"Hay una cosa teledirigida": así actúan las bandas de trolls en internet
Periodistas como Javier Ruiz y Esther Palomera, un abogado y un experto en seguridad analizan el fenómeno del acoso en las redes.
“La peor amenaza que he recibido es ‘sé dónde vive tu hija, la voy a violar’, cuando yo ni siquiera tengo hijas. Está hecho solamente para que te mueras de miedo”. Javier Ruiz, jefe de economía de la Cadena SER y colaborador de Mediaset, ha sido el último en sufrir el acoso de los trolls que convierten la red, especialmente Twitter, en un territorio inhabitable para el debate y la conversación civilizada.
Ruiz es periodista, y compañeros de su gremio como Esther Palomera, Antonio Maestre, Isabel Rábago y otros profesionales de la información con una cierta visibilidad saben bien de lo que habla: sus perfiles se llenan habitualmente de insultos y amenazas. Pero el acoso de estas bandas de bots o trolls no afecta solo a periodistas. Es, por desgracia, un fenómeno habitual que puede convertir en víctima prácticamente a cualquiera. Basta con decir algo que active la antipatía de estos grupos... o de quien los dirige.
Javier Ruiz lo hizo hace unos días, tras una discusión con el youtuber Víctor Domínguez, conocido como Wall Street Wolverine, en el programa Cuatro al día (Cuatro). El periodista acusó a este youtuber de tener una actitud insolidaria por mudarse a Andorra para pagar menos impuestos.
″Tuve en Cuatro una discusión con este youtuber. Desde entonces, se dedica a copiar frases mías donde le interesa, sacadas de contexto, a ponerlas en YouTube y en las redes. Este movimiento se inició el viernes pasado y todavía continúa”, cuenta Ruiz.
Su cuenta de Twitter no ha dejado de recibir insultos y amenazas en los últimos días tras ese encontronazo. “Todo lo que recibo son insultos y amenazas: de muerte, a mi familia, sé dónde vives... La peor amenaza que he recibido es ‘sé dónde vive tu hija, la voy a violar’, cuando yo ni siquiera tengo hijas. Está hecho solamente para que te mueras de miedo”, relata.
Algo similar le ha ocurrido a la periodista Esther Palomera. “Ahora solo uso Twitter para difundir artículos que me interesan, cuando antes interactuaba. Hay una sensación incómoda. Muchos mensajes rozan el delito: han difundido la dirección de mi casa, la ubicación del lugar donde me voy vacaciones o los datos de mis hijos”, asegura.
Ambos consideran que estos ataques no se producen de manera espontánea, sino que se trata de una campaña orquestada. “No es espontáneo. A mí no solo me han dado hostias los youtubers, sino que también soy objeto de cariño en Libertad Digital, Periodista Digital, Estado de Alarma y todo lo que tiene detrás un cierto tufillo a ultraderecha. No es que la gente haya perdido la cabeza, sino que hay una cosa teledirigida”, apunta Ruiz.
“No es algo nuevo. La primera ofensiva brutal la tuve con las primarias del PSOE. Siempre he sostenido que los ejércitos de trolls que atacan a periodistas políticos están jaleados y motivados por los partidos. En aquel momento, procedían de una de las candidaturas. Sin embargo, no he vivido nada tan duro como el último año, con el nuevo Gobierno, desde cuentas de gente de derecha y ultraderecha”, señala Palomera.
“Hace dos años, tuve una entrevista muy dura con Pablo Iglesias, tras la que recibí muchos ataques de gente que me consideraba un traidor. El teléfono pitaba mil veces por minuto”, rememora Ruiz.
Desinformación e intimidación
Reporteros Sin Fronteras publicó recientemente el informe Acoso en línea a periodistas, en el que analizaba diferentes casos de acoso online a periodistas en 32 países. Esta oenegé mostró el modus operandi de algunos Gobiernos para atacar a los profesionales de información. Identificaba tres etapas: desinformación (se difunden noticias falsas), amplificación (se difunden mensajes en las redes sociales) e intimidación (insultos y amenazas).
Esta es la misma forma de actuar de los atacantes en las redes sociales. “Lo primero que pasa es que sacan de contexto tus palabras. Luego empiezan a decir una serie de mentiras, que si cobro dinero público o estoy subvencionado. Después, vienen comportamientos de bullying de instituto. Empiezan los insultos, el acoso, las amenazas y la intimidación”, cuenta Ruiz.
Este informe también señalaba que las mujeres son las más afectadas por este acoso en las redes sociales. Dos de cada tres reporteras encuestada aseguraba haber sido víctima del hostigamiento. Las periodistas reciben insultos y amenazas por su trabajo que suelen venir acompañados de comentarios machistas.
“Las críticas a los hombres son desde el punto de vista profesional, mientras que nosotras recibimos un desprestigio constante por el hecho de ser mujer. Los insultos tienen que ver con tu condición de mujer. Todo son alusiones sexuales, al físico o a la edad”, cuenta Palomera.
Ataques a través de cuentas anónimas
Los ataques a periodistas suelen proceder de cuentas anónimas a las que se conoce como trolls. Este tipo de usuarios solo buscan el conflicto en las redes sociales con la publicación de mensajes incendiarios. Su único objetivo es provocar a la víctima y que esta responda de una forma poca adecuada.
“Hay amenazas que me llegan desde cuentas con sus nombres y sus apellidos, pero la mayoría son cuentas falsas, con cero publicaciones y cero seguidores. Son perfiles falsos creados solo para insultarte”, cuenta Ruiz. “Hay cuentas creadas ad hoc, pero también otras con identificación de gente vinculada con la extrema derecha”, coincide Palomera.
Los expertos en redes sociales siempre recomiendan no responder a estos mensajes bajo el lema de don’t feed the troll (no alimentes a los trolls) porque no va a servir de nada. El objetivo que persiguen estos ataques es asustar al periodista para que no siga haciendo su trabajo.
Al recibir los insultos, Palomera suele optar por bloquear las cuentas. “Lo que hago diariamente es bloquear. La última que lo miré debería tener casi 4.000 bloqueados”, cuenta. Sin embargo, sí recuerda una ocasión en la que respondió públicamente a Cristina Seguí, exdirigente de Vox, cuando acusó a su hijo de trabajar para el PSOE.
A veces también se utilizan los bots para estas campañas de acoso. Se trata de cuentas automatizadas, que no son administradas por una persona, sino por un algoritmo. Estas han sido muy habituales durante los procesos electorales.
Si esto ocurre es más complicado saber quién está detrás para actuar legalmente. “Es muy difícil rastrear quién articula una red de bots, porque suelen hacerlo usuarios desde la dark web y escondidos en máquinas que están en países que no podemos rastrear”, aseguró José Rosell, socio director de la empresa de ciberseguridad S2 Grupo, a El HuffPost.
Los expertos siempre recomiendan denunciar a los usuarios que acosan a otros a través de las redes. “Podemos distinguir dos tipos de casos: las ofensas al honor y las conductas delictivas. Una ofensa al honor sigue la vía civil, aunque las graves como las injurias pueden ir por la vía penal, aunque no se contempla cárcel”, asegura el abogado Sergio de Juan-Creix Cuatrecasas, abogado de Croma legal y profesor en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Las amenazas a través de las redes sociales no salen gratis. “Un trol se puede enfrentar a penas punitivas de cárcel por delitos como incitación al odio o acoso. El problema son las identidades falsas o anónimas tras las que se esconden este tipo de personas. Lo mejor es denunciar a la policía. Actualmente, casi todos los cuerpos policiales cuentan con fuertes unidades de delitos tecnológicos”, señala.
“Algunos de los mensajes que recibo prácticamente a diario son delictivos. Pero ellos juegan con ventaja. No tengo el tiempo, ni el dinero para gastármelo en esa gentuza. Además, no les vas a dar la victoria pírrica de convertirles en titular con cada paso judicial”, asegura Palomera.
¿Dónde está Twitter?
Twitter anunció hace tres años que se centraría en mejorar la calidad de los diálogos en esta red social de microblogging, que tiene más de 335 millones de usuarios en todo el mundo. La compañía que dirige Jack Dorsey trataba así de defenderse de las críticas de que habían servido para propagar noticias falsas e influir en elecciones como Estados Unidos, el Brexit o Cataluña.
“Twitter cuando detecta algún comportamiento que puede ser delictivo debería remitir directamente a la policía. He remitido muchos de los comentarios a la cuenta de la Policía Nacional y la única respuesta es que me presente en una comisaria y presente una denuncia”, lamenta Palomera.
A pesar de esas promesas, la realidad es que las noticias falsas, las cuentas anónimas y la violencia han continuado en las redes sociales. El asalto al Capitolio de Estados Unidos el pasado 6 de enero por parte de seguidores de Donald Trump no habría ocurrido sin la influencia de Twitter.
“El Brexit debería haber sido un punto de inflexión, la elección de Trump o la marcha supremacista blanca en Charlottesville. Tras cada uno de esos acontecimientos, prohibían una cuenta o cambiaban una condición de servicio. Y yo pensaba: es algo, pero no suficiente. No me refiero a prohibir 8.000 cuentas en lugar de 4.000, sino a replantear la arquitectura de estas plataformas, las causas que nos han llevado aquí”, asegura Andrew Marantz, redactor de The New Yorker y autor del libro Antisocial. La extrema derecha y la ‘libertad de expresión’ en internet (Capitán Swing) en La Vanguardia.
El predominio de este tipo de mensajes ha llevado a muchos usuarios a abandonar esta red social o a cambiar su comportamiento. “Mi relación con Twitter ha cambiado considerablemente. Al principio lo consideraba como un instrumento de trabajo en el que se podía interactuar e intercambiar opiniones de una forma respetuosa y civilizada. Eso ya prácticamente se ha acabado, todo es el insulto y la difamación”, apunta Palomera.
“Me da la sensación de que las redes sociales no están enriqueciendo el debate, sino empequeñeciéndolo. Si tú solo sigues y hablas con gente que piensa y dice lo mismo que tú, ya no es una conversación, sino un monólogo a muchas voces”, coincide Ruiz.