Lo que el mundo del cine SÍ puede hacer por las mujeres
Esta semana la actriz Penélope Cruz ha sido galardonada con el premio Donostia en el Festival de Cine de San Sebastián y en su discurso de agradecimiento ha hecho referencia a la violencia machista que sufren las mujeres. Sus palabras han sido aplaudidas y celebradas por todos los medios y por quienes lo estábamos viendo, ya que nos compete a todas las personas terminar con esta lacra social. Al inicio de su discurso, Cruz se disculpaba por referirse a un tema que no estaba relacionado con el contexto de los premios “Quiero terminar con algo que no tiene mucho que ver con el cine, pero el cine siempre tiene que ver con la vida” focalizando su denuncia en los 44 feminicidios que llevamos en 2019 y los más de 1.000 contabilizados desde 2003. Sin embargo, no es del todo cierto que la violencia hacia las mujeres no tenga nada que ver con el sector cinematográfico, de hecho, es una de las plataformas más poderosas y que más puede hacer por la transformación de nuestra cultura y la forma de relacionarnos.
Crear concienciación desde los atriles sobre causas universales es muy loable, pero no es suficiente. Es necesario no quedarse en las buenas intenciones, hacer autocrítica y analizar de qué manera cada sector está contribuyendo a perpetuar lo que denuncia para convertirse en agente activo del cambio. El mundo del arte, y en concreto el cine, tiene mucho que ver en la difusión de una cultura visual que durante siglos ha alimentado y sostenido la violencia hacia las mujeres. El cine es un gran creador de referentes, tanto femeninos como masculinos, que influyen en la conducta de millones de espectadores. Como cualquier producto visual, no es sólo entretenimiento: tiene el poder de normalizar o estigmatizar comportamientos, crear roles estereotipados y dar importancia o silenciar determinados relatos. La ficción es una de nuestras formas de aprendizaje porque nos permite empatizar con los personajes, sentir lo ellos que sienten y reconocer si esos actos tienen una recompensa o un castigo dentro de la sociedad. Nadie puede culpar al cine de los asesinatos que sufren las mujeres, pero sí de reforzar un sistema de creencias, valores que muchas veces son la antesala de esos casos. Que un hombre mate a una mujer significa que ha aprendido a relacionarse de una determinada manera con ella y que ha pasado antes por muchos gestos cotidianos que también deben ser considerados violencia.
El mundo del cine puede hacer muchísimas cosas por dirigir nuestra cultura hacia lugares más igualitarios, creando, por ejemplo, películas donde las mujeres sean protagonistas. Según las cifras de Women and Hollywood tan sólo el 36% de las películas producidas en 2018 tuvieron protagonistas femeninas, una cifra que se ha visto incrementada en los últimos años pero que aún sigue situándoles a ellos en el centro de la trama, tomando las decisiones importantes. Las imágenes son mapas visuales que nos ayudan a situarnos dentro de una jerarquía social y que nos indican, no sólo cuál es nuestro lugar dentro de ella sino por qué calles (roles) podemos o no transitar. Crear contenidos donde las mujeres tengan papeles relevantes es vital para que puedan llegar a desarrollarlos, y ser valoradas por ello en la vida real. También es importante que se produzcan y difundan más películas dirigidas por mujeres. Según los informes de CIMA el 80% de las películas españolas en 2018 estuvieron dirigidas por hombres. Es muy importante dar voz y visibilidad a las historias de las mujeres y contadas por ellas mismas. Esto enriquecerá nuestra mirada y nos brindará una cultura mucho más rica e inclusiva. Hace falta contar con las mujeres en los puestos de toma de decisiones, no sólo en puestos técnicos o de producción y asegurar la paridad salarial en los de igual responsabilidad.
Otra de las cosas que puede hacer cine para eliminar la violencia hacia las mujeres es dejar de normalizar los asesinatos, las violaciones o el maltrato presentándolos como algo admisible e incluso estéticamente bello o deseable. Escenas como el asesinato de “Carmen” donde parece que la víctima está teniendo un orgasmo cuando le clavan el cuchillo, o casos de violaciones como “Elle” de Paul Verhoeven, en la que se describe a una mujer que parece estar encantada de que la violen. También se deben dinamitar los estereotipos que describen a los hombres como personas violentas e insensibles y a las mujeres como objetos de consumo. Algo que se repite constantemente y que refuerza modelos de masculinidad y feminidad dañinos y que rigen las formas en las que nos relacionamos. Sería conveniente que el cine hiciese un esfuerzo por mostrar la diversidad de cuerpos, no sólo a mujeres de 20 años, blancas y delgadas sino también a las mujeres mayores, no como personas dependientes o enfermas sino autosuficientes y valiosas para la sociedad. Mujeres no necesariamente blancas ni delgadas, sino de todos los rasgos físicos y procedencias culturales. Y por supuesto: no financiar ni respaldar proyectos de hombres que abusan de su poder con las actrices a cambio de ayudarles en su carrera profesional, como ha sido el caso de Harvey Weinstein.
Estas medidas no son sólo aplicables al mundo del cine, sino a cualquier sector: empresa, justicia, publicidad, medios, educación, moda, ciencia... En todos ellos aún existen prácticas que perjudican sistemáticamente a las mujeres y que, aunque no son causa directa de los asesinatos a los que Penélope Cruz hacía referencia, sí están implicados en su origen y en el consentimiento generalizado de toda la sociedad a este tipo de violencia. La buena noticia es que, con un poco de consciencia y bien utilizadas, todas esas plataformas también pueden ser parte de la solución y del cambio hacia mejor.