Los cuatro kurdistanes
Llama la atención que el nivel de reconocimiento de los derechos de los kurdos es mayor en donde existen estados débiles o en conflicto.
El Kurdistán se encuentra en una amplia zona montañosa situada entre el sudeste de Asia Menor (Anatolia), el norte de Oriente Medio y el sur de la Transcaucasia. Los kurdos son un pueblo de origen indoeuropeo (hay quien dice que descienden de los medos). Su idioma, el kurdo, que se habla en varios dialectos (kurmanji, sorani, etc.), es una lengua indo-irania emparentada con el farsi (idioma persa). Pero, por encima de todo, el pueblo kurdo está constituido por personas indóciles, nobles y acogedoras.
Tras la islamización de aquella zona, su historia transcurre en la frontera entre los imperios otomano y persa. Y no tuvieron suerte tras la Primera Guerra Mundial. El Imperio otomano se alió con Alemania y la Triple Alianza. Tras su derrota se produjo la descomposición del Imperio otomano y la ocupación de Anatolia (la actual Turquía) por parte de los aliados. En este momento se firma el Tratado de Sèvres (agosto de 1920), que contenía la partición del Imperio otomano. Esta partición representó una gran esperanza para los kurdos, porque en ella se contemplaba la creación de un estado kurdo en el sudeste de Anatolia. Sin embargo, en este momento se inicia la Guerra de Independencia Turca, bajo el liderazgo de Mustafa Kemal Atatürk, cuyo objetivo era revocar los términos del Tratado de Sèvres. En 1922, los ejércitos de ocupación fueron rechazados y se firma en 1923 un nuevo acuerdo, el Tratado de Lausana, que da lugar al nacimiento de la República de Turquía, en el seno de la cual desaparece totalmente el plan de crear un estado kurdo (o cualquier otra mención a este pueblo).
Tras la Segunda Guerra Mundial se consolidan las fronteras actuales de los estados en los que se halla dividido el Kurdistán, de manera que hoy día se distinguen cuatro territorios: Kurdistán del norte (o Kurdistán Turco), Kurdistán meridional (o Kurdistán iraquí), Kurdistán occidental (Rojava o Kurdistán sirio), y Kurdistán oriental (o Kurdistán iraní). Estos días hemos formulado la siguiente pregunta a algunos amigos/gas kurdos/das: “¿en dónde crees que están mejor los kurdos, en la actualidad, en términos de reconocimiento político y cultural?”. De mejor a peor, la respuesta ha sido esta: Kurdistán iraquí, Rojava (Siria), Kurdistán iraní y Kurdistán turco. Llama la atención el hecho de que el nivel de reconocimiento de los derechos políticos y culturales de los kurdos es mayor en donde existen estados débiles o en conflicto, mientras que en donde existen estados fuertes (Turquía e Irán) sucede lo contrario. ¿Por qué? Vamos a dedicar unos párrafos a cada uno de estos cuatro territorios e intentaremos explicarlo.
El Kurdistán Iraquí
El Kurdistán Iraquí (Kurdistán meridional) es una región autónoma dentro de Irak. Su consolidación como entidad política reconocida tiene su origen en la primera Guerra del Golfo (1991), que es cuando EEUU, Reino Unido y Francia crean la denominada “zona de exclusión aérea”, que impide la incursión de aviones de combate iraquíes en esta región. Esta zona de exclusión tiene como antecedente la reacción occidental a la denominada Campaña o Genocidio de Al-Anfal, en 1988, en donde, en la etapa final de la guerra entre Irak e Irán, el régimen baasista de Saddam Hussein masacró a más de 50.000 kurdos. El caso es que tras la declaración de esta zona de exclusión se empiezan a desarrollar las instituciones políticas kurdas, que quedan consolidadas en la nueva constitución iraquí de 2005 (firmada tras la invasión de Irak en 2003).
El Kurdistán Iraquí está formado por tres provincias o gobernaciones: Duhok, Erbil y Suleimaniya, más otros territorios hacia el sur controlados por la milicia kurda, los peshmergas. La mayoría de la población es kurda, pero también son importantes las minorías yazidi, árabe, asiria, caldea, armenia y turcómana.
