Luis García Montero: "Lo que ha legitimado en Andalucía el discurso de Vox y el discurso racista es el odio a Cataluña"
El poeta presenta su libro 'Prometeo', una reinterpretación teatral del mito clásico.
Hace apenas unos días, el Teatro Español de Madrid se rendía ante Almudena Grandes en un simbólico homenaje en el que hasta Joaquín Sabina se quitó el sombrero. Allí, en primera plana, su eterno acompañante, el poeta Luis García Montero, veía emocionado cómo ese Madrid al que escribía su mujer la reconocía como Hija Predilecta.
Esta experiencia le ha servido al escritor para valorar mucho más los días y meses previos al fallecimiento de Grandes que, gracias a una reflexión del también poeta Joan Margarit, los ha calificado como “los más felices de su vida”.
Días después de esta catarsis, García Montero llega a su entrevista con El HuffPost sin perder su sonrisa y su calma habitual, no por ello cortándose a la hora de analizar la sociedad actual a través de Prometeo, el mito clásico recogido por Esquilo. Con la novela fantástica La historia de Excenion (Ediciones Atlantis) de Patricia Prats, bajo el brazo, el escritor es sinónimo de patrimonio de la literatura española y de defensa de la misma sin importar géneros, edad o estilo.
El poeta y director del Instituto Cervantes presenta Prometeo (Alfaguara), una reinterpretación del mito clásico en una obra de teatro creada para el Festival de Mérida.
En ella, García Montero aborda temas que le suponen una preocupación en la sociedad actual: la caída de la democracia y la política, la pérdida de valor que tiene la sociedad, la mercantilización del tiempo o la falta de diálogos intergeneracional en la sociedad actual. Porque, como él mismo dice, para ver con distancia la sociedad actual hay que volver a los clásicos.
En Prometeo el lector puede encontrar poesía, teatro —que usted toma las palabras de Lorca y lo define como poesía que se levanta y se hace humana—, mucha reflexión y hasta un manual de instrucciones para la vida. ¿Cómo definiría usted este libro?
Fue un encargo de José Carlos Plaza, que me encargó la versión de Prometeo para representarlo en el Festival de Teatro de Mérida. Y a partir de ahí, yo hice el trabajo. Cuando uno dialoga con los clásicos, dialoga desde el presente. El sentido de los clásicos es utilizarlos para reflexionar sobre el presente en el que vivimos y también para pedir las palabras. Porque hay veces que necesitas palabras, porque te quedas sin palabras, porque el lenguaje se ensucia. Y para volver a la realidad y al conocimiento, a veces necesitas la ayuda de un clásico que te preste unas palabras y una mirada que te saquen de la confusión. Entonces lo hice así.
Con el Prometeo quise plantear una serie de problemas que ahora me preocupan en esta sociedad. Por ejemplo, la historia del progreso humano; por ejemplo, las dinámicas que hacen que el progreso no se ponga al servicio de la dignidad del ser humano, sino al servicio de la mercantilización de todo. Por ejemplo, una razón que a veces rompa sus lazos con los sentimientos y una técnica que en vez de trabajar para el ser humano y para su dignidad, se convierta en un ámbito de destrucción masiva o de sentimientos que se van de las razones y se convierten en mecanismos populistas que lo que provocan son odios, supremacismos, movimientos irracionales…Todo eso son cosas que me preocupan del mundo en el que vivo y del futuro de la democracia. Por ejemplo, la palabra libertad.
Se le está dando un uso perverso en ciertos sectores de la derecha, ¿por eso es necesario advertir de que no es “la ley del más fuerte”?
