Ley Trans: el triunfo de la razón
Los derechos de las personas trans son derechos humanos, en toda su dimensión
No hay persona más experta en la propia identidad que una misma. La historia de la humanidad está plagada de ejemplos en los que las ciencias biomédicas han intentado acotar hasta dónde se podía ser o, directamente, si era mejor no seguir siendo. Los repetidos intentos del patriarcado por crear categorías de buenas y malas identidades o de válidas o erráticas corporalidades siguen aún produciéndose en nuestro tiempo y en nuestro país. El último ejemplo lo hemos podido ver en la última conferencia organizada por el Partido Popular en contra de la Ley Trans, contando con voces de académicas, feministas y personal sanitario.
Estos intentos de usar a la academia para blanquear discursos de odio y justificar la discrimación no son algo nuevo: el llamado racismo científico con las personas negras, la frenología, la psiquiatría en el caso de personas homosexuales o la biología en el caso de las mujeres -se llegó a afirmar que como sus cerebros pesan menos eso se traduce en que ellas están menos capacitadas para el pensamiento abstracto- son buenos ejemplos de ello.
En España, el PP llevó a un “experto” -Aquilino Polaino- al Congreso de los Diputados para acreditar “científicamente” el porqué el matrimonio igualitario era algo contra natura. Un procedimiento de señalamiento de la diversidad sexoafectiva idéntico a la pasada jornada contra la ley trans. En este caso, lo triste es comprobar cómo algunos feminismos se han vuelto a aliar con los movimientos conservadores, como ya ocurrió en las Sex Wars de los años 70 y 80. Preocupa y sonroja asistir a este espectáculo en el que desde algunos feminismos se blanquean las posiciones reaccionarias de la derecha y la extrema derecha política y social.
Recientemente, Amelia Valcárcel Bernaldo de Quirós, afirmaba en un tuit que “iban ganando la guerra de lo trans”, algo bastante indicativo de lo que ha significado para las personas transexcluyentes todo este doloroso proceso: una guerra de guerrillas para ver quien se colocaba la medalla ganadora. Obviando que había miles de personas detrás de la palabra “trans” a las que nos volvieron la vida del revés, señalaron, criminalizaron y estigmatizaron. Pero eso importaba poco, porque ya se encargaron de entrada de deshumanizarnos para dar rienda suelta a la saña y al odio desaforado. Al final su “guerra” solo quedó en una trifulca de pandilleras de barrio.
Los derechos de las personas trans no son un debate de academia. Ni una teoría, ni una moda pasajera fruto de conspiraciones neoliberales. Los derechos de las personas trans son derechos humanos, en toda su dimensión. El debate sobre si esos derechos existen o no surge de posiciones reaccionarias que defienden que ‘su identidad’ es la única natural y que el resto de identidades, para ser aceptadas, tienen que transitar por un camino dictado por ellas. Desde esta tribuna negamos la mayor: todos, todas y todes tenemos el derecho a ver asegurada y respetada nuestra identidad.
Una de las ponentes de la jornada conservadora contra la ley trans llegó a afirmar que “ellas solo pedían debate en el Congreso”. ¿Debate? ¿Alguien se imagina que en el proceso de la Ley Integral Contra la Violencia de Género algún grupo llevase ‘expertos’ que ‘demostraran’ que la violencia de género no existe? ¿O que en las leyes contra la discriminación hubiera grupos que llevaran a ‘expertos’ que volvieran a deslizar las teorías del ‘racismo científico’? ¿Por qué con las personas trans debe ser diferente? ¿Por qué los y las ponentes de ese encuentro conservador defienden que las personas trans no son un sujeto con capacidad para decidir sobre sí mismas? ¿Por qué niegan la existencia de las personas trans?
Sea como fuere, al final la razón es muy tozuda y el tiempo termina colocando todo en su justo lugar. Que estábamos en el lado correcto de la historia lo sabíamos, que cualquier batalla destinada a cercenar los derechos fundamentales de una parte de la población está llamada a ser perdida nos lo recuerda machaconamente cualquier bibliografía. Pero, aún así, hay quienes deciden tirarse al barro, porque entremedio recogen intereses en lo espurio, ya sea por protagonismos histriónicos o para liderar los problemas que ellas mismas crearon. ¿Quién estaría hablando de estas personas ahora si no fuera por esto? Todo se reduce a eso, al fango de los egos.
Desde esta tribuna defendemos el diálogo, pero no pisotear derechos, humillar ni negar la existencia. Las alianzas entre conservadores y algún sector del feminismo son problemáticas para los intereses, sobre todo, del feminismo. Poner la agenda, los recursos y los espacios feministas al servicio de fuerzas sociales conservadoras solo refuerza a las fuerzas sociales conservadoras.
El 22 de diciembre fue el del triunfo de la razón. El Congreso de los Diputados aprobó la Ley TRANS y LGTBI, que ya se dirige al Senado en su carrera final, por lo que inevitablemente surge la pregunta de si para este viaje hacían falta tantas alforjas, lágrimas gratuitas derramadas y el desgaste de un partido político que históricamente ha ido de la mano con el colectivo LGTBI. Llegará la hora de la rendición de cuentas de quien abocó a una formación política con más de 140 años de historia a un viaje hacia ninguna parte. Un auténtico calvario que siempre tuvo nombres y apellidos.
No daremos ni un paso atrás en derechos, y seguiremos tejiendo alianzas y apuntalando los espacios de seguridad que tanto nos ha costado conseguir a las personas feministas bitransmaricabollo. Contestaremos a cada humillación, y defenderemos a cada compañera que lo necesite. En esta lucha colectiva, ninguna puede avanzar completamente dejando a otras atrás. Así, nos situamos radicalmente enfrente de las posiciones conservadoras, de los intentos de negación de las identidades no cisexuales; en definitiva, nos posicionamos radicalmente enfrente de aquellas personas que usan al feminismo como arma contra las personas LGTBI: esas personas son cómplices necesarias del sueño húmedo del patriarcado de vernos enfrentadas. Y nada más lejos de la realidad: juntas somos más y más fuertes. Nosotras no podemos ni queremos elegir: somos feministas y somos LGTBI.