleva varios días promocionando su nueva novela y reconoce estar “un poco cansado”, pero está dispuesto a hablar de todo en esta charla.

¿De dónde sale un personaje como Marcial? ¿Te inspiraste en algo o en alguien para creerlo?

Hace muchos años, muchísimos años, escribí unas líneas, nada casi, sobre un personaje que estaba enamorado de alguien, de una mujer, pero no lo admitían como pretendiente en casa, admitían a otros pretendientes pero a él no. Era apenas nada, pero la voz, el soniquete, la música de su voz, porque a veces la voz resulta que es el carácter, te muestra mucho cómo es un personaje, piensa en El extranjero. Entonces eso se me quedó y de ahí viene, pero es que yo he conocido a muchos Marciales. Son gente a medio formar, que han oteado, entrevisto lo que es la cultura, la alta cultura, pero que ellos no han podido acceder y son desclasados culturales. Pero les ha quedado el gusto por eso, en el mejor sentido de la palabra. Me merece un gran respeto, porque de algún modo siguen intentando, se esmeran en hablar bien, es un poco una parodia de lo que es la alta cultura. Habría que definir lo que es la alta cultura, pero es una parodia.

Yo he conocido a mucha gente así, porque Marcial no es una persona culta, pero hizo unos cursos de Bachillerato y él además es muy curioso, por ejemplo lee un diccionario, una enciclopedia, esas son sus lecturas. Tiene unas inquietudes, no se pierde nunca el concierto de Año Nuevo, tiene inquietudes culturales... Pero claro, esto es un poco una caricatura de lo que puede ser un intelectual en el sentido canónico del término. Se creen cultos, hasta tienen su propia filosofía y su visión del mundo, como tiene que ser. Yo he conocido mucho a esta gente en los bares, con dos copas de más...

Cuando te sueltan toda su vida

Te sueltan su vida, su filosofía y te sueltan sus méritos intelectuales además, su mundo. Y todos somos complejos, profundos, no hay gente vulgar, hay observadores vulgares, y esta gente en apariencia vulgar a veces tiene un mundo personal muy hondo que a veces surge de pronto, surge, pues eso, en momentos especiales, en la taberna por ejemplo. Yo creo que Marcial viene de todas esas experiencias, porque yo me he relacionado más a lo largo de mi vida con gente de cultura baja que de cultura alta. Con gente de cultura alta me he relacionado ya muy tarde, mis padres eran campesinos de un pueblo de Extremadura, no había libros. Luego vinimos, fuimos emigrantes, yo estuve en el mundo laboral y luego en la farándula porque me dediqué a tocar la guitarra de manera que yo no me relacioné con la crema de la intelectualidad, y lo conocí después. Entonces a mí me ha marcado mucho la gente que he conocido y entre toda esa gente he conocido a gente que tenía la vocación de ser culto, ambición de ser culto, la ambición de aparentar más cultura que la que tenían, de hacerse pasar por pensadores. Creo que de ahí me viene, de dónde si no, un poco por mi vida, por la gente con la que yo he tratado.

¿Crees que además en las tabernas, un Marcial quedaría bien en las tertulias de la tele? ¿Una de esas personas que saben de todo, desde la vacuna hasta el volcán?

¡Por supuesto! Claro que quedaría bien, porque además él lo que sabe son vestigios, desperdicios de alta cultura. Son curiosidades, anécdotas, cosas de aquí y de allá, cosas que uno mira en Internet, en Wikipedia, esta cultura barata que uno se puede hacer en un momento. De hecho una de las chicas, una novieta que tiene él se lo dice, ‘Tu tendrías que estar en los concursos de televisión y tendrías que estar en esas tertulias porque lo harías muy bien’. Y es verdad que él lo haría muy bien porque además tiene esa cosa, esas ideas fuertes, esas creencias..., más que ideas son creencias...

Que de ahí no lo sacas

Sí. Es lo que decía Ortega, las ideas son una cosa que usas y tiras, las creencias las llevas ahí y a ver cómo te desembarazas de ellas. Sí que hubiera funcionado bien en una tertulia porque además habría organizado unos pifostios de mucho cuidado. Porque claro, él hubiera defendido esto… Es que también los hay que… Cuando empezaron los tertulianos vale, pero es que a mí ya me resultan insoportables. Pero parece que a la gente le gusta, sobre todo le gusta el escándalo que organizan, el espectáculo. No es la opinión, es el espectáculo de la confrontación. El espectáculo del ‘Yo la tengo más grande que tú’, ‘Tú te vas a enterar’... este follón, la pelea, la pelea un poco tabernaria.

  Portada de 'Una historia ridícula'.TUSQUETS

El libro deja escenas cómicas, ¿pero crees que Marcial tiene sentido del humor o es simplemente una persona ridícula? 

No, no tiene. Carece completamente de sentido del humor, pero Buster Keaton también, a juzgar por su cara. Tiene una cara que no parece que tenga sentido del humor y Chaplin a veces en algunas películas tampoco. Igual que Eugenio, el contador de chistes. Era muy serio y contaba los chistes de forma muy seria, pero precisamente ese contraste que había entre su seriedad y lo que contaba era lo que producía risa, la chispa, y yo creo que a este le pasa lo mismo.

Mientras escribía jamás detecté que tuviera sentido del humor, es serio y solemne y además se toma en serio a sí mismo. La gente que se toma en serio a sí misma no puede tener sentido del humor. Es un problema de distanciamiento, si no te distancias no puedes tener sentido del humor. Todo lo que se mira de cerca es trágico, cuando se mira de lejos es comedia. En ese sentido, decía Woody Allen, bueno en realidad lo dijo Groucho Marx pero lo retoma Woody Allen en Delitos y faltas: ‘C=T+T, comedia es igual a tragedia+tiempo’. Por eso de Lincoln no se podía reír nadie cuando lo mataron, pero una vez que pasa el tiempo, pues te distancias. Tú ves a dos enamorados y ellos son muy trascendentales, pero visto de lejos son un poco ridículos, porque son cursis, son exagerados, de qué van estos, pero claro, depende de cómo lo veas. 

La gente que se toma en serio a sí misma no puede tener sentido del humor.

¿Es el humor una buena herramienta para contar las cosas, hasta las más duras, las tragedias? 

Sin duda. Ya que hemos hablado de Woody Allen, en Delitos y faltas en realidad te está contando la historia del mal, un crimen, una traición, es terrible lo que cuenta, pero te lo cuenta desde el humor y entonces te ríes. Pero claro, te ríes y te queda el rictus de decir ‘joder, lo que me está contando este’. El humor es vía de conocimiento, es fundamental, queda suspendido a la sentimentalidad. Donde hay emoción no hay humor, el humor elimina toda emoción. En cuanto aparece la emoción el humor desaparece, el humor es pura razón, es pura intelectualidad, es pura racionalidad, el humor siempre es racional. Desde el humor, desde esa distancia, desde la racionalidad puedes desenmascarar y puedes mostrar, pero esto de siempre, Molière, Aristófanes y tantos otros. Y otros que lo mezclan, que a mí la mezcla me parece estupenda, Chéjov por ejemplo.

Mientras yo he escrito he tenido la sensación de que estaba escribiendo algo cómico, y me he reído mucho con este hombre, me hace mucha gracia. Es una mezcla de sabiduría y de extravagancia, porque por un lado es extravagante pero, coño, también sabe mucho y de vez en cuando también da en la diana. Yo me lo he pasado muy bien escribiéndolo y además creo que esta novela no la he escrito yo, la ha escrito él, el tal Marcial. Porque él me ha llevado, su música, su voz, el individuo que te da la brasa en la taberna. He visto como un torrente verbal que se me venía encima con este. Me levantaba por las mañanas y decía ‘jolín, ahí sigue contándome’. Es como esos actores que se han metido tanto en el personaje que el personaje vale más que el actor, que es más fuerte. Yo lo único que hacía era estar a su servicio. Y esa libertad con la que él habla me ha gustado mucho, sobre todo en estos tiempos en los que es tan difícil hablar con libertad. Pero bueno, como está enmascarado en el humor puedes decir cosas que de otra manera no podrías. 

¿Es también un buen vehículo para eso?

Yo creo que sí, porque es que si no… se ha tomado todo con mucha solemnidad, no puedes decir nada…

¿Nos falta un poco de humor? ¿De tomarnos las cosas menos a la tremenda?

Yo creo que sin duda. Y ser un poco más humanos y pensar que, no sé… no sé cómo explicarlo pero la piedad es una palabra muy importante, tener un poco de piedad con lo que la gente dice. Ser un poco más conscientes de las debilidades humanas, más tolerancia. 

¿Quizás vamos demasiado rápido? 

Esa es otra historia, sí. Eso lo decía Nietzsche, que tenemos que encontrar nuestro ritmo de vida, él decía, ‘El Danubio va a su ritmo, el Ganges va a su ritmo’. Y entonces todos tenemos que encontrar nuestro ritmo, bueno pues ahora nuestro ritmo es un torrente disparatado, es una locura. No podemos pensar. Para pensar hace falta lentitud, sin lentitud no vamos a ningún lado. Es que el pensamiento no funciona, se colapsa. Esta rapidez, que en realidad es consumo de mercancías, es como comida rápida, es atiborrarnos.

Todo lo que se mira con lentitud de pronto resplandece.

Siempre que he sido profesor, a mis alumnos intentaba educarlos, invitarlos y explicarles lo satisfactoria que es la lentitud cuando te habitúas a ella y la cantidad de cosas que encuentras, de pequeños tesoros. Siempre les decía, ‘Los girasoles estaban ahí por el mundo, nadie descubrió su belleza hasta que llegó Van Gogh’, pero porque fijó la mirada y para fijar la mirada hace falta lentitud. Les decía ‘ya veréis que todo lo que se mira con lentitud de pronto resplandece’. Porque además proyectas tus experiencias y todo. Es como hay que vivir, si es que quieres vivir de primera mano y quieres ser tú. 

Marcial habla de flechazos de odio con una persona y se dice mucho esto de que no hay nada que una más que odiar a la misma persona o el mismo concepto o idea, ¿es más potente el odio que el amor? 

No, no lo creo. No quiero creerlo, aunque si uno lee un manual de Historia quizá es posible que el odio sea más fuerte. Pero yo siempre pienso que sin amor el mundo sería inhabitable, ya bastante crueldad hay en todos nosotros. Lo que pasa es que cuando hablo de amor no hablo del amor de pareja necesariamente, porque es que siempre se habla del amor de pareja. Las canciones, los programas de televisión… Es el amor de pareja porque además está el morbo de lo erótico, del deseo, del sexo, claro, y del cotilleo y de meterte en alcobas ajenas y todo esto. Pero hay muchos modos de amor a tantas cosas... Yo cuando voy a la plaza de Olavide y veo jugar a los niños es que me lleno de amor por ellos. Correr, jugar, esa alegría que tienen, me recuerda a mi infancia. El amor al arte, el amor a la lectura, el amor a una buena película, yo qué sé, el amor a la mosca que va volando. Es el enamorarte de la vida en definitiva, el amar la vida en todas sus manifestaciones. Pero claro también existe el odio y también existe el mal, y la lucha entre el bien y el mal es muy vieja, en toda la historia de la humanidad.

¿Crees que hay demasiado odio a día de hoy en nuestra sociedad?

Sí, sí, sí. Lo detecto en los telediarios, en los periódicos, incluso odio no solamente en la clase política, también en la clase periodística. Se ha deteriorado, creo bastante, el periodismo. Está todo lleno de rencores, de ajustes de cuentas de ‘te vas a enterar’, esa cosa cainita que a veces encontramos en el hombre. Pero fíjate que creo que no se detecta en la calle, yo paso por el barrio y hablo con la gente…

¿Y no cala ese odio de la clase política en la gente?

Creo que cala menos de lo que se piensa, por suerte. Es un poco la lucha de poder, que está todos los días en las redes y ahí es donde aparece el odio. Y uno tiene la tentación de decir que ese odio está en la calle, está en todo, y no es verdad. 

¿La burbuja de Twitter?

Y de la política. La política venenosa y tóxica que tenemos en este país. Entonces se piensa que vivimos en un país infectado de odio, pero yo creo que no porque en mi trato con la gente, cuando voy y vengo como cualquiera, y hablo con otros, no creo en absoluto que esto pase en la sociedad. Esto pasa en ese tipo de clase que se disputa el poder, el poder tanto de la audiencia de los medios como de los votantes en la política. Algo se filtra, es inevitable, y tanto cae la gota que uno tiene que tomar partido, contra unos o contra otros. 

Se piensa que vivimos en un país infectado de odio, pero yo creo que no.

¿Es todo ahora blanco o negro? ¿Nos hemos quedado sin medias tintas?

Depende a qué se refiera uno. Me parece que alguien tiene derecho a no saber y que, como decía Camus, alguien tiene derecho a no hablar. Tiene derecho al silencio, claro que sí. Otra cosa es cuando son casos morales, cuando te hablan del terrorismo y cosas de estas. En ese caso creo que el silencio es una posición o un encogimiento de hombros que no es de recibo. 

Marcial está muy marcado por su infancia, ¿cuánto nos influye esa etapa?

Ah, mucho, yo creo que mucho, aunque eso cada cual tendrá que decirlo. Pero yo creo que en general la infancia nos hace, salimos ya como el pan del horno casi, estamos ya casi a punto de cocción. Lo que somos en la infancia y un poco en la adolescencia es lo que vamos a ser para el resto de nuestra vida. Nuestro carácter se hace en esos años, y esas experiencias que vivimos en la infancia y un poco en la adolescencia, donde vemos las cosas por primera vez. Es algo que creo que queda ya para siempre, esa primera mirada, la primera vez que escuchas una banda de música, la primera vez que ves llover, que tu padre te riñe. 

Incluso de las que no eres consciente…

Por supuesto, claro. Es que hay un tipo de memoria irracional que es la que nutre realmente la cosa creativa. Porque bueno, la memoria racional ya sabemos lo que es, pero hay muchas más cosas, está la memoria de los sentidos. Yo me acuerdo cuando tocaba la guitarra, que a veces me olvidaba de algo y tenía un primo que era mi maestro y me decía: ‘Primo, mira, tú no pienses, no intentes acordarte, deja que las manos sean las que se acuerden’. Y las manos encontraban el camino, los sentidos saben. Hay una memoria de los sentidos, de sonidos, pero está tan oculta que la razón no tiene acceso a esa parte de la memoria pero a la hora de escribir, a la hora de hacer música, de soñar, incluso a la hora de hablar, es una cosa que te está alimentando continuamente y que surge, lo que pasa es que no tenemos acceso a eso ni somos dueños de esas experiencias, fundacionales muchas de ellas. 

Muchos escritores o creadores han dicho que la pandemia ha estimulado su creatividad o que les ha venido bien estar tiempo en casa y trabajar, ¿es tu caso?

No, no, porque en mi caso soy animal de madriguera. Siempre he vivido confinado (risas). Para mí ha sido una bendición casi porque así tenía la coartada perfecta para no salir de casa, pero tampoco lo he pasado bien porque el panorama que se veía, pues te puedes imaginar. Yo soy una persona profundamente solitaria, lo cual no significa que sea asocial, yo me lo paso muy bien con la gente y con los amigos. Soy muy divertido, incluso en las sobremesas cuento chistes, me río mucho, canto canciones, me lo paso bien con al gente, no soy asocial ni nada de esto, solamente que me gusta estar solo. Necesito los momentos de soledad como el drogadicto su dosis diaria, sobre todo cuando estoy con gente y hablo mucho, necesito una dosis de silencio en vena, de recogerme.

Para terminar, no sé si nos puedes contar algo sobre algún nuevo proyecto a la vista en el que estés trabajando 

No, tengo ahí un cuaderno con algunas ideas, pero muy incipiente todo. En algún momento yo volveré a escribir, pero ahora estoy cansado de escribir. He escrito dos libros muy seguidos y estoy un poco cansado, no tengo ganas. Pero cuando pase la promoción y vuelva un poco a la normalidad, espero, si no me pilla el Alzheimer, claro que volveré. Porque yo no sé vivir sin escribir, para mí escribir es como respirar. 

MOSTRAR BIOGRAFíA

Uxía Prieto es redactora de Life en El HuffPost, en Madrid. Escribe sobre cultura, moda o estilo de vida. Es graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela y posteriormente estudió el Máster en Periodismo Cultural de la Universidad CEU San Pablo. Puedes contactar con ella escribiendo a: uxia.prieto@huffpost.es