El uso que se le está dando a la palabra libertad, que yo creo que es un valor fundamental para el siglo, para la democracia, pero que de pronto se está convirtiendo como en una invitación a la prepotencia, a la ley del más fuerte, la ley de la selva y sálvese quien pueda. Entonces, la libertad que la modernidad nació unida a la igualdad y a la fraternidad, pues aquí está huyendo hacia la prepotencia y separándose de la fraternidad y de la igualdad. Todas esas cosas me preocupan. Me preocupa que la dinámica contemporánea, la perversión de las palabras, sea el acompañamiento de la perversión de procesos graves. Por ejemplo, el siglo XX vivió cómo la palabra socialismo se convirtió en una invitación al terror representado por el estalinismo. En cuanto el socialismo se separa de la libertad, se cae en unas tiranías horrorosas. Ahora, cuando la libertad se separa de la igualdad, pues se cae en sociedades injustísimas, donde la mayoría se empobrece, donde se destruyen los servicios públicos y se impera con la ley del más fuerte.
Bueno, todas esas cosas me preocupaban y me preocupaba también algo que tiene que ver con el concepto del tiempo. La sociedad en la que vivimos, lo mercantiliza todo y mercantiliza también, no solo las cosas concretas, sino las ideas y los ejes culturales. Y hemos mercantilizado el tiempo hasta el punto de convertirlo en un objeto de usar y tirar. Hay una prisa vertiginosa, una celebración del instante y una pérdida de responsabilidad absoluta. Hoy alguien dice una mentira y el mundo va tan rápido que al día siguiente ya no se considera obligado a pagar la factura de su mentira, ni, entre otras cosas, porque ya seguro que a las 24 horas ha salido dos mentiras más y el ruido ha tapado el primer ruido. Entonces, lo de la mercantilización del tiempo me interesó porque el diálogo con los clásicos supone algo que tiene que ver con una manera distinta de pensar el tiempo. No es un objeto de usar y tirar.
Nosotros estamos sentados en torno a una hoguera. Somos la tribu humana. Las historias que nos cuentan desde el pasado las recibimos como herencia y se las pasamos a las generaciones siguientes como compromiso de futuro. Y cada generación va enriqueciendo esa herencia y va aportando sus propias necesidades a esa herencia humana, donde el mejor compromiso con el futuro es saber mantener la memoria del pasado. Ese es un poco el sentido de hacer una versión de un clásico que se escribió hace siglos. Actualizar en el presente la herencia del pasado. Bueno, te hablo de la mercantilización del tiempo, porque uno de los problemas fundamentales que yo veo en la sociedad contemporánea y en el vértigo contemporáneo es la ruptura de diálogos generacionales: hay muchas personas que miran el mundo y que lo ven ya como algo ajeno, porque el mundo ha evolucionado tanto que se han quedado trasnochadas. Y yo estoy muy acostumbrado a oír viejos cascarrabias, muchos viejos que se creen que los jóvenes son tontos porque no viven con los valores que tenían ellos. Pero claro, es que lo que no conocen ellos es cuál es la experiencia de la realidad y del presente en la que están viviendo esos jóvenes.
Por otra parte, la falta de diálogo generacional provoca también jóvenes hedonistas y jóvenes adánicos, jóvenes que participan en la sociedad de consumo y en el hedonismo de las sociedades de consumo desde un punto de vista adánico. El mundo empieza conmigo: yo me lo estoy inventando todo, no tengo nada que aprender de los mayores, de la herencia del pasado, porque conmigo empieza el periodismo, la poesía, la política…Todo. Entonces, entre viejos cascarrabias y jóvenes adánicos es muy difícil establecer un diálogo. Te cuento todas estas cosas porque todas estas cosas son las que yo tenía en la cabeza cuando dije que sí y me puse a trabajar en el Prometeo. ¿Qué es lo que ocurre? Que otra de las cosas que a mí me ha enseñado la vida y la literatura es que no es lo mismo un panfleto que una obra artística que lo que intenta recrear, con un trasfondo histórico y ético, valores humanos. Entonces, todo este rollo que te estoy contando del tiempo mercantilizado, del diálogo generacional, pues no quería ponerlo como una consigna en la obra de teatro.
Entonces, cuando te pones a hacer una obra de arte, lo que tomas son decisiones que tienen que ver con el arte. Por ejemplo, el miedo a las repercusiones de la fractura del diálogo generacional me lo planteé de la manera siguiente y ¿si en vez de dar un rollo sobre la mercantilización del tiempo, lo que hago es coger a Prometeo y dividirlo en dos? Entonces hay un joven Prometeo recién capturado por Zeus, que quiere guardar el secreto, que puede darle una esperanza a los seres humanos, que acepta el castigo, pero que de pronto mira los seres humanos y ve las catástrofes, las guerras, las miseria y demás y se cuestiona “¿pero yo voy a sufrir un castigo por esta gente que se está matando entre sí, que son muy bárbaros?”. Y tiene al lado un anciano con el que habla y a lo largo de la obra descubre que ese anciano es él mismo desdoblado, cuando ya han pasado los siglos a través de él y tiene una experiencia del paso del tiempo y lo que se establece es un diálogo entre el Prometeo joven del Prometeo anciano para intentar ver qué motivos hay para mantener la esperanza, mantener la resistencia, mantener la fe en los seres humanos y no fijarse sólo en las barbaridades que hacen, sino también en el derecho que tienen al amor, a la vida, a la esperanza.
Menciona en el libro que estamos viviendo una crisis profunda de interior, las ilusiones sociales, ¿por qué cree que está desilusionada la sociedad?
Creo que hay varias cosas que hay que tener en cuenta y este Prometeo surge en un momento donde la extrema derecha está cogiendo protagonismo en Europa y por eso la prevención ante las dogmas de la gente totalitaria y dogmática. Este Prometeo surge en un momento donde hay una diferencia abismal entre las élites y las mayorías, o entre el primer mundo y el tercer mundo. Es un Prometeo que puede que surge en un tiempo donde existen las pateras y donde todos los años hay miles de ahogados en el Mediterráneo porque intentan huir de su pobreza para llegar a Europa. Entonces, ese es el entorno en el que surge este Prometeo y nos invita a pensar en la realidad de la democracia.
Por ejemplo, el desprestigio de la política, que es el verdadero enemigo de la democracia, creo que se puede explicar por muchos matices. Primero, la política y el Estado tienen sentido cuando amparan a su ciudadanía. Si se convive con una lógica económica en la que se genera pobreza, miseria, pues la ciudadanía no se siente amparada y alguien que no llega a fin de mes o que está en la pobreza más absoluta, es muy fácil engañarlo diciendo tu enemigo es el emigrante de África que llega porque te va a quitar tu puesto de trabajo.
Y entonces se le olvida que la responsabilidad de su situación económica es de unas élites económicas muy avariciosa y acaba pagando el pato con el pobre emigrante que está tan mal como él porque la discusión económica, social se sustituye por una discusión identitaria supremacista de “yo soy de aquí, tú eres migrante, etcétera”. Y entonces ahí la política empieza a entrar en sospecha. La política sigue en sospecha cuando hay casos de corrupción y ve la gente que hay mala utilización del dinero público; la política entra en sospecha cuando no se pasa factura por la mentira, todo es tan rápido que hay alguien que dice una mentira y esa mentira no le pasa factura, porque al día siguiente ya hay otra declaración y otra declaración. The New York Times acusó a Donald Trump de lanzar 30 mentiras diarias en Twitter y su jefa de gabinete dijo que “el presidente no hacía mentiras, sino realidades alternativas”.
Ejemplo de cómo la alteración semántica y del lenguaje construye el relato, ¿no?
¿Cuál es la lógica del lenguaje? La manipulación del lenguaje, el eufemismo. Pero también, fíjate, una dinámica provocada porque si no se le exige responsabilidad al mentiroso es porque lo que se ha generado la idea de que todos son iguales, todos mienten, qué se puede esperar de un político. Es otra forma de desprestigiar a la política: todos son iguales, todos roban. Cuando te planteas, por ejemplo, cómo la gente puede votar a alguien que está tomando decisiones contra la sanidad pública, contra la educación pública, que está favoreciendo a las élites frente al bien común. Bueno, pues si te ha tocado esperar en una sala de un hospital a que te traten cuando llevan de retraso media hora, sale la discusión de “qué mal está la sanidad y como se está degradando la sanidad”. Y tarda poco en la discusión a que alguien diga “es que todos son iguales” y entonces parece que todos son iguales.
Entonces lo que entra en sospecha no es el sinvergüenza que esta mintiendo o el político neoliberal que destruye los servicios públicos para favorecer a los intereses privados o a los amigos privados, sino entra en sospecha la política, la idea de que todos son iguales y cuesta mucho trabajo decir que no es verdad, que no todos son iguales, y cuesta mucho trabajo decir que no todo el mundo miente.
En ese sentido se producen cosas como la de la perversión del lenguaje que hemos hablado antes en la facilidad con la que alguien convierte la “libertad” que es un reclamo de la democracia en justificar la ley del más fuerte e incluso defender la herencia de una dictadura como la del franquismo.
Estamos viviendo una época de neoliberalismo salvaje y en el libro señala que le recuerda al estalinismo, ¿piensa eso de que los extremos se tocan?
El libro trata sobre la necesidad después de la pandemia y de la posmodernidad, de darle una segunda oportunidad a la razón y a la democracia. Y en ese sentido, lo que se analiza es también los procesos de perversión de la modernidad que la condujeron al fracaso. Por ejemplo, yo creo que la palabra socialismo es una palabra integrada en el lema libertad, igualdad, fraternidad, porque se trata de defender la libertad, pero en un ámbito de igualdades que generen fraternidad y sentido de pertenencia. Creo en el sentido de pertenencia porque si no tiene sentido de pertenencia e identidad, te da igual lo que le pase a la vecina del quinto o que se muera de hambre el vecino del primero. Pero de pronto hubo todo un proceso por el cual se pervirtió la palabra socialismo y se convirtió en una excusa de cómo estamos luchando por la igualdad en el futuro, el fin justifica los medios, “yo tengo razón y yo impongo una dictadura terrorífica y someto a mi verdad única la convivencia de la gente y acabo con la libertad”.
Así se generó el terror estalinista. Bueno, ahora me parece que en la cultura neoliberal se está dando el proceso contrario, no entorno a la palabra socialismo, sino en torno a la palabra libertad. Y están dinamitando ese triángulo de la modernidad de libertad, igualdad y fraternidad. El que considera que la libertad es la “ley del más fuerte”, el que considera que la libertad es ganar lo máximo posible. El que considera que la libertad es no tener responsabilidades sociales. Y por tanto, si yo gano mucho dinero, pues no pago impuestos y quiero que me quite los impuestos. El que considera que la libertad es hacer lo que te sale de las narices y no preocuparte por el cuidado de los demás, pues está generando una dinámica de pobrezas terroríficas, de injusticias terroríficas y de muertes como las que han sucedido las residencias de ancianos en Madrid durante la pandemia o las que suceden cada día en las costas de Europa, en el Mar Mediterráneo.
Y hablando de política, como granadino, ya que este domingo hay elecciones en Andalucía, ¿qué perspectiva tiene?
No lo sé. Las encuestas señalan que va a subir Vox y que es posible una victoria del Partido Popular, que tendrá que negociar con Vox y abrirle la puerta una vez más a la extrema derecha, cosa que a mí me preocupa mucho. Tengo unas ideas sociales y, dentro de la democracia, puedo discutir con un neoliberal. Si él piensa que es mejor para la sanidad potenciar los hospitales privados que los públicos, yo pienso que es mejor asegurar una salida para todos de los hospitales públicos, pero se puede discutir políticamente. Cuando ya la discusión es imposible es cuando se deja entrar a la extrema derecha, al autoritarismo y a la destrucción de las instituciones democráticas. Y eso es lo que se produce cuando se deja entrar a Vox en un espacio público donde se impone el machismo, el clasismo, el racismo y el supremacismo. Entonces, fíjate, yo pertenezco a una generación que luchó para el paso de la democracia, desde la dictadura a la democracia. El 28 de febrero de 1980 los andaluces salimos a votar masivamente para tener un estatuto de autonomía equiparable al Estatuto de Autonomía Catalán o el Estatuto de Autonomía Vasco.