En el Kurdistán iraquí, que es la zona más estable y segura de Irak, hay dos zonas bien diferenciadas políticamente. Por un lado, están las provincias de Duhok y Erbil, controladas básicamente por el Partido democrático del Kurdistán (PDK, en sus siglas en kurdo), partido ligado a la saga de los Barzani (este partido, además, es el que detenta el poder del gobierno del conjunto de la región). Esta zona tiene una relación bastante buena con sus vecinos turcos (a donde exportan buena parte del petróleo que extraen fuera del control del Gobierno central de Irak), y ello a pesar de que en sus montañas (en los Montes Qandil, en la frontera con Turquía e Irán) encuentra refugio el enemigo número uno del gobierno turco, el PKK.
Por otro lado, está la provincia de Suleimaniya, ligada al otro gran partido, la Unión Patriótica del Kurdistán (PUK, en sus siglas en inglés), ligado a la figura de Talabani. En este caso, tienen una relación bastante buena con su vecina Irán.
Pero, además, el Kurdistán iraquí controla (total o parcialmente) importantes áreas al sur de su territorio oficial, como Sinjar, Mosul o Kirkuk. Esto es así como consecuencia de la lucha de los peshmergas contra ISIS. En efecto, el Kurdistán iraquí, con el apoyo de EEUU y occidente, ha sido uno de los principales artífices en el proceso de expulsión y derrota de ISIS. Este hecho ha acrecentado el poder y la autonomía política del Gobierno regional del Kurdistán iraquí.
Este mayor poder del Gobierno Regional del Kurdistán es probablemente lo que llevó al por entonces presidente Masoud Barzani, a celebrar el referéndum de independencia del 25 de septiembre de 2017 (una semana antes que el de Cataluña). El 92,7% del total de votos realizados fue a favor de la independencia. Resumiendo, lo que sucedió a continuación es que este resultado no fue aceptado ni por el Gobierno central de Irak ni por la comunidad internacional (solo Israel reconoció el resultado del referéndum). Como consecuencia de ello, Barzani replegó velas y dimitió de su cargo. Desde entonces parece que se ha retornado a una situación de “normalidad”. Como curiosidad señalar que el Kurdistán iraquí mantiene sus propias relaciones exteriores y oficinas de representación de diversos países, como España (no hace falta visado para viajar desde España a Erbil, la capital).
¿Es autoritario el Gobierno del Kurdistán iraquí? Lamentablemente, como es común en la zona, uno tiene la sensación de que sí. Por ejemplo, respecto de Erbil y Duhok, la percepción que se tiene es de que el PDK controla (asfixiantemente y de manera un poco tribal) todo lo que por allí se mueve. En este sentido, recuerdo que un amigo kurdo me dijo que, para él, Barzani era una especie de “Erdogan del Kurdistán”.
Rojava (el Kurdistán de Siria)
Las expresiones “Rojava” o “Federación Democrática del Norte de Siria” evocan ideas como secularismo político, confederalismo democrático, democracia directa, descentralización, socialismo libertario, multiculturalidad, igualdad de género o desarrollo ecológico. Rojava es de facto una región autónoma del norte de Siria (no reconocida internacionalmente) que surge a partir de 2014. Consta de siete sub-regiones autogobernadas. Integra a kurdos, árabes, asirios, armenios, turcómanos, circasianos y yazidíes, pero los kurdos son la población predominante. En el contexto de la guerra de Siria, el importante papel que han jugado sus dos principales milicias (YPG e YPJ) en el control y derrota de ISIS (y del Frente Al-Nusra), han contribuido a que Rojava reciba el apoyo (económico y militar) de Estados Unidos y de los países occidentales.
El caso es que los kurdos de Siria, tradicionalmente los más marginados de todos (en la Siria de Al-Ásad de antes de la guerra no tenían ningún reconocimiento político, estaban marginados e incluso eran considerados apátridas) gozan ahora de un reconocimiento político pleno en esta extremadamente frágil democracia.
Pero detengámonos un momento en dar algunas notas rápidas de algunos aspectos clave concernientes a Rojava.
Las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF, siglas en inglés), surgidas en 2015, es el partido, o alianza militar, que controla Rojava. Entre sus miembros más notables se encuentran las YPG y las YPJ. Las YPG son las siglas en kurdo de las “Unidades de Protección Popular”, la principal milicia kurda (aunque con integrantes de otros grupos, incluidos milicianos extranjeros) de Siria; y las YPJ son las Unidades Femeninas de Protección, o la milicia femenina de YPG. Ambas milicias, con un ideario “progresista democrático” inspirado en el PKK turco, se han hecho progresivamente más fuertes en el contexto de la guerra de Siria, en donde han destacado en la derrota de ISIS en este territorio, e incluso han actuado en Irak (en Sinjar).
