Los gritos del silencio
"En la mañana del martes, Itziar gritó, yacían muertas las dos niñas de sus ojos: Nerea y Martina, de seis y tres años. Ricardo, su padre, las mató y luego se tiró por la ventana a la calle de atrás. Aquel grito de Itziar se escuchó tan fuerte que dejó mudo al barrio de Estepar, en Castellón. No ocurrió lo mismo con los gritos previos", se escribió en El País. El asesino llevaba un año separado de la madre de las niñas asesinadas. La madre, psicóloga de profesión, había pedido una orden de alejamiento que le fue denegada en dos ocasiones por el fiscal y el juzgado. Tras esta negativa, la denunciante recurrió la decisión judicial, pero mientras se tramitaba su recurso, desistió de seguir pidiendo la orden de alejamiento, temía por sus hijas. Una jueza especializada denegó la protección, porque no apreció la situación objetiva de riesgo que exige el artículo 544 de la Ley Enjuiciamiento Criminal: indicios "fundados" de la comisión de un delito para que se dicte una orden de protección. Y eso que el asesino había amenazado durante años a Itziar, la madre, llegando a decirle: "Ya te puedes ir despidiendo de las niñas", "me voy a cargar a lo que más quieres", "te vas a quedar sola, de aquí yo voy a acabar en la cárcel y todos muertos". Cumplió lo que decía, y sin que nadie hiciera nada, mató a cuchilladas a sus pequeñas hijas, mientras la mayor trataba de proteger a la pequeña de la ira de su padre; luego, el cobarde malnacido, se suicidó. Itziar gritó en silencio y ahora llorará el resto de su vida, porque el padre de sus niñas asesinó a lo que más quería, y de eso ninguna madre se puede recuperar.
Entre 2013-2018 se han contabilizado 25 muertes de niñ@s en casos de violencia de género contra sus madres. Desde 2003, cuando comenzó el actual sistema de recuento hasta septiembre 2018, se han contabilizado 959 asesinatos. "Una de cada tres mujeres o niñas experimentará violencia física o sexual a lo largo de su vida". A Pilar LLop, delegada del Gobierno para la violencia de género, jueza y feminista, le preguntan: "¿Cuántas mujeres habrán sido maltratadas en la hora que ha durado esta entrevista?". "Coge una calculadora. Si el año pasado hubo 166.132 denuncias tenemos: 447 al día. La sumamos al 70% que no denuncia y nos da: 1341 casos al día. Lo dividimos en 24 horas y son 55 mujeres maltratadas en una hora. De ellas, denunciaron 18. Y de ellas, cuatro pedirán protección y tres la obtendrán. Es una buena pregunta: 55 mujeres cada hora. Es espantoso", concluye.
Y en estas cifras no están contemplados acosos, abusos, violaciones, prostitución, trata y todas las formas de violencia ejercida contra las mujeres. Todas las que el patriarcado ha hecho "normales". "Después de tres siglos de lucha hemos iniciado una nueva ola feminista", escribe Rosa Cobo, "y el corazón de esa ola es la lucha contra la violencia sexual. Las agresiones sexuales son una enfermedad de nuestra cultura que el movimiento feminista ha denunciado sin interrupción desde los años setenta. A esas violencias que conocíamos se han añadido otras: la prostitución, la pornografía y el fenómeno de los vientres de alquiler. Las sociedades patriarcales se han reedificado sobre la apropiación masculina de las capacidades sexuales y reproductivas de las mujeres y este mensaje es el que ha calado poderosamente este último año: las mujeres no aceptamos ser propiedad masculina ni mercancía sexual para fines patriarcales y neoliberales; nuestros hijos e hijas tampoco".
La implicación de los hombres es imprescindible para alcanzar la sociedad "libre de violencia" que necesitamos. "Las políticas de género tienen coste para la masculinidad. Generan resistencia", señala Ana Revenga. Por eso el trabajo de hombres feministas como Miguel Lorente, Octavio Salazar y otros son vitales para la igualdad.
Los gritos del silencio nos duelen en lo más profundo de nuestro ser y tendríamos que oírlos siempre, porque la tragedia del terrorismo machista, además de tener un final terrible, el asesinato, provoca un dolor, previo y posterior, irreversible, que no podemos comprender sino lo vivimos; cuántas angustias, cuántas penas, cuántos gritos del silencio sufren diariamente las mujeres sin que sepamos oírlos: ni jueces, ni fiscales, ni medios de comunicación ni vecin@s ni la propia sociedad. Solo el día en que seamos capaces de hacer algo más que guardar un minuto de silencio, jueces y juezas tengan formación con perspectiva de género y medios suficientes, tendremos que hacer un pacto social contra el machismo, para que, desde la cuna a la tumba, se eduque en igualdad y acabar para siempre con los gritos del silencio y con la violencia machista.
Este post se publicó originalmente en Diario de Sevilla.