¿Por qué? Porque habíamos sufrido la gran paradoja del franquismo que es que el franquismo utilizaba la cultura andaluza como cultura nacional: las palmas, el tablao, el flamenco, la copla…Sin embargo, sometía a la sociedad andaluza a una explotación que la conducía al hambre y a la necesidad de ganarse la vida emigrando hacia Cataluña o hacia el norte. Entonces, frente a eso, hubo en aquella apuesta por el Estatuto de Autonomía una conciencia de que los derechos y las dignidades de clase económicas de Andalucía dependían de que tuviésemos un trato parecido al de Cataluña. Y en ese sentido se votó por la igualdad entre territorios españoles que permitiera la de la dignidad económica y el progreso en la convivencia de los territorios españoles. Ahora lo que se está produciendo es una cosa muy distinta. El ascenso de la extrema derecha en Andalucía responde a un fenómeno muy preciso. Porque fíjate que la economía andaluza, la presencia de la emigración, de los trabajadores temporales marroquíes o que vienen de África es de antiguo y no había legitimado nunca un discurso supremacista racista. Lo que ha legitimado en Andalucía el discurso de Vox y el discurso racista es el odio a Cataluña provocado por el proceso del independentismo catalán.
Lo que me encuentro ahora es que ahí está Vox, que quiere sustituir el discurso de la identidad andaluza, que se vivió en el año 80 en Andalucía que era el orgullo de ser andaluz para ser tratado en condiciones iguales, democráticas y progresistas con el resto de España. Ahora hay unos discursos andalucistas que lo que tienen que ver es más con que el odio a Cataluña, con el desprecio a Cataluña, con la no convivencia con Cataluña provocadas por la antipatía que ha despertado el independentismo. Y en ese sentido me hace mucha gracia los andaluces que se están volviendo, los caciquillos y los señoritos de Andalucía, porque están volviendo a la cultura franquista del tablao y el flamenco que cubría la explotación económica real del pueblo andaluz.
¿Cómo ha vivido el homenaje a Almudena Grandes en la Feria del Libro y el acto de nombramiento como Hija Predilecta de Madrid?
Mira, la Feria del Libro este año ha sido una celebración porque después de la pandemia se han alcanzado visitas y resultados económicos para las editoriales y las librerías, que están incluso por encima de la última feria antes de la pandemia. Ha sido un éxito. La gente tenía ganas de reunirse, de celebrar el libro y lo hemos pasado bien.
Desde el punto de vista personal, he vivido la ausencia de Almudena agradeciendo el homenaje que le preparó la Feria del Libro, donde lectores recordaron la presencia de Almudena en la feria. Y después, echándola de menos, pues a la hora de distribuirnos con los amigos editores o los lectores y los libreros, pues el tiempo y esa comida que hacía entre firma y firma. Bueno, pues la vida cotidiana genera conciencia de lo ausente. Y, para nosotros, la Feria del Libro era parte de la vida cotidiana. Y después, lo que sí fue muy emocionante fue el poder ir con mis hijos a recibir el nombramiento de Hija Predilecta, un nombramiento que hace el Ayuntamiento, que es la institución que nos representa a todos los hombres y todas las mujeres que vivimos en Madrid.
Le hubiera hecho mucha ilusión Almudena, porque era muy madrileña, de quinta generación. Sus recuerdos estaban muy unidos a Madrid y su literatura es una literatura que protagonizada por Madrid. Le habría hecho mucha mucha ilusión. Me emocionó mucho el calor popular. Y lo digo el calor literalmente, porque cuando llegué al teatro —que iba a ensayar una cosa con la periodista Rosa Torres Pardo, llegué a la cinco, dos horas antes—, me asustó ver las colas que había ya para entrar en el teatro debajo del sol de justicia, como el del lunes a las 14:30. El calor y la emoción con la que respondió al recuerdo de Almudena, la gente, los madrileños, la madrileña, los amigos… para mí fue muy emotivo. Como fue muy emotivo también que se pudiera hacer el acto en el Teatro Español, porque es un espacio de referencia del Ayuntamiento de Madrid en lo que se refiere a cultura y porque estaba muy unida a Almudena, porque Almudena colaboró mucho con el Teatro Español, participando en tertulias y colaborando con los programas culturales.