Rojava, creada a partir de su constitución de 2015, aunque es un estado o región autónoma de mayoría kurda, formalmente es una entidad multiétnica y plurinacional en la no hay una etnia que predomine sobre otra (ni un sexo sobre otro). Además, no preconiza la independencia respecto del resto de Siria, sino que aspira a mantenerse como una entidad autónoma dentro de ella.
Hay dos hechos clave en la brevísima historia de Rojava: uno favorable es la Batalla de Kobane (octubre 2014-enero 2015), en donde las milicias kurdas (YPG e YPJ) consiguieron frenar al avance de ISIS y expulsarlo de esta zona. Y uno desfavorable es la pérdida de Afrin, en el extremo occidental de Rojava, como consecuencia de una operación militar del ejército turco (y de una milicia controlada por Turquía, denominada “Ejército Libre Sirio”).
Rojava es una joven democracia promovida por los kurdos, no reconocida oficialmente, y, como se decía anteriormente, extremadamente frágil. El gran problema que tiene de cara a su supervivencia es el vecino turco del norte. El Gobierno turco considera que las milicias YPG e YPJ no son otra cosa que el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (el PKK), y esta organización es considerada por dicho Gobierno como peligrosa organización terrorista y enemigo número uno de Turquía. El contacto entre Turquía y Rojava es nulo. Turquía ha construido un muro de 828 km de largo en su frontera con Siria (más largo que cualquiera de los que separan EEUU de México). Un ejemplo de sus consecuencias es la ciudad fronteriza de Qamishli, en la parte oriental de Rojava, cuya mitad norte es la ciudad turca de Nusaybin. Qamishli se encuentra hoy día totalmente incomunicada con Nusaybin como consecuencia del muro.
Otro enemigo de la continuidad de Rojava es Donald Trump. El Gobierno turco querría acabar ya con Rojava, pero se ve disuadido de ello porque EEUU y los países occidentales han venido apoyando hasta el presente a esta región. Pero en una de sus peligrosas bravuconadas, en diciembre de 2018 Trump anunció que ISIS ya estaba derrotado y que retiraría las tropas estadounidenses de Siria (de Rojava). Como ha sucedido con tantas otras meteduras de pata y faroles de Trump, este anuncio no se ha convertido en realidad, por ahora. Pero ha generado un gran temor en Rojava. Y no solo se trata de un temor: Erdogán anunció el pasado 4 de agosto que Turquía volvería a intervenir próximamente en el noreste de Siria.
A pesar de sus complicadísimos vecinos, ojalá se consolide esta experiencia democrática -parece difícil-, no sé si en esta versión “libertaria” o en otra un poco más estándar de democracia liberal y representativa (y menos sujeta a potenciales derivas “Animal Farm”).
El Kurdistán iraní
El único estado independiente kurdo que ha habido hasta el presente es la República de Mahabad, que existió entre enero y diciembre de 1946, en la actual provincia iraní de Azerbaiyán Occidental (en el noroeste de Irán). Se trató de una efímera república kurda apadrinada por la Unión Soviética (para evitar que el régimen del sah Reza Pahlavi se aliara con los nazis, el ejército rojo de la URSS y el ejército británico ocuparon Irán desde 1941 hasta poco después del final de la guerra). Este estado tuvo sus precedentes en otra serie de revueltas de líderes tribales kurdos contra el poder de los sahs persas, como la revuelta de Simko Shikak (1918-20).
A pesar de estos antecedentes, probablemente Irán es el país en el que la reivindicación del sentimiento nacional kurdo es menos intensa. Hay que tener en cuenta que hay una importante afinidad cultural entre los kurdos y los persas. El kurdo y el idioma persa o farsi son lenguas muy próximas (ambas pertenecen la rama irania de las lenguas indoeuropeas). Por otra parte, una opinión –emitida con una cierta pachorra- que hemos oído varias veces en el Kurdistán iraní es que “el problema es que las diferentes tribus o jefaturas kurdas hemos estado siempre desunidas”.
Aun así, parece ser que el idioma kurdo y su cultura están severamente restringidos en el Irán de la Revolución Islámica. Según nos informan, el kurdo no se enseña en las escuelas y su uso oficial es inexistente. En cuanto a reconocimiento político, más allá de la existencia de la provincia del Kurdistán (con capital en Sanandaj), que abarca una parte relativamente pequeña del territorio histórico kurdo (otras zonas del noroeste de Irán con una importante población kurda son las provincias de Azerbaiyán Occidental, Kermanshah e Ilam), no existen instituciones políticas kurdas. Otro problema adicional es que muchos kurdos son suníes, en un país, Irán, en donde la religión oficial es el chiismo.
Irán, el país con la población (kurda, persa, azerí, balucha…) más acogedora y cálida del mundo, es también un estado teocrático que lo impregna todo (o que lo asfixia todo), incluida la cultura kurda. Es significativa la opinión de un profesor al que contactamos en la Universidad del Kurdistán, en Sanandaj. Según nos contaba, en esta ciudad, hace décadas convivían diversas culturas y religiones. Pero tras la revolución islámica, el clima se fue volviendo más cerrado. Las comunidades armenias y, por supuesto, las judías, fueron abandonando la cuidad. En la actualidad los kurdos suníes que viven en ella se encuentran en una situación muy incómoda y difícil.
Parece que la presencia de milicias armadas es menor en Irán que en los otros tres kurdistanes. Aun así, existen dos milicias promovidas por el PKK turco (y de similar ideología), que actúan intermitentemente contra el Gobierno iraní: el Partido por una Vida Libre en el Kurdistán (PJAK), operativo desde 2004; y el Partido Democrático del Kurdistán Iraní (PDKI), operativo desde 1979. Los milicianos de ambos grupos encuentran refugio, al otro lado de la frontera, en las montañas Qandil del Kurdistán iraquí. El pasado mes de julio se conoció esta noticia, según la cual, los Guardianes de la Revolución de Irán habían bombardeado con misiles y aviones no tripulados posiciones de “grupos terroristas” en la frontera con el Kurdistán iraquí.
El Kurdistán turco
Los kurdos no existen oficialmente en Turquía. Se les llama “turcos de las montañas”. Como se comentaba al comienzo, desde el nacimiento de la “República de Turquía”, de Atatürk, se lleva a cabo una política de hegemonía absoluta de lo turco, y de total silenciamiento e intento de asimilación de cualquier otra cultura, como la kurda o la armenia. En la actualidad los kurdos de Turquía, unos 20 millones de personas, no tienen ningún reconocimiento político ni cultural. Está prohibido el uso de la lengua kurda en el sistema educativo y, en algunos momentos, se puede hablar de auténtica persecución de la lengua y de la cultura kurdas.
Por su parte, desde 1978 existe un conflicto armado que enfrenta al Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK) y a las fuerzas de seguridad del estado turco (también con operaciones militares en Siria e Irak). Y ello, en la actualidad, en un desolador contexto general en materia de derechos humanos, particularmente desde el supuesto golpe de estado contra Erdogan de julio de 2016. Como curiosidad, cabe señalar que en Turquía están bloqueadas centenares de páginas web, entre ellas Wikipedia. También me viene ahora a la cabeza cómo describía a Erdogán el profesor que entrevistamos en la universidad del Kurdistán (en Sanandaj, Irán): “¡Erdogán es un fascista!”.
Desde el comienzo del conflicto pueden haber muerto unas 40.000 personas. Se han producido ejecuciones sumarias, torturas, desplazamientos de población, quema de aldeas, y un sinfín de violaciones de los derechos humanos. Esas violaciones son en su mayoría achacables al ejército turco, pero algunas de ellas también a los milicianos del PKK.
La única salida futura al problema (de sentido común y de justicia) es, en lo tocante al Gobierno turco, propiciar un contexto de menos autoritarismo y más democracia en el que se otorgue autonomía política a las regiones del sudeste de Turquía, de mayoría kurda, confiando es que esa autonomía no será el primer paso hacia la independencia; y, por la parte del PKK, renunciar (incondicionalmente) al uso de la violencia como forma de lucha política, y aceptar esa autonomía política (de hecho, en varias ocasiones han declarado que, en la actualidad, su objetivo es alcanzar un “confederalismo democrático”, dentro de Turquía y en cada uno de los otros tres países, y no tanto la independencia). Pero este tipo de convergencia es muy difícil. Por ejemplo, según nos comentaba un amigo kurdo de Batman (Kurdistán turco), la mayoría de la población turca no kurda tiene un sentimiento de rechazo hacia los kurdos, de manera que un gobierno que negociara con el PKK y que facilitara esa autonomía, probablemente perdería las siguientes elecciones.
De hecho, se han producido ya varios intentos de negociación entre el Gobierno y el PKK, y varias iniciativas por parte del PKK de abandonar las armas, promovidas desde la cárcel por Abdullah Öcalan, su líder. La última fue en 2012. Este proceso duró algo más de dos años, en los que se generó una cierta apertura, reconocimiento de la cultura kurda, y un avance en el municipalismo democrático (promovido por el Partido Democrático de los Pueblos, HDP). Sin embargo, esta apertura se vio frustrada en 2015. Tras el cerco por parte de ISIS a Kobane (en Rojava), el Gobierno turco fue acusado de haber ayudado a los atacantes de ISIS, lo que generó una serie de revueltas en las principales ciudades kurdas de Turquía, así como una serie de ataques del PKK. Ante ello el gobierno rompió las negociaciones y se produjeron detenciones masivas de políticos y activistas kurdos. De acuerdo con The International Crisis Group, entre julio de 2015 y agosto de 2019 han muerto en Turquía 4.551 personas como consecuencia del reinicio del conflicto. El histórico barrio de Sur, en el centro de la bella y cosmopolita ciudad de Diyarbakir, fue destruido entre noviembre de 2015 y marzo de 2016. Lo mismo ocurrió con las ciudades fronterizas (con Siria) de Cizre y Nusaybin. El Gobierno turco intervino el pasado 20 de agosto las alcaldías de Diyarbakir, Van y Mardin, que estaban en manos del Partido Democrático de los Pueblos desde las últimas elecciones municipales del 31 de marzo de 2019.
Desolador… Pero hay que seguir intentándolo, es la única salida, y sigue habiendo nuevas iniciativas de paz…
Los yazidíes también son kurdos
En un recorrido por el pueblo kurdo no pueden ser olvidados los yazidíes. Los yazidíes son un grupo étnico que mantiene una religión preislámica, el yazidismo. Son kurdos que no experimentaron un proceso de islamización y que conservaron una religión tan antigua como la zoroástrica (con la que está emparentada), si bien el yazidismo tiene un marcado carácter sincrético y está particularmente influido por el islam sufí. Son unas 600.000 personas, y sus principales núcleos de población se encuentran tradicionalmente en la gobernación de Nínive, en Irak; y, dentro de ésta, en los distritos Sinjar y de Shekhan, ambos en la actualidad bajo el control parcial y total, respectivamente, del Kurdistán iraquí. Hay también otros núcleos de población yazidi en el Kurdistán iraquí, como la localidad de Khanke. Los yazidíes son probablemente el grupo de población más marginado y objeto de rechazo de Irak. Hay otras poblaciones más pequeñas en Siria, Turquía, Georgia, Armenia, Alemania y EEUU.
Los yazidíes se hicieron conocidos en el mundo a raíz del Genocidio de Sinjar, que tuvo lugar en agosto de 2014. En el comienzo del verano de 2014, el ISIS avanzaba hacia el norte de Irak, llegando hasta el distrito de Sinjar. La ciudad y el distrito de Sinjar estaban bajo el control de los peshmergas (milicia del Kurdistán Iraquí). Sin embargo, extrañamente, ante el avance de los milicianos de ISIS, el 2 de agosto los aproximadamente 7.000 soldados peshmergas se retiraron del distrito, sin avisar y sin organizar ningún tipo de evacuación de la población civil. Y ahí se inició el desastre. La población yazidi quedó en la más absoluta desprotección frente a unos luchadores fanáticos que veían en frente, no a unos iraquíes más, sino a unos herejes adoradores del diablo (así es como algunos musulmanes ven, erróneamente, a los yazidíes). No hay espacio en este artículo para contar los dramáticos acontecimientos que tuvieron lugar en los días y meses posteriores, pero dejo este enlace para ello. El caso es que tras el genocidio yazidí en Sinjar se inició una gran diáspora, en la que más de 100.000 personas abandonaron su zona de origen. En la actualidad la mayoría de ellas se encuentran en campos de refugiados de la gobernación de Duhok, en el Kurdistán iraquí, en campos como los de Khanke o Versivi, de decenas de miles de refugiados de los que ya no se habla, y que tienen un futuro muy poco despejado. Quedan también varios miles de refugiados yazidíes en Siria (Rojava), Turquía y Grecia. Unos pocos miles han conseguido iniciar una nueva vida en Alemania, Canadá o Australia. ¡Por favor, no nos olvidemos de los refugiados yazidíes y de la suerte de este pueblo!
¿Hace falta un gran Kurdistán independiente?
Como señala Consuelo Núñez, de la Iniciativa Internacional de Madres por la Paz, “la cuestión kurda no se va a resolver con la guerra, solamente se puede resolver en una mesa de negociaciones; los kurdos no están pidiendo un estado, están pidiendo una autonomía y seguir viviendo su cultura”. Efectivamente, hacen falta autonomía política, reconocimiento cultural, fronteras abiertas y multiculturalismo. En cuanto a reconocimiento político, hay que consolidar, apoyar y hacer avanzar a los gobiernos autónomos que ya existen en Irak y Siria (y para ello también hay que contribuir a la estabilización y democratización de estos dos “estados fallidos”). En Irán y Turquía, en estos dos estados fuertes y con gobiernos autoritarios, hay que ir en la dirección (pacífica por ambos lados del conflicto) de reconocimiento político del pueblo kurdo, y de desarrollo de gobiernos regionales autónomos en los territorios en los que los kurdos son mayoría. Otra opción, quizás menos plausible, que se tanteó hace dos años con el referéndum de independencia del Kurdistán iraquí, es la de un pequeño estado soberano kurdo, el actual Kurdistán iraquí, y otros territorios autónomos de mayoría kurda dentro de los estados de Turquía, Irán y Siria (algo así como sucede con los armenios o azerbayianos, en donde, por un lado, existe un pequeño estado soberano, Armenia y Azerbaiyán, y, por otro, existen importantes poblaciones de esas dos etnias en los países vecinos).
Hacen falta fronteras abiertas entre los cuatro kurdistanes. Un ejemplo anecdótico del problema existente lo vivimos este verano. Viajamos en autobús desde Duhok (en el Kurdistán iraquí) a Batman (en el Kurdistán turco). Según Google Maps, hay entre ellas 278 km de distancia y se tarda 3 horas y 53 minutos en recorrerla en coche. Nosotros tardamos 11 horas en hacerlo. El problema era la frontera entre el Kurdistán iraquí y Turquía, ya que tardamos 7 horas en cruzarla (5 horas en el lado kurdo y 2 en el lado turco). El caso de la frontera de Turquía con Rojava en aun peor, ya que ésta está cerrada (recuérdense los 828 km de muro). Estas fronteras (artificiales) complican enormemente la circulación de personas y las relaciones económicas entre el conjunto del Kurdistán.
Desde los tiempos del Imperio Otomano y de la dinastía Kayar de Persia, han morado por el Kurdistán kurdos, árabes, turcos, armenios, asirios, caldeos, yazidíes, azeríes, circasianos, chechenos y judíos. Esta riqueza cultural y religiosa se ha mantenido en el Kurdistán iraquí y en Rojava, y se ha perdido en buena medida en el Kurdistán turco, tras las limpiezas étnicas realizadas allí por Atatürk. Esta diversidad cultural es uno de los principales valores que tiene esa zona, y cualquier autonomía regional que se constituya en esa zona debe respetar e integrar a todas estas comunidades; es decir, deber ser multicultural. Un ejemplo modélico en este sentido es el de Rojava, que se constituye como una entidad laica en donde todos los grupos étnicos existentes en su territorio tienen cabida en pie de igualdad, aunque los kurdos sean el grupo mayoritario.
¿Y qué podemos hacer desde España para apoyar la creación de un Kurdistán (o unos kurdistanes) con sus instituciones políticas propias, sin fronteras y multiculturales? Por lo pronto entender y conocer lo que pasa por allí; y, ahora, con urgencia, apoyar cualquier acto o iniciativa que se organice en próximas fechas en apoyo a Rojava y contra la intervención de Turquía en ella.
Síguenos también en el Facebook de El HuffPost Blogs