Lehman Trilogy o la naturalidad del capitalismo para bailar el twist
El estreno de Lehman Trilogy del italiano Stefano Massini con dirección de Peris- Mencheta en los Teatros del Canal era una fiesta que nadie se quería perder. Allí estaban todos y con gran expectación. Por eso, cuando al principio uno de los actores juega con el público haciéndoles reaccionar a golpe de cartel del estilo de letreros de película muda, la gente se le entrega y se divierte. ¿Seguirá esta entrega en los días siguientes y durante todo el mes que está programada la obra? A tenor de lo visto y de lo bien que se lo pasaba el público, la fiesta seguirá. De hecho, incluso con algunas críticas no del todo favorables, ya han puesto el cartel de no hay billetes para varios días. Lo que significa que el boca-oreja del público está funcionando y se lo están recomendando.
¿Por qué puede estar pasando esto? Porque la obra está muy bien contada y, hay que añadir, cantada, pues tiene bastante música. Tiene ritmo, tiene pegada. Los responsables de que sea así son sus seis actores, su director y adaptador del texto, su escenografía y todo el equipo artístico entregados en cuerpo y alma a que esto funcione.
También por lo que cuenta. A saber, el nacimiento, vida y muerte de una gran empresa americana, la Lehman Brothers. Una de tantas, pues el destino de cualquier empresa es, como el de los humanos que las forman, nacer, vivir, morir y desaparecer, más tarde o más temprano. Solo hay que haber pasado por una escuela de negocios para saberlo o conocer los informes como el de Mckinsey que ha reducido la vida media de las empresas a 18 años. Sí, ha leído bien. Solo unas cuantas, muy pocas, lo desmienten.
Todo esto se trata sin dramatismos, como un hecho natural, aunque estas quiebras sean un drama para las personas que las sufren, habitualmente para sus empleados y/o para los clientes, incluso mucho, mucho más allá, como fue la quiebra del banco de inversiones Lehman Brothers. Una naturalización que puede disgustar a algunas personas, sobre todo si ven el capitalismo (como otras ven el comunismo) como algo antinatural, algo que no tiene que ver con la naturaleza humana, o que tiene que ver con la parte inhumana de dicha naturaleza.
Humanidad e inhumanidad a la vez, esa parece ser la ambigüedad del texto. Un espacio que permite el juego en escena, al estilo de lo que hace Shakespeare, por lo que al igual que este atrae y mucho a todos los profesionales del teatro que no dejan de montarlo una y otra vez desde que se estrenó en Francia. Espacio en el que ya han jugado Luca Ronconi en el Piccolo Teatro de Milán y, recientemente, Sam Mendes en el National Theater de Londres. Un texto que antes que frases contundentes ofrece situaciones contundentes, pequeños conflictos que son los motores del teatro y, por ende, de las butacas.
Muchos momentos banales, como es la vida, la vida que nos (con)mueve. Una vulgaridad, como el detalle de las flores que se guardan para no tener que comprar otras. Como la escena de la comida mientras discuten como hacer los honores a un muerto. Como las madres de los Lehman y los Goldman-Sachs preparando a sus hijos para el bar mitzvah, la fiesta judía que celebra que los jóvenes están preparados para cumplir los mandamientos. Como la elección de esposa y madre de los hijos.
Momentos y situaciones que en general fluyen con facilidad en escena y donde no fluye, no aparece limpio, fluirá a medida que vayan acumulando representaciones. Con sus giros, sus vueltas, sus twists vitales y, por tanto, ordinarios. Los cambios que da la vida. Alguien conoce a alguien. Alguien se separa de alguien. Alguien nace. Alguien muere.
Una vida con sus twists, sus giros (¡qué bonita metáfora ese escenario que gira una y otra vez, una y otra vez!), que el espectador es invitado a bailar, metafóricamente hablando. A mover la cadera, a divertirse con este capitalismo de opereta que se ve en escena y que el público, que no es tonto, sabe que vive con naturalidad en su vida. Frente al que ha aprendido que de poco le sirve el enfado, la indignación, por lo que, como esta propuesta, recurre a la subversión que ofrecen la risa y el pop.
Mientras tanto, ve como los Lehman progresan a medida que se adueñan de la palabra. Se hacen con el lenguaje, mejor dicho, con los lenguajes y a través de los mismos del imaginario colectivo y de lo que no lo es. Lenguajes con los que fueron capaces de nombrar y de nominar lo que hasta entonces no tenía nombre, ni un mísero título que lo nombrase.
No, no se sufre ni se duele en esta obra por las consecuencias sociales de un capitalismo a la americana que ha ido contagiando a las democracias occidentales (habrá quien diga que liberando ¿o querrán decir liberalizando?) ya que no es su objetivo. Su objetivo es contar la naturalidad con la que es capitalismo se hace con el poder, apropiándose de las palabras, del lenguaje, de las ideas y por donde circulan, se transmiten. Ah, y teniendo cintura para bailar el twist, chas, chas, el twist de la vida.