Lecciones de un viejo motero sobre el talento y su (nula) relación con la edad
A comienzos de los años sesenta un motero neozelandés subió su arcaica Indian en un carguero y viajó por primera vez hasta Bonneville Salt Flats, en Utah. Lo extraordinario no es que lograra un récord de velocidad en aquel circuito haciendo que su moto literalmente volara a trescientos kilómetros por hora (cuando originalmente no pasaba de noventa). Lo verdaderamente increíble es que en aquel momento él tenía sesenta y ocho años. Se llamaba Burt Munro y nos legó varias importantes lecciones sobre el talento.
David Galenson ya nos ha dicho que, con respecto a la creatividad, hay dos momentos de la vida en los que el genio se manifiesta, dependiendo de la persona. En muchos casos es un tipo de talento que aparece en la juventud, con la turbulencia propia de quien, desde la inexperiencia, lo cuestiona todo. Sin embargo, en un número significativo de casos, el genio aparece mucho más tarde en la vida, precisamente como consecuencia de la experiencia acumulada.
Hoy día estamos sorprendidos ante la descarada juventud de personajes que, en muchos sentidos, están dibujando el paisaje en el que nuestro mundo evoluciona. A esta categoría pertenecen los fundadores de empresas como Google o Facebook, y desde luego una larga lista de músicos y actores. Sin embargo, en el otro extremo observamos que la edad media de los más grandes líderes del mundo (según Fortune) está más allá de los 50 años y que la franja de edad más frecuente en los Premios Nobel pasa de los 60.
La primera consecuencia de todo ello es que no solo la creatividad puede aparecer antes o después en el curso de una vida, sino que posiblemente esto se pueda aplicar a cualquier otra forma de talento. En el arte, pero también en la ciencia o en la empresa.
La segunda es que ni siquiera en una era tecnológica como la nuestra la juventud es sinónimo de éxito, como tampoco peinar canas lo es de no tenerlo. Así por ejemplo, ya nos habíamos acostumbrado a asumir como cierto que las jóvenes generaciones poseen un mayor talento digital. Sin embargo, el fenómeno conocido como la falacia del nativo digital parece querer decir que, en muchos casos, juventud equivale a falta de capacidad crítica sobre contenidos digitales y a desconocimiento profundo de sus riesgos.
En concreto qué es exactamente, cómo aparece y, sobre todo, cómo se desarrolla. Sea como sea, el anciano Munro nos dejó una serie de lecciones que es importante recordar:
- Nunca es tarde para nada.
- El talento no tiene que ver con la edad. Tiene que ver con tenerlo o no tenerlo. O mejor dicho, con cultivarlo o no cultivarlo.
- Burt Munro trabajó sobre su Indian y se entrenó sobre ella durante toda su vida: el éxito no se improvisa.
- Seguramente son incontables las veces que tuvo accidentes y percances de todo tipo: para triunfar hay que saber sufrir y recuperarse de los golpes.
- Los sueños se cumplen casi siempre que alguien se empeña en lograrlos: tarde o temprano.
Aunque quizá, la enseñanza más importante que nos dejó aquel viejo motero, que voló sobre el abrasivo suelo de Bonneville Salt Flats, descansa en esta frase tan llena de sentido, acaso erróneamente atribuida a Eliot: "Nunca es demasiado tarde para ser lo que podrías haber sido".