Estoy agradecido a la institución que nos representa a todos. Muy agradecido al Ayuntamiento de Madrid y a la ciudadanía de Madrid. Le doy las gracias en nombre de la familia, a todo el mundo. Y la verdad, no me influyó nada algún comportamiento personal que no entra. No lo asocio a mis preocupaciones.
Precisamente esas ausencias institucionales dieron mucho que hablar, dijo que había recibido un mensaje de Begoña Villacís explicándole su ausencia, ¿lo recibió también de Almeida?
No, del alcalde no solo no recibí mensaje ninguno, sino que leí en la prensa primero el desprecio a la calidad literaria de Almudena y después el decir que iba a darle el título por un compadreo político para sacar adelante los presupuestos, pero que no consideraba con méritos a Almudena. O sea que él [Almeida] ha tenido declaraciones muy zafias, pero afortunadamente él no es el Ayuntamiento de Madrid y yo agradezco a todas las personas que votaron a favor y a las que llevaron la iniciativa de buscar el camino para sacarlo. Se lo agradezco mucho.
Ahora soy director del Instituto Cervantes y yo tengo una ideología bastante clara desde que entré a militar contra el franquismo en los años 70 en la universidad. Me he presentado en Madrid a las elecciones por Izquierda Unida y yo celebré la formación de gobierno de coalición y fui nombrado director del Instituto Cervantes por el Gobierno de coalición. Mi personalidad política no la escondo porque sería imposible. Ahora, cuando represento a una institución, no represento a mi ideología política. Y cuando defiendo al español, no represento a mi ideología política.
Si tenemos que hacer un homenaje a la poesía española, pues en la Caja de las Letras están tanto José Agustín Goytisolo, un poeta que representó una parte de la lucha del antifranquismo y está Luis Rosales, un poeta identificado con el franquismo. Y me parece un sinvergüenza quien quiera quitarle méritos poéticos a Luis Rosales, porque es un poeta como la copa de un pino y lo que pensara políticamente era asunto suyo. Entonces yo me sentiría muy incómodo si dejase que mi ideología política interfiriera la actividad de una institución que es de toda la ciudadanía, piense lo que piense. Y desde luego, me daría mucha vergüenza que alguien que quisiera quitarle mérito a libros como La casa encendida o como El diario de una resurrección, obra maestra de Luis Rosales. Porque de pronto hubiera hecho la guerra de parte del franquismo.
En estos casos es mejor, como decía, ¿ser nube amable?
Bueno, es que en ese sentido, frente al trabajo diario difícil, pues la mejor manera es sentirse nube e intentar hacer el bien para todo el mundo, porque tú representas a la institución en general. Utilizar la institución para hacer sectarismo político me parece un disparate.
Contó usted que los días cuidando de su mujer han sido los más felices de su vida. ¿Qué aprendió de esa etapa?
No, yo escribí un poema dialogando en ese sentido, con el recuerdo de la enfermedad de Almudena y con un poeta muy amigo mío que también murió de cáncer, Joan Margarit. En su último libro, Animal de bosque, él llegó a plantearse que después de sentirse cuidado, querido, de rodearse de las cosas importantes de la vida, había llegado el sentimiento de paz y tranquilidad y que iba a reconocer que el último día de su vida iba a ser uno de los más felices de su vida. Bueno, pues yo quería contar algo parecido.
Existe el sufrimiento, desde luego. Pero cuando se produce la muerte y cuando llega el recuerdo, el tiempo en el que has podido convivir, en el que te has podido cuidar, en el que has acompañado a alguien a la enfermedad o en el que alguien enfermo ha intentado que no sufras mostrándote bueno, pues oportunidades de la vida y celebración de la vida en ese momento. Pues uno se queda con las cosas más importantes, se puede decir que son de los años más felices de tu vida por tener la posibilidad de haber podido cuidar a quien quieres.
