Las semillas y el azar
Es uno de los errores más cometidos. Envías tu currículum a un océano de currículums, o entregas tu tarjeta de visita a una persona muy importante, o mencionas tu nuevo proyecto en una cena, y ¿qué haces después? Te mantienes pendiente del teléfono esperando a que suene y convencido de que, en cuanto lo haga, ésa será tu gran oportunidad de demostrar tu valía y lograr tu objetivo.
Estoy convencido de que efectivamente los dejarás impresionados y les demostrarás esa gran valía. Hay solo un problema. Todo eso sucederá si y sólo si tu teléfono suena. Y eso no depende de ti.
Entonces es cuando respondes «sí, pero estