¿Luego nos extraña que sean unos majaderos?
Cada semana un famoso denunciando una conspiración mundial que sólo conocen ellos. Y siempre alguien poniéndoles un micrófono.
MTV realiza el reality Alaska & Mario, y cientos de miles de espectadores descubren qué talla de sujetador usa Alaska. Personas que no conocen de nada, ni siquiera con dos o tres grados de separación, a nadie implicado en el divorcio de Miguel Bosé discuten acaloradamente sobre el asunto. Temas tocados en la entrevista a Victoria Abril en LaSexta Noche, uno tras otro, sin discontinuidad entre ellos: un reciente premio, cancerígenos presentes en las mascarillas y otros aspectos de las medidas contra el virus, la ley trans, el envejecimiento de las actrices.
Y cada semana un nuevo famoso opinando sobre ciencia, denunciando la existencia de una conspiración mundial que sólo conocen ellos y cuatro más. Y siempre alguien poniéndoles un micrófono.
Viven en extrañas burbujas desde hace tanto tiempo que ya no recuerdan su vida anterior. Algunos incluso nacieron dentro de la burbuja. Rodeados de aduladores permanentemente. Tienen amigos, sí, pero sus amigos también son así. Desde hace décadas no saben lo que es entrar en un restaurante sin que los clientes en las mesas interrumpan sus conversaciones, se den codazos y les miren. Desde hace décadas son abordados a diario por desconocidos que se ríen nerviosos, se dirigen a ellos como si los conocieran, salen corriendo a contar a sus amigos que se han hecho una foto o han estado a su lado. Desde hace décadas no leen un libro, un artículo, una miserable columna periodística, -salvo que trate sobre ellos, por supuesto-.
A usted y a mí tener explosiones de mal genio no nos sirve para conseguir lo que queremos. A ellos sí. Y se les hace ver que están en su derecho. Sobre temas de los que no saben absolutamente nada se les pide constantemente su opinión, únicamente interesante porque es la suya.
Su trabajo -el cine, las canciones, el famoseo- se rige por el darwiniano principio de la selección del más inmaduro, del más narcisista. No está claro si su egolatría es la causa o el efecto de su profesión. Quizá ambas cosas. Pero, sea como fuera, su mercancía son ellos mismos. La cara que más tiempo han visto toda su vida es la de su imagen en el espejo. Si se sacan un moco una cámara les enfoca y un millón de personas zapean para verlo.
Han aprendido que el mundo es lo que a ellos les dé la gana que sea. Que están ungidos. Que son los elegidos. Y lo han aprendido porque se lo hemos enseñado nosotros. Durante las terribles resacas que les deja el ensimismamiento se saben unos impostores, y sólo pueden salir de sus aterradores ataques de inseguridad inyectándose más egocentrismo -y algún que otro lexatín-.
¿Y luego nos extraña que crean que la medicina podrá engañar a toda la humanidad menos a ellos? ¿Creen que, por un segundo, por una milésima de segundo, piensan responsablemente en la posible influencia que sus palabras tendrán sobre las personas gracias a las que viven como viven? ¿Luego nos extraña que sean unos majaderos?