Libertad para amar, esclavitud para gestar
Esta semana es la celebración del Orgullo Gay 2019 y muchas personas nos sumamos a ella para reclamar el derecho a la libertad. Libertad para amar. Libertad para decidir nuestra identidad. Libertad para elegir nuestra preferencia sexual. Aunque en España hemos conseguido derechos legales como el matrimonio entre personas del mismo sexo y la adopción, todavía es importante salir a la calle para eliminar los estigmas sociales y porque en otros lugares del mundo aún hay personas discriminadas que ni siquiera se pueden manifestar. Sabemos que en países como Irán o Mauritania las personas homosexuales y trans son perseguidas y castigadas hasta con penas de muerte.
La capacidad de unión y empatía es lo que hace fuerte a cualquier movimiento social. No importa que esas personas estén en otros países o que nunca las hayamos visto. Sabemos que nuestros actos les repercuten y les pueden ayudar o, por el contrario, perjudicar. Los movimientos feminista y LGTBIQ+ son dos luchas que han ido siempre de la mano y se han apoyado mutuamente porque tienen mucho en común: ambas tratan de dinamitar una jerarquía dominante que perjudica o discrimina a una parte, ya sea por su género o por su condición sexual. Ambas tratan de crear estructuras mucho más abiertas que confieran mayor libertad y establezcan relaciones justas para todas las partes.
Sin embargo, hoy existe un conflicto que nos separa, y en ocasiones nos enfrenta, en este camino hacia la igualdad: la gestación subrogada o alquiler de cuerpos de mujeres para gestar bebés (el tecnicismo no deja de ser otra estrategia más para invisibilizar la cruda realidad de esta práctica).
El capitalismo y la ideología neoliberal es un sistema incompatible con la igualdad porque no tiene en cuenta los perjuicios de nuestra actividad en otras personas. Todo queda justificado desde la individualidad: mis deseos, mi libertad, mis derechos están por encima de los deseos, libertades y derechos de los demás. Pero no hay igualdad posible si nuestra libertad resta libertad a otros seres. No se puede exigir derechos recortando otros derechos.
Aprovechando la fiesta del Orgullo, Ciudadanos (esa formación política que viene a vendernos el pasado en envoltorio moderno) ha registrado una proposición de ley para que las mujeres gestantes puedan ser familiares. Las hijas, hermanas o primas del comprador podrán ser sus mujeres gestantes.
Ya no sólo nos intentan colocar la explotación del cuerpo de la mujer como un derecho social, sino que además lo presentan como una reivindicación del colectivo LGTBIQ+. El 2 x 1 en oportunismo y timos. Ha quedado sobradamente demostrado que la práctica de los vientres de alquiler (otro término deshumanizante) no es viable altruistamente. En aquellos países, como Reino Unido o Canadá, donde es legal la gestación por donación, no hay mujeres disponibles y los demandantes recurren al “turismo reproductivo” en países subdesarrollados donde ellas no son libres para poder decidir.
No se puede hablar de libertad cuando existe necesidad económica. Por otro lado, sólo hay que echar un vistazo a los contratos que se establecen en este intercambio para descartar cualquier asociación posible con la idea de libertad.
Pero pongamos que existieran 20 mujeres en todo el mundo dispuestas a gestar un bebé altruistamente o para un familiar ¿Sería justo legalizar una práctica que implicará automáticamente la esclavitud de millones mujeres en otras partes del mundo? ¿Por qué un colectivo capaz de empatizar con aquellos que sufren discriminación más allá de sus fronteras no es capaz de ponerse en la piel de las mujeres a las que se someterá por esta práctica en otros países?
Aunque esta nueva forma de explotación no proviene sólo de parejas homosexuales (también hay parejas heterosexuales que recurren a ella), se suele asociar más al movimiento LGBTIQ+ por los personajes famosos que la han exhibido públicamente. Casos internacionales como Ricky Martin o Elton John y nacionales como Miguel Bosé, Jaime Cantizano o Javier Cámara aportan a la opinión pública la cara más amable y almibarada de este conflicto, resultando muy difícil de cuestionar.
Es muy fácil empatizar con la cara de felicidad de unos padres que abrazan amorosos a sus hijos. Pero nos faltan todas esas otras imágenes de las mujeres gestantes: las anónimas, las pobres, las que duermen hacinadas en literas, las que se exponen física y psicológicamente y a las que después devuelven los bebés que no cumplen las expectativas. También las de las empresas que explotan a esas mujeres y son quienes se enriquecen con este negocio.
Es imprescindible que los medios ofrezcan una información no sesgada y objetiva de esta práctica con todas las perspectivas para que la audiencia pueda acceder a una información objetiva y diversa.
La esclavitud humana se abolió hace muchos siglos, por mucho que algunos partidos y figuras políticas se empeñen en llevarnos de regreso al pasado. La prostitución y la gestación subrogada son dos formas de perpetuar la desigualdad entre hombres y mujeres. El colectivo LGTBIQ+ debería ser coherente con sus reclamaciones y situarse a nuestro lado en esta batalla. No tiene nada de igualitario ignorar el sometimiento de otras personas para satisfacer tus propios deseos. No todo vale. El fin no justifica los medios.