Los sabios
Para Santo Tomás de Aquino la sabiduría es el conocimiento cierto de las causas más profundas de todo.
El término sabio procede del satín sapio cuyo significado es tener sabor y gusto por las cosas, con el paso del tiempo la acepción se fue ampliando hasta llegar a la actual: poseer juicio, prudencia, sentido común y conocimiento.
En Nikko (Japón) se encuentra el santuario sintoísta de Toshogu que fue construido en el siglo XVII. Durante dos años más de quince mil artesanos y carpinteros de todo el país trabajaron en la construcción de este mausoleo que contendría las cenizas del shogun Tokugawa leyasu.
Una de sus puertas –llamada Niomon- está flaqueada por dos estatuas y enfrente a ellas se encuentra el famoso grabado en madera de los tres monos sabios, cuyos nombres en japonés significan “no ver, no oír, no decir”.
El mensaje original de estos monos era muy sencillo, al tiempo que categórico: no escuchar lo que te lleve a hacer malas acciones, no ver las malas acciones como algo natural y no hablar mal sin fundamento. Así de simple.
La Biblia de los setenta sabios
El libro más traducido de la Historia es, sin duda, la Biblia, la cual se divide en dos partes, el Tanaj o Antiguo Testamento, escrito en hebreo, y el Nuevo Testamento, escrito en griego. La versión que hoy tenemos es una traslación de esa primera parte al griego común –kiní-, impuesto por Alejandro Magno. Esa fue la primera traducción de la Biblia y tuvo lugar durante el reinado de Ptolomeo II Filadelfo.
La tradición nos cuenta que se trató de una traducción que pretendía completar la vasta y magnífica biblioteca de Alejandría. Para llevarla a cabo 72 ancianos y sabios, seis de cada una de las tribus hebreas, se reunieron para darle forma en un número de días igual al de los sabios. Por ese motivo fue llamada Septuaginta —abreviada simplemente como LXX, ya que solía redondearse el número a setenta—.
Se cuenta que, al llegar a Alejandría, el rey les ofreció un banquete que se prolongó durante siete días, tiempo durante el cual probó la sabiduría de cada uno de los traductores con preguntas de diferente índole. Terminada la celebración, el monarca les proveyó de un alojamiento confortable —probablemente en la isla de Faros, donde estaba una de las siete maravillas del mundo— para que desarrollaran el trabajo encomendado.
Mucho menor era el número de los sabios a los que se tenía por herederos de la tradición mítica de los poetas y las Musas, y que rompieron con aquella tradición para buscar la verdad y la justicia en las polis mediante la razón, es decir, el lógos. Aquellos sabios eran siete: Tales de Mileto, Solón de Atenas, Bías de Priene, Pitaco de Mitilene, Cleobulo de Lindos, Quilón de Esparta y Periandro de Corinto.
Todos ellos vivieron entre los años 620 y 550 a. de C. y fueron mencionados por Platón en sus escritos, y a ellos hacían referencia continua los grandes filósofos en sus escritos.
La filosofía como sabiduría
En un sentido mucho más filosófico, Aristóteles en su Metafísica decía que todos los hombres, por definición, desean saber y “lo propio del sabio es ordenar”. Para él la sabiduría (sophia) se relaciona con las técnicas, con la habilidad técnica de un arte particular, el hombre que mejor domina ese arte es un sabio. En este sentido sophia es la excelencia (areté) de un arte (téchne).
Siglos después Santo Tomás de Aquino estableció cuatro tipos de sabiduría: la metafísica y las ciencias, la filosofía moral, la lógica y las artes. De todos ellos es la metafísica la que permite alcanzar la sabiduría más perfecta en el plano de conocimiento natural.
Para finalizar recordemos los famosos versos de fray Luis de León: “¡Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido!”.