Lo mejor para el estrés eres tú
Hay muchos métodos para combatir el estrés emocional: meditar, por supuesto, practicar ejercicio, eliminar la cafeína, escuchar música relajante… Yo los he probado todos, bueno, alguno muy exótico me quedará por probar, pero los básicos los he probado.
Y dependiendo del nivel de estrés que tenía, me han ayudado más o menos…
Si eres de las personas que prefieren priorizar el cuerpo sobre la mente, es decir, poner el foco en la comida o en el deporte, mejor no leas este artículo.
Si lo tuyo es comprender que no hay ninguna célula de nuestro cuerpo que escape al control de la mente, sigue leyendo.
Ninguna célula de nuestro cuerpo escapa al control de la mente
Vamos a poner el foco en los pensamientos.
Se define estrés como la reacción de la biología ante una situación amenazante: ponle un león si estás en la sabana o una inspección de Hacienda si estás por aquí más cerca. Cuando nuestra biología detecta una amenaza se pone en marcha para mantenernos con vida. Cuando la amenaza desaparece, la biología entra en modo descanso.
Si lo que quieres es combatir el estrés, por supuesto que está bien que atiendas a tu cuerpo; pero ve un paso más allá.
Analiza cuánto de lo que piensas está cargado de desesperanza, de palabras despectivas hacia ti y de cabreo con el mundo.
Considera poner tu foco mental en lo que te agrada, en esas pequeñas cosas buenas que ocurren a diario y te sacan una sonrisa.
Porque mientras no hagas algo por aliviar esa negatividad, eso que es tu responsabilidad absoluta, no encontraremos pastilla, gimnasio o verdura que reduzca tu estrés.
Además de que la biología reacciona automáticamente a una situación percibida como peligrosa, recibe también la información de los pensamientos.
Cuanto más pienso en ese peligro, más alimento la percepción de estrés.
Tenemos más de sesenta mil pensamientos al día y la mayoría son negativos.
Imagínate que tuvieras más de sesenta mil euros en billetes cada día y que la mayoría estuvieran partidos por la mitad. Según lo que hicieras con ellos, con los billetes, tendrían utilidad o no.
Con tus pensamientos ocurre lo mismo. Si la mayoría son negativos, tienes que hacer algo para convertirlos en útiles y beneficiosos para ti o estarás perdiendo todo ese “capital”.
Estamos demasiado acostumbrados a vivir con la rumia mental, estando ‘depres’ y padeciendo de dolores y malestares. Casi se nos olvida lo que es vivir en un estado de bienestar, aunque sea un bienestar de andar por casa.
Hace unos días una clienta me decía que ella se encontraba muy bien. Tan bien, que cuando me dijo el listado de dolores cronificados que le acompañaban desde hace más de diez años, casi lleno la cara de un folio. Para ella, todo eso que sufría era normal. Eran dolores de poca importancia.
Tuve que insistir para explicarle que lo normal, y no me gusta demasiado utilizar la palabra “normal”, lo que naturaleza quiere de nosotros es que vivamos en un estado armónico con nosotros mismos y con el medio.
Reconozco que a mí también me lo tuvieron que explicar con detenimiento porque, siendo muy joven, yo vivía llena de pequeños síntomas que me impedían disfrutar de la vida pero que acepté como única opción. Mi estrés no era del nivel del ejecutivo de Wall Street pero ahí estaba afectándome seriamente la salud. Cuando comprendí mi responsabilidad por mi bienestar, todo cambió.
Así que lo mejor para el estrés es volver a tener conciencia de que hay mucho más que hacer por el bienestar propio.
Si vamos a tener durante el resto de nuestros días sesenta mil pensamientos diarios, vamos a aprender a manejarlos correctamente porque de ellos depende también nuestro nivel de estrés.
Es fundamental que pienses en lo que piensas
¿Cuántos de esos sesenta mil pensamientos diarios están cargados de una negatividad repetitiva y constante?
¿Te levantas por la mañana pensando en todo lo malo que va a suceder: tráfico, broncas en el trabajo, broncas en casa, llamadas de teléfono impertinentes? ¿Te acuestas pensando en todas las cosas que te enfadan y te irritan? ¿Te quejas constantemente de lo mal que está todo?
Solo con que tengas alguno de esos hábitos instaurado, ya estás cargándote de estrés. No hace falta que aparezca un león.
La solución para el estrés no está fuera, está dentro de ti.
Como te imaginarás, los pensamientos negativos no van cargados de sentimientos positivos.
Los pensamientos negativos van cargados de sentimientos negativos, que a su vez generan sensaciones negativas en el cuerpo.
Si te dijeran que por cada pensamiento negativo hay un impacto negativo en el cuerpo, ¿dónde pondrías tu atención, en el cuerpo o en la mente?
Hay quien se empeña en seguir buscando soluciones que solo alivian el estrés en el cuerpo, como si el origen de esa ansiedad, de esos dolores musculares y de esa fatiga no estuvieran en gran medida alimentados por los sesenta mil pensamientos diarios.
Si lo que quieres es combatir el estrés, por supuesto que está bien que atiendas a tu cuerpo, pero ve un paso más allá.
Analiza cuánto de lo que piensas está cargado de desesperanza, de palabras despectivas hacia ti y de cabreo con el mundo.
Considera poner tu foco mental en lo que te agrada, en esas pequeñas cosas buenas que ocurren a diario y te sacan una sonrisa.
Porque mientras no hagas algo por aliviar esa negatividad, eso que es tu responsabilidad absoluta, no encontraremos pastilla, gimnasio o verdura que reduzca tu estrés.