Los expertos piden que se controle a las multinacionales alimentarias igual que al tabaco
Según un estudio publicado en 'The Lancet', la obesidad, la desnutrición y el cambio climático tienen el mismo origen.
Obesidad, desnutrición y cambio climático son las tres facetas de una misma amenaza para la humanidad y es necesario combatirlos globalmente, han asegurado varios especialistas en un estudio publicado este lunes en la revista The Lancet. Para ellos, las multinacionales de la alimentación deben ser controladas como fueron las del tabaco.
Estos tres males "tienen motores comunes", según los expertos son: "potentes intereses comerciales, una respuesta política insuficiente y una falta de movilización de la sociedad civil". Por lo tanto, las soluciones deben también ser comunes.
La prestigiosa revista médica británica publicó este lunes el informe donde se reúnen expertos provenientes de la universidad de Auckland (Nueva Zelanda), de la universidad George Washington (Estados Unidos) y de la ONG World Obesity Federation.
Para los autores de este informe, las multinacionales de la industria alimentaria (conocidas con el nombre de Big Food) deben ser controladas de la misma manera que las del tabaco.
Proponen la creación de una "Convención-marco sobre los sistemas alimentarios", basada en la Convención-marco para la lucha antitabaco (CCLA). Ese texto, adoptado en 2003 por la Organización Mundial de la Salud (OMS), busca reducir el consumo de tabaco y también luchar contra el lobbying de esta industria para limitar su influencia en las políticas públicas.
"En 2016-2017, el sector de las bebidas azucaradas en Estados Unidos gastó 50 millones de dólares en 'lobbying' para lograr medidas destinadas al consumo de gaseosas", según el informe.
"La alimentación es por supuesto diferente del tabaco, pues es indispensable para la vida, pero no es el caso de los alimentos malos para la salud", indica uno de los autores, el profesor William H. Dietz.
"Los puntos comunes (entre la industria de la mala alimentación y la del tabaco) son los daños que provocan y el comportamiento de las empresas que obtienen beneficios", ha agregado.
Según la OMS, 1.900 millones de adultos en el mundo tienen sobrepeso, entre ellos 650 millones son obesos, lo que es un factor de riesgo para la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer. Por el contrario, 462 millones de adultos sufren de bajo peso.
Este documento, que tiene un tono de compromiso, es la continuación de un primer estudio consagrado a la relación entre alimentación y medio ambiente, publicado el 17 de enero también en The Lancet.En él, se recomienda dividir a la mitad el consumo mundial de carne roja y azúcar y duplicar la de frutas, legumbres y nueces.
Surgidos de trabajos de 43 expertos de 14 países, el nuevo informe es más profundo: "Estos 20 últimos años, obesidad, desnutrición y cambio climático fueron considerados de manera separada y la lentitud de las respuestas políticas es inaceptable".
"Estos tres fenómenos interactúan: el sistema alimentario no sólo es responsable de las pandemias de obesidad y desnutrición, sino que generan también entre el 25% y 30% de las emisiones de gases con efecto invernadero", han asegurado los especialistas, que han subrayado en particular "la crianza de ganado".
"Nuestros sistemas de transporte dominados por automóviles favorecen un modo de vida sedentario (con muy poca actividad física) al mismo tiempo que generan de 14% a 25% de las emisiones de gases con efecto invernadero", han detallado.
Según el informe, el sistema de producción alimentario (basado en las "multinacionales de la alimentación y de la bebida focalizadas en los beneficios"), las políticas agrícolas, los modos de transporte y la urbanización son por lo tanto los diferentes eslabones de una misma cadena, que estrangula a la humanidad y al planeta.
"La desnutrición y la obesidad serán sin duda agravadas considerablemente por el cambio climático", han predicho los expertos. Los fenómenos climáticos extremos, como la sequía, podrían a la vez privar a algunas poblaciones de alimentos y hacer subir el precio de las frutas, verduras y legumbres, lo que aumentaría el consumo de alimentos industriales.
"Hay que tomar consciencia de esas conexiones", ha advertido una de los especialistas que elaboró el informe, la profesora Corinna Hawkes. Esta respuesta combinaría políticas de salud pública (recomendaciones a favor de regímenes alimenticios sanos, promoción de la actividad física...) y políticas presupuestales y fiscales (financiamiento de modos de producción duraderos, impuestos para hacer bajar el consumo de carne roja o favorecer el transporte no motorizado...).