Los otros
"Los ujieres del Congreso están tan acostumbrados a ver entrar la historia que ya ni la saludan".
Un cronista político escribió esa frase en La Vanguardia hace diez años. Se refería a la "revolucionaria" revisión de los Estatutos de Autonomía que había puesto en marcha el Gobierno de Zapatero. La historia comenzaba a asomar la patita, ahora pasa como una exhalación por la puertas del Congreso. Casi no da tiempo a levantar la mano y ya está dando un vuelco a la situación política en cuestión de días.
Hace una semana madrugaban los asesores del PSOE para registrar una moción de censura por sorpresa, como le gusta hacer las cosas a Pedro Sánchez. No tardaron mucho en redactarla. De hecho rescataron aquel texto que Rubalcaba encargó preparar cuando amenazó a Rajoy con una moción de censura -hace 5 años- si no daba explicaciones ante el Parlamento de sus SMS a Bárcenas. Rajoy compareció en pleno verano pero el entonces 'caso Bárcenas' no había hecho más que empezar.
La política no es lo que era entonces. Ya nada funciona igual. Para empezar porque el bipartidismo se ha diluido y el Congreso ha dejado de ser ya un espacio cerrado.
Como metáfora de lo que vendría, Celia Villalobos ordenó una reforma por las alturas del palacio que alberga el hemiciclo y como consecuencia, se recuperó el abanico móvil de cristal que cubre a sus señorías. Ahora siempre está entreabierto, dejando un espacio para que circule el aire, como circulan los mensajes desde dentro hacia afuera, desde afuera hacia adentro.
Hoy, en el debate más importante de los últimos años, las mayoría de los 350 pares de manos de los parlamentarios sujetaban sus móviles y no reposaban sobre los brazos de sus asientos. Es un claro reflejo de estos tiempos. Los que no lo han entendido forman parte del pasado, aunque no lo sepan, son "Los otros".
Que ya no vale el mismo lenguaje, el mismo discurso lo han asumido y aprovechado los nuevos partidos mientras de fondo lo dos veteranos mantienen vigente el viejo "y tú más". Rajoy y Sánchez se han reprochado mutuamente su largo historial de corruptelas mientras los recién llegados se frotaban las manos. No se confundan, chapuzas y mentirosos los hay en todos los lados. Sólo hay que esperar.
Si algo deberíamos haber aprendido de esta nueva etapa es que tampoco en política las cosas son siempre blancas o negras y que la única forma de recuperar la confianza de tantos ciudadanos decepcionados, es demostrando capacidad de pacto y altura de miras. Ninguna de las dos cosas estamos viendo en este debate.
Rajoy reprocha a Sánchez una "improvisada moción de censura que ni siquiera anunció a los suyos". Dice que el líder del PSOE es un oportunista, que persigue su propio beneficio sin permitir que nunca "la prudencia desbarate sus oportunidades".
Algo de razón tendrá cuando en las propias filas socialistas hay quien se refiere a Pedro Sánchez como "el que siempre ha sabido estar donde no se le espera". Algo habrá cuando medio partido y casi ninguno de sus predecesores al frente del PSOE, comparten su inciativa con esta moción.
Pero es muy difícil mantener las acusaciones después de que Sánchez le haya ofrecido hasta cuatro veces a Rajoy renunciar a la moción si el Presidente dejaba la Moncloa.
¿Con qué autoridad se erigen ustedes en árbitro de la corrupción? Preguntó Rajoy. Con la que nos otorga la Constitución al recoger las mociones de censura, respondió Sánchez. Mientras, el resto de los grupos observaban la batalla dialéctica y las caras en la bancada popular se iban pareciendo a los personajes del Greco. Largas, como la incertidumbre política.
Una vez la moción salga adelante -todo apunta a que sí- no acaba nada, más bien empieza todo.
Es imposible imaginar un gobierno con 85 diputados y una amalgama de partidos tomando notas para pasar la factura de su apoyo. Hasta 9 fichas contó esta cronista sobre la mesa de Aitor Esteban, el portavoz del PNV, el hombre más esperado de la jornada. 9 cartones que contienen un discurso bastante fácil de hilar después de escuchar las promesas de Pedro Sánchez: mantendrá los presupuestos e iniciará un diálogo con Cataluña.
¿Quién está pensando en el país? Se preguntan muchos ciudadanos, resignados a que no haya respuesta. "Ni barba, ni coleta, ni flequillo", rezaba la pancarta que un hombre paseaba frente al Congreso al inicio del debate. No les vale ninguno porque hay muchos que han perdido la esperanza.