Luego vinieron a por mí, pero…
Las claves de la semana
Va en su ADN. Ya se les conoce. Han proliferado como setas en Europa y en América. Unos cargan contra los trabajadores, otros contra el medio ambiente y casi todos contra la inmigración, los principios fundamentales de una democracia y hasta contra la decencia.
La versión española no es muy diferente en sus postulados a lo que representan Trump, Orbán, Salvini o Bolsonaro. La batalla ya es global. Cierto es que aquí vienen también a por nosotras: que si feminazis, que si falsas denunciantes, que si privilegiadas penales, que si radicales, que si rancias, que si tristonas, que si puritanas...
Y, encima, pretenden elevar a categoría política su desconocimiento cuando hablan de una "ideología de género" como si el enfoque o la perspectiva del feminismo -que no es más que la defensa radical de la igualdad de derechos- fuera lo mismo que el fascismo, el nacionalismo, el comunismo o el neoliberalismo.
VOX ha hecho del movimiento feminista -cada vez más transversal y con menos etiquetas- y de la ley contra la violencia machista el principal eje de su discurso nada más aterrizar en el universo político. ¿Por qué no ha elegido entre sus condiciones para apoyar un Gobierno de derechas en Andalucía la mejora de la sanidad, la educación la dependencia o la cobertura del desempleo?
Hay en todas las versiones de la ultraderecha europea una enfermiza obsesión por el recorte de derechos, y aquí no será distinto. Después de los inmigrantes y las mujeres, vendrán los enfermos, los dependientes o los desempleados... En su código genético perciben que el Estado de Bienestar es otra "mamandurria". ¿Quedará alguien para entonces que se atreva a decir algo o pasará como en la célebre declaración contra los nazis de Niemöller?
"Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista. Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío. Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante. Luego vinieron a por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie a quien decir nada"
Lo de la unidad de España era la excusa. Su verdadero ser está en promover la intolerancia, extender la desigualdad, silenciar la discrepancia y hasta, si bajamos la guardia, retroceder a un machismo incompatible con la democracia. Ya saben: los toros y la caza antes que la protección a las víctimas de la violencia machista. Y eso que van casi 1.000 asesinadas desde que existen estadísticas.
¿Exactamente qué quieren derogar de una ley aprobada por unanimidad? ¿Las políticas de prevención? ¿La formación de los jueces? ¿La protección integral? ¿El reconocimiento de los huérfanos como víctimas? Dicen que es una ley impuesta por la izquierda, pero se aprobó -y lo ocultan a conciencia- por un amplio consenso parlamentario de partidos de distinto signo. Pues así todo.
Los andaluces, sí, les han votado. Tienen una legítima aunque exigua aún representación parlamentaria. Exactamente 12 diputados elegidos por el voto ciudadano. Cuestión distinta será que a un partido de ultraderecha y sólo con el 11% de los votos se le confiera capacidad para decidir sobre las instituciones y la acción de gobierno. Si esto pasa será porque PP y Ciudadanos acepten las condiciones impuestas por Santiago Abascal y antepongan el color político del gobierno de Andalucía a los derechos y la protección de las mujeres.
No será fácil ni les saldrá gratis porque, de momento, hay debate interno en ambas formaciones sobre hasta dónde se debe transigir o no con lo que les pide VOX. En Ciudadanos mucho más que en el PP. Los de Casado ya han aceptado tanto la imposición del marco como el lenguaje y la minimización del problema al aceptar que la violencia machista entre en la agenda, y no para mejorar las medidas con las que combatirla, sino para aceptar que se trata de ¡¡¿violencia doméstica?!!!
Sólo el guipuzcoano y candidato al Ayuntamiento de San Sebastián, Borja Semper, se ha desmarcado sin ambages de los guiños de su partido a VOX al referirse a la formación de Abascal como una "realidad política que ha venido a romper los grandes consensos constitucionales que giran en torno a la concordia" y decir que "no merece la pena" mezclarse con ellos, ni siquiera para lograr un gobierno. El resto de sus compañeros surfea las olas de la ultraderecha, a la espera de que las condiciones exigidas no sean más que un farol con el que elevar el precio de su apoyo para sacar a los socialistas del gobierno. A la postre, buscan visibilidad, una foto que demuestre que han llegado, que ya ocupan el silencio de otros y que serán palanca de cambio.
Pues así hemos empezado la semana y el año: con la ultraderecha ocupando la escena política, el independentismo a la espera de que comience el juicio por el procés, Pedro Sánchez decidiendo si convoca o no generales, los partidos ante un ataque de nervios electorales y el Gobierno recreado con las encuestas de Tezanos. Un nuevo CIS en el que sólo leen que el PSOE sigue en cabeza, que supera a todos los demás partidos y que el presidente es el líder más valorado.
Pues todo en orden, oiga. Ya habrá tiempo si eso de analizar el por qué del auge de VOX, que la clase política sea para los españoles un verdadero problema y que haya un aroma en todo esto que recuerde no precisamente a los mejores momentos de la historia de Europa.