Lo que se necesita para hacer una bomba nuclear
El anuncio de Irán de que ha comenzado a enriquecer uranio por encima de lo pactado en 2015 enciende las alarmas de la comunidad internacional.
El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) ha confirmado que Irán está enriqueciendo uranio por encima del 3,67% de pureza establecido en el acuerdo firmado con las potencias occidentales en 2015. Hasta ahora, el uranio que tenía por debajo de ese nivel era usado con fines civiles, pero si se incrementa su enriquecimiento, se aviva, de nuevo, el temor de que busque emplearlo en una bomba nuclear.
Este es el segundo incumplimiento por parte de la República Islámica del citado acuerdo, tras superar hace una semana los 300 kilos de hexafluoruro de uranio enriquecido al 3,67% establecido también en ese pacto. Ambas salidas de carril son su respuesta a la espantada inicial de Estados Unidos, que hace ya más de un año que abandonó el acuerdo, a las sanciones posteriores impuestas por Washington y a la inacción que, denuncian, han encontrado en los otros firmantes del pacto: la Unión Europea, China y Rusia.
Las preguntas a estas alturas son: ¿existe un riesgo real de que Teherán construya un arma atómica? ¿Lo podría lograr pronto? ¿Qué se necesita para ello? En una semana nuevamente tensa, cuando EEUU y Reino Unido han acusado a los Guardianes de la Revolución de asediar a un petrolero británico, es momento de responder a esas preguntas.
Lo primero: cómo se construye una bomba nuclear
No hay más que dos maneras para fabricar una de esas bombas que fueron lanzadas por EEUU sobre Hiroshima y Nagasaki: utilizar uranio enriquecido o plutonio, que se fabrica gracias a la combustión de uranio.
El uranio está relativamente extendido en la corteza terrestre, tanto en el suelo seco como bajo los océanos. Actualmente, una veintena de países cuentan con minas operativas de uranio. De acuerdo con la World Nuclear Association, más de dos tercios de la producción de uranio proviene de tres estados: Kazajistán (39%), Canadá (22%) y Australia (10%). Entre los otros grandes productores figuran también Rusia, Níger y Namibia.
El uranio natural está formado por dos tipos de isótopos: el uranio 238 (que supone el 99,3% del total) y el uranio 235 (apenas el 0,7%). Sólo este último puede ser utilizado como combustible nuclear. Una parte pequeña y, por tanto, codiciada.
Para obtener el combustible necesario para fabricar un arma atómica se debe enriquecer el uranio, esto es, aumentar su proporción de U-235. En un primer paso, este mineral es triturado y se utilizan soluciones alcalinas para extraer el uranio. Después de secarlo, se obtiene un concentrado sólido de uranio llamado yellowcake (pastel amarillo u óxido de uranio) que, calentado ligeramente, pasa a un estado gaseoso y puede entonces ser enriquecido.
Así se enriquece
El enriquecimiento de uranio, tan polémico en estos días a propósito de Irán, consiste en separar el uranio 238, más pesado, del uranio 235, más ligero, mediante unas máquinas llamadas centrifugadoras. No basta con un par de ellas, sino que se necesitan miles de centrifugadoras para obtener un volumen importante de uranio enriquecido. Sólo unos pocos países en el mundo cuentan con ese tipo de instalaciones, que son grandes y costosas.
Una vez enriquecido, el uranio puede ser utilizado de diferentes formas, según el nivel de concentración de U-235. El ligeramente enriquecido (de entre el 3,5% y el 5%) es utilizado como combustible en las centrales nucleares para producir electricidad, por ejemplo. Un uso civil, inofensivo.
A un grado alto (del 90% o más), llegamos a lo que se llama uranio de “calidad militar”, que puede servir para fabricar una bomba atómica, aunque hace falta una cantidad suficiente o “masa crítica” que pueda desencadenar una reacción en cadena, que provocará finalmente una explosión nuclear. Esa masa crítica se calcula en 25 kilos de uranio enriquecido o en ocho kilos de plutonio.
No es nada tranquilizador saber que en el mundo “existe suficiente plutonio y uranio enriquecido como para fabricar el equivalente de 20.000 bombas como la de Hiroshima, según el Panel Internacional sobre Materiales Fisibles”, un grupo de expertos citado por la agencia AFP.
Lo que tiene Irán
Gracias al acuerdo de 2015, Irán se comprometió a dar dos pasos esenciales para alejar su programa de investigaciones nucleares de una supuesta bomba atómica: la reducción en dos tercios de sus centrifugadoras -tenía mil en su complejo de Natanz- y el recorte de su reserva de uranio enriquecido -que pasaba de 12.000 a 300 kilos-. Una sensible cesión, que da cuenta de la necesidad que tenía de pactar para quitarse del cuello la soga de las sanciones económicas. Teherán, no obstante, siempre ha defendido que su programa tiene un uso plenamente civil, no militar.
No basta con tener las suficientes reservas de uranio para armar una bomba, sino que también es necesario enriquecerlo a un nivel determinado para que pueda ser empleado con fines militares. Los ayatolás amenazaron con enriquecer lo almacenado al 20% si los demás compromisarios del acuerdo -Pekín, Moscú y, sobre todo, Bruselas- no les ayudaban a sobrellevar los nuevos castigos impuestos por la Administración Trump, que entiende que las ganancias que ha logrado la república islámica gracias al pacto de hace casi cuatro años han ido destinadas a “financiar el terrorismo en la región”. Van camino de ello. El 20% era el preocupante porcentaje al que ya había llegado Irán justo antes del acuerdo con Occidente y que hizo urgente que la diplomacia buscase soluciones.
Teherán niega la mayor e insiste en que no anhela un arma, sino que con un uranio más enriquecido querría llevar a cabo investigaciones médicas que hasta ahora ha tenido vetadas por el acuerdo. Miles Pomper, especialista en seguridad nuclear del James Martin Center for Nonproliferation Studies, explica a France 24 que eso puede ser verdad en parte: “Aunque para las necesidades civiles un uranio enriquecido entre el 3 y 5% es suficiente, es cierto que para algunas prácticas médicas (particularmente terapéuticas, como el tratamiento de ciertos cánceres), hay que enriquecerlo hasta casi un 20%”.
Irán ya ha superado el límite de aquellos 300 kilos, ahora que da por acabado el pacto porque nadie hace por salvarlo tras la salida de EEUU. Con sólo 300 kilos de uranio enriquecido al 3,67% Teherán puede producir entre cinco y nueve kilos de uranio enriquecido al 90%, cuando la masa crítica, recordamos, está en 25. Eso puede bastarle a un país que disponga de la técnica necesaria, como Francia o Estados Unidos, para fabricar una bomba atómica. “Pero Irán todavía no ha llegado ahí”, añade Pomper. Le hace falta la base, el combustible, pero también el desarrollo científico del que aún carece.
Los especialistas avisan de que el proceso puede ser rápido, no obstante, si nada los detiene. Meir Javedanfar, profesor en el Interdisciplinary Center (IDC) de Herzliya (Israel), ya avisó de que, cuando se firmó el acuerdo de 2015, a Irán le quedaban apenas dos o tres meses para haber logrado la bomba atómica. Con el histórico pacto, el plazo se amplió “hasta al menos un año”. Ahora, cuando la línea roja se ha cruzado, vuelven a reducirse los tiempos. Nadie sabe en cuánto.
Queda por ver si el acuerdo puede renegociarse, como quiere EEUU para sacar más tajada, o si volvemos a la crisis de hace cuatro años de riesgo “inminente” y “peligro existencial”, como el que denuncia el Gobierno de Tel Aviv. Nadie quiere un enfrentamiento abierto, armado, y además han entrado otros actores en liza, como la UE, que ha defendido el pacto a capa y espada, sin éxito.