Los sueños de una niña futbolista en Níger
A pesar de los estereotipos y la presión social, Pascaline nunca se rindió.
Pascaline, 13 años, vive con sus padres entre paredes de adobe en un espacio no mayor de 12 metros cuadrados. Cuando sopla un viento fuerte, el tejado hace que las paredes se sacudan. Los tres comparten la única habitación de la casa, en la que hay dos camas, un ventilador, una vieja televisión y una nevera. Sus únicas pertenencias.
La familia vive en Lacouroussou, un barrio pobre de Niamey, capital de Níger. Ha vivido días en los que no había nada para comer en la casa. Los vecinos dicen que la vida es difícil ahí. “Hay poco trabajo, si llueve todo se inunda, vivimos en casas hacinados y hemos visto cómo cada vez más niñas caen en la prostitución. Es difícil para los niños crecer aquí”.
La infancia tampoco ha sido fácil para Pascaline. Sin embargo, en su mirada no hay lugar para la derrota. Es la más pequeña de tres hermanos, que ya no viven con ellos. Su hermana mayor se casó y tiene una peluquería en Niamey, y su hermano vive de la construcción cuando tiene trabajo.
Su madre, Biba, cocina dulces locales en la calle y los vende a los vecinos. Durante el resto del día se ocupa de la casa. Henri, el padre, era soldador, pero tuvo que trasladar su negocio y tiene pocos clientes.
La televisión está encendida. Hablan del Fútbol Club Barcelona. Pascaline se sabe el nombre de cada estrella del equipo español. Su madre suspira y sonríe cuando su hija cuenta su sueño de jugar en España o en Estados Unidos.
Pascaline no tuvo mucho tiempo para ser niña. Cuando tenía 11 años, sus padres la sacaron de la escuela debido a las dificultades económicas. “Fue duro dejar el colegio y a mis amigos. Pero lo único que me hizo feliz durante ese tiempo fue jugar al fútbol”, recuerda. “Desde que me obligaron a trasladar mi taller empecé a tener problemas en casa. La mensualidad escolar era demasiado para nosotros. No podíamos permitírnoslo. Fue duro, pero no tuvimos otra opción”, asegura el padre.
Durante los días de mercado, el calor era insoportable. Pascaline y otros niños vendían agua a los vendedores del Gran Mercado. Lo máximo que llevaba a casa eran unos 3 dólares.
Debajo de su cama hay una mochila. Ahí guarda las aspiraciones de una niña con una idea clara y un futuro incierto: “jugar al fútbol, aunque sea una niña”.
Durante años, ha coleccionado camisetas de fútbol, calcetines y botas de fútbol. La mayoría, demasiado grandes para ella. “¿Quién dijo que el fútbol es solo para chicos? Mis amigas y yo estamos demostrando que no es verdad”.
“A Pascaline le encanta jugar al fútbol”, cuenta su padre. “Me acuerdo de cuando recibió el primer balón, se lo regaló su tío. Jugaba con los niños en el barrio y, aunque se reían de ella, le daba igual. Era buena y empezaron a respetarla”.
Henri es un hombre noble. Adora a su hija. Pero sabe lo difícil que lo tiene la niña en un país donde las niñas fuera de la escuela son muy vulnerables a riesgos como la violencia, abuso y explotación.
A pesar de los estereotipos y la presión social, Pascaline nunca se rindió. Supo en el barrio que una escuela de fútbol buscaba niñas para jugar en un equipo. Buscaban niñas que no fueran a la escuela para devolverlas al sistema educativo animándolas a jugar al fútbol. Estudió duro para los exámenes de ingreso y fue aceptada. “ME dieron una bici, material escolar y ropa para los entrenamientos. Mi vida cambió de una manera que no esperaba”, recuerda emocionada.
Durante ya un año, tres días a la semana, cruza la ciudad en bici hasta llegar a la escuela.
En Níger, muchos factores pueden poner a un niño en riesgo de matrimonio. Existe una percepción establecida desde hace mucho tiempo de que el matrimonio brindará protección a las niñas y también brindará honor a la familia. Las normas sociales y las leyes comunitarias y religiosas ratifican, y a veces incluso fomentan, la práctica.
Desde 2007, la asociación Academie Atcha ha permitido a los niños que no asisten a la escuela obtener una educación con un elemento clave para motivarlos: el fútbol. El centro ofrece a los niños programas de educación primaria y secundaria, alimentos, material académico y deportivo en Niamey.
“Tenemos buenas tasas de permanencia en la escuela. Mis alumnos vienen a clase con los deberes hechos. Saben que su prioridad es la escuela, y luego viene el fútbol. Eso les mantiene motivados. Para las niñas, la escuela y el deporte tienen un valor añadido. Son las más vulnerables”, asegura Garba Rahama, profesora de primaria en la Academia Atcha.
Además, la relación entre educación y prevalencia de matrimonio infantil es evidente: el 81% de las mujeres de entre 20 y 24 años sin educación y el 63% de las que solo tienen educación primaria, se casaron o unieron a la edad de 18, frente a solo el 17% de mujeres con educación secundaria o superior.
Pascaline guarda las botas en el vestuario de la academia. Las reserva para los días importantes. Son las de la buena suerte, y llevan su nombre escrito a boli.
Estas niñas son muy vulnerables. Además de la prevalencia de normas sociales y religiosas, a menudo se les exige una gran carga de trabajo doméstico y tienen encima la presión de casarse jóvenes para demostrar su fertilidad.
Pueden disfrutar del deporte en un entorno seguro, a la vez que ganan conocimiento y confianza para tomar decisiones inteligentes. Se apoyan las unas a las otras, comprenden sus derechos y toman acción todas juntas.
Las dolorosas normas de género en Níger influyen en las decisiones de las niñas sobre cualquier cosa que hagan: cuándo y con quién casarse, si ir a la escuela y completarla, su derecho a hacer deporte, su acceso a los servicios de salud o ganarse la vida. La Convención sobre los Derechos del Niño, que Níger ratificó en 1990, reconoce el papel fundamental del deporte y el juego en las vidas de los niños.
“Durante un tiempo, la gente cuestionaba que entrenara a un equipo de niñas. Sus críticas me dieron más valor para poner toda mi energía en esas niñas. Son pura inspiración, y las apoyaré hasta el final. Da igual que ganen o pierdan, para mí ya son campeonas”, explica Lawali, el único entrenador de la academia.
Para miles de niñas en Níger, la infancia acaba con el matrimonio. UNICEF estima que alrededor de 3 de cada 4 niñas se casaron antes de los 18, y 1 de cada 4 antes de los 15. Níger es el país del mundo con una tasa más alta de matrimonio infantil.
UNICEF apoya a la Federación de Fútbol de Níger en la organización de competiciones para las niñas más desfavorecidas, con el objetivo de transformar estigmas sociales en oportunidades de futuro para las niñas jóvenes.
“Cuando las niñas juegan, cuando van a la escuela, cuando no se las priva de su infancia con el matrimonio…¡las niñas ganan!”, expresa Felicité Tchibindat al final del torneo.
El equipo de Pascaline logró ganar la competición en la ronda de penaltis. Pero ambos equipos celebraron la oportunidad de reclamar sus derechos en un campo de fútbol en Niamey.
Hoy, más niñas en Níger están pasando de soñar a conseguir. Niñas como Pascaline demuestran que son únicas e imparables.