Cuando llega la muerte y alguien hace ejercicio de conciencia, descubre que el sentido de la convivencia humana es la debilidad. Llega la muerte y la enfermedad, y todo el prepotente que se cree por encima del bien y del mal sabe que esto se ha acabado y se ha acabado. Y lo que puede tener es una terrible amargura y una indignación por descubrir que eso de los dioses no va con él y que uno se muere y se muere. Ahora, quien comprende que la vida no se forma en la prepotencia, sino en la necesidad que provoca la debilidad, la necesidad de cuidar, de ser cuidado, de compartir cosas, puede llegar un momento en el que le dé sentido a la vida y donde no importen las derrotas, no importe no haber llegado a donde lo quería, porque siempre está la justificación de haber sabido cuidar y haber sabido cuidarse. Esa ética de la debilidad y de la vulnerabilidad es una ética que le da sentido a la existencia.
Como director del Instituto Cervantes, tanto que se ha hablado de la Oficina del Español, ¿han tenido alguna relación?
Sí, hemos tenido relación. Vino su director, Toni Cantó, y estuvimos viendo posibilidades de colaboración y también disposición absoluta con la consejera de de Cultura, con Marta Rivera de la Cruz, que es novelista y que pertenece al mundo de la literatura. Cuando se puso en marcha esta iniciativa, que causó revuelo claramente, dije que la celebraba porque en España estamos tan poco acostumbrados a que se invierta en cultura, que cualquier inversión la celebro y que me ponía a la disposición de la Oficina del Español. Como estamos a disposición de todas las universidades españolas y de todas las instituciones autonómicas que quieren favorecer el turismo idiomático, que quieren llevar al extranjero a su propia cultura o que quieren atraer del extranjero a sus ciudades, la cultura a turistas o a personalidades. Me puse a su servicio.
Lo único que recordé son los años de experiencia y, que a veces las imprudencias se pagan. Por ejemplo, cuando se puso en marcha la idea de España global y el español global, que se puso el Marca España, el español marca España. Un momento, no ofendan ustedes que somos el 8% del idioma, es decir, que somos el cuarto país en número de hablantes, que hay más hablantes nativos del español en México, donde se acercan a los 130 millones. Después, en Estados Unidos, donde ya hay 60 millones de hablantes nativos de español, después Colombia y después nosotros.
No ofenda usted a los mexicanos diciendo que el español es una marca España, porque es la gran riqueza de una comunidad formada por 500 millones de hablantes nativos. Es la segunda lengua de hablantes nativos después del chino mandarín y la segunda lengua en cultura después del inglés. Entonces, vamos a celebrar la fuerza que nos da una comunidad de 500 millones de hablantes y no vayamos a generar ofensa contra países latinoamericanos, como si el español no fuese cosa suya.
¿Y qué opina del lenguaje inclusivo?
Vamos a ver, creo que el lenguaje depende de la sociedad. Está unido a ella y la mejor manera de que el lenguaje deje de ser machista es que la sociedad deje de ser machista. Y que hay un camino de ida y vuelta en el que conviene utilizar el sentido común para que el lenguaje no deje de ser un espacio público, que es lo que es una lengua materna: un espacio público en el que nos relacionamos con la comunidad, nos relacionamos con la vida. Es el sitio donde aprendemos a decir “madre, tengo hambre, tengo frío, cuídame”. Entonces, creo que conforme la sociedad toma conciencia de las desigualdades —y España es un país que ha avanzado mucho en la lucha por la igualdad— el lenguaje va depurándose la carga machista que tenía.
Por ejemplo, antes se decía el presidente Margaret Thatcher, después se pasó a decir la presidente Margaret Thatcher y ya se dice con normalidad la presidenta Margaret Thatcher. En muchas de las definiciones del diccionario de la Academia, se me ocurre un ejemplo que no tiene nada que ver, por ejemplo, “Medicina, sabiduría a través de la actividad a la que se dedica el hombre que se dedica a la medicina”. No, porque hay también mujeres médicas y se puede decir la médico o la médica tranquilamente, ¿no? O sea que se va avanzando.
Después, aunque haya gente que le moleste, pues como la lengua tiene una realización práctica y yo estoy acostumbrado a moverme en ámbitos inclusivos, pues a la hora de decir “amigos y amigas”, me siento muy cómodo. Ya sé que gramaticalmente el plural masculino incluye también al femenino. Pero como yo hablo en contextos donde la gente necesita sentirse incluida, pues me siento muy cómodo diciendo “amigos, amigas, alumnos, alumnas, queridos, queridas”. Es una repetición. Bueno, es un recurso para potenciar la expresividad del lenguaje. Cuando Federico García Lorca dice que la luna baja a la fragua, pues no sólo está hablando de la luna, sino que está hablando de la muerte también porque las palabras expresan cosas. Bueno, pues al decir amigos y amigas, estoy diciendo que soy consciente de que el lenguaje puede utilizarse de manera poco inclusiva y yo quiero ser inclusivo. Con naturalidad y poco a poco, estoy convencido que todo esto se va a imponer.
Lo que sí me preocupa, porque creo que tiene malas repercusiones, son algunas invenciones de élites universitarias, que rompen el lenguaje como patrimonio común y que caen en manos del enemigo para ridiculizarlos. Por ejemplo, mi madre tiene 86 años, se educó en el franquismo y tiene nietas —aunque sigue teniendo su herencia franquista y sus hábitos, muchas veces machistas— el explicarle que hay que tratar por igual a los hombres y a las mujeres y que la mesa la tiene que quitar tanto los nietos como las nietas, eso ella lo comprende. Ahora, si yo en vez de decirte nietos y nietas, digo nietes, entonces lo que va a considerar es que esto del feminismo es una tontería. Y no solo eso, sino que es lo que está utilizando la extrema derecha y grupos como Vox para ridiculizar el feminismo.
Es decir, que es una fuerza destructiva. Y en ese sentido, cuando defiendo el sentido común, defiendo por una parte el no pasarse de la raya para darle armas al enemigo. Y por otra parte, en que el lenguaje, que es de todos, no se vea fragmentado por el discurso elitista de unos sectores universitarios que tiene la ocurrencia de querer intervenir fuera de la normalidad maternal en las palabras.
Le consideran a usted como el mejor poeta español vivo, ¿cuál es el mejor para usted?
Bueno, los amigos tienen esas exageraciones y en ese sentido algunos amigos y algunas amigas lo han dicho. Eso significa que lo que les gusta mi poesía. Algunos, en alguna presentación mía, lo han dicho. Y después, cuando al año siguiente han tenido que presentar a otro amigo, también han dicho que era el mejor poeta español vivo. Bueno, en ese sentido, lo que creo es que la poesía es muy diversa y muy enriquecedora. Por ejemplo, yo me negué a entrar en la guerra de si el buen poeta Antonio Machado o Juan Ramón Jiménez, porque si eras “machadiano” tenías que odiar a Juan Ramón Jiménez y si hablabas bien de Juan Ramón tenías que decir que Machado era un poeta vulgar. Y hubo quien, en nombre de Machado, decía que Juan Ramón era un elitista y señorito. Después de llevar 40 años explicando Literatura en la universidad, que me ha tocado explicar a Berceo, a San Juan de la Cruz, a Garcilaso, a Jovellanos, a García Lorca, a Santa Teresa de Jesús, a Ángela Figueras… A tanta gente que me he acostumbrado a disfrutar de todo el mundo porque me gusta la literatura.
En ese sentido creo que la admiración, que es algo fundamental en la vida, es generosa y por eso no me gusta decir “el mejor es este”, porque hay días que me encanta leer un soneto de Garcilaso, hay días que me encanta un poema de Gloria Fuertes y hay días que me levanto y no me gusta nada lo que he escrito y otros días que me gusta un poco más. En ese sentido, hay muy buenos poetas. Ahora para intentar negociar con la vida, estoy leyendo a muchos poetas jóvenes de veintitantos años y hay chicos y chicas que escriben muy, muy, muy, muy bien. Y, por eso me gusta más hablar de la buena salud que tiene la poesía española, que decir el poeta es este.