Lo que los cuadros de Sorolla pueden enseñarte sobre la liberación de la mujer
La exposición 'Sorolla y la moda' podrá verse en los museos Thyssen y Sorolla hasta el 27 de mayo.
Cuando Mariano Fortuny diseñó y patentó el vestido Delphos en 1909, dejaba para la posteridad una de las prendas más revolucionarias de la historia de la moda. El pintor y diseñador español afincado en Venecia diseñó este traje inspirándose en una cariátide griega de Deplhi, con un corte que se adaptaba al cuerpo femenino, marcando sus formas. Pocas mujeres de la época tenían la personalidad necesaria para lucirlo: la bailarina Isadora Duncan, la marquesa Luisa Casati o Ida Rubinstein fueron algunas de estas revolucionarias.
Meses después de que se comercializara, Joaquín Sorolla compró un Delphos para su hija Elena, de tan solo catorce años, y la retrató en el cuadro Elena con túnica amarilla (1909). Un síntoma no solo de que el pintor seguía las tendencias y se fijaba en la forma de vestir de la época, sino que era un hombre moderno que instaba a su hija a ser quien quisiera ser, sin tener en cuenta las convenciones sociales.
"Es muestra de que Sorolla quería empoderar a la mujer de verdad, que no era un fake", explica Eloy Martínez de la Pera, comisario de la exposición Sorolla y la moda, que explora la relación del pintor con las tendencias de la época y que se ha organizado de forma conjunta en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza y el Museo Sorolla, ambos en Madrid. Pese a su título, Martínez de la Pera insiste en que tiene más que ver con la modernidad y en el cambio social de las ciudades y la moda que liberó a las mujeres en ese entorno.
En cada museo la muestra se divide en cuatro salas temáticas, que exploran desde el Sorolla más íntimo que retrataba a su familia, especialmente a su mujer Clotilde, hasta aquel pintor que las reinas y las damas de la alta sociedad buscaban para ser inmortalizadas. Junto a sus imágenes se han colocado trajes de la época que vienen de instituciones tan importantes como el Museo del Traje de Madrid, el Palais Galliera de París o el Museo Victoria&Albert de Londres.
La mayoría no son la pieza exacta que vemos en los cuadros, pero sirven como referencia y testimonio de la faceta de observador de Sorolla, que captó cómo se fueron liberando las mujeres a través de las prendas que vestían. Buena muestra de ello es el retrato Clotilde con traje negro pintado en 1906, en el que aparece la mujer del pintor que se expone junto a un traje de tafetán y algodón del Museo de Artes decorativas de París que data de 1900 y en el que se puede apreciar el mismo estilo que en la pintura. "Pintaba la moda que estaba en la calle", explica Martínez de la Pera.
"Sorolla amaba la belleza y lo estético", comenta Martínez de la Pera, pero también buscaba retratar a las mujeres fijándose en su personalidad, en un mundo que comenzaba a globalizarse. Podemos afirmarlo tras ver el retrato de la arqueóloga Julianna Armour Ferguson, que posa con un collar egipcio que se puede ver junto a la pintura.
"Quería retratarla como a una mujer culta", explica el comisario de la muestra, que indica que en aquel momento existía una fascinación por el antiguo Egipto fruto de todos los hallazgos producidos en la época. Una fascinación que llegó a la moda y que se puede ver en un diseño de Madeleine Vionnet del el último tramo de la muestra del Thyssen.
A través de las piezas expuestas tanto en esa galería como en la casa museo del pintor, el visitante puede ser testigo de los cambios en la industria de la moda, empezando por algunos tan importantes como la puesta en valor de la autoría. La exposición incluye un diseño de Charles F. Worth que se asemeja a algunos de los que llevaba en la época la reina Victoria Eugenia. El diseñador, figura clave en la alta costura parisina, fue uno de los primeros en firmar sus trajes.
Los cambios en la moda de finales del siglo XIX y comienzos del XX también llegaron a las playas del País Vasco, el País Vasco francés y el Levante, que elegían las familias de clase alta por sus beneficios para la salud. En las obras de Sorolla podemos ver cómo aparecen los guantes de seda, y las diferencias entre las dos costas, que tienen que ver con los tejidos, más gruesos en el norte. Vemos la combinaciones de faldas con blusas, y tonos como el violeta o el azul añil.
En los elegantes posados que Sorolla retrata frente al mar —habitualmente de su familia y de amigos cercanos— vemos la importancia de los complementos: aparecen las sombrillas y especialmente los sombreros, decorados con flores y velos para dejar constancia del estatus social. En estas pinturas, quizás las más características del valenciano, también volvemos a ver la modernidad de Sorolla y la voluntad de que sus hijas eligieran su propio camino. En el cuadro Instantánea, su hija pequeña María sostiene una cámara Kodak, todo un lujo y una rareza para la época en la que eran muy pocas las mujeres que se dedicaban a la fotografía.
Sorolla gozó de un gran éxito internacional, especialmente en Estados Unidos, y por eso fue testigo de las tendencias que se vestían fuera de España en las capitales de la moda como París. De allí llegaron nombres como Paul Poiret, Jeanne Lanvin o Madeleine Vionnet que presentaron nuevas siluetas que se adaptaban al cuerpo femenino y a la vida en las ciudades. "Las mujeres querían vestirse solas. Literalmente", explica Martinez de la Pera, que recuerda que hasta entonces necesitaban ayuda para ajustarse corsés y colocarse bien las prendas.
La moda comenzaba a globalizarse, y las mujeres de distintos estratos sociales cambiaban su forma de vestir. Esta globalización llegaba hasta la realeza, y así se encargó de retratarlo Sorolla en piezas como Reina Victoria Eugenia en el palco del Teatro Real. En este cuadro viste un diseño negro con amplio escote y líneas sencillas que bien podría ser uno de los vestidos de Vionnet colocados en la exposición.
La muestra es un esfuerzo colectivo que lleva gestándose tres años y medio y que vuelve a poner de manifiesto el afán de Sorolla por plasmar en su obra una sociedad cambiante, convirtiéndose además en una especie de cazador de tendencias. La parte final del Thyssen termina con una proyección sobre la vida en ciudades modernas como Nueva York, París, Londres y Madrid, en las que vemos a las mujeres que retrató el pintor. El comisario decidió titular la pieza I was there —estaba allí—. Allí estuvo Sorolla y así nos lo contó.
La exposición Sorolla y la moda podrá verse en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza y el Museo Sorolla de Madrid hasta el 27 de mayo de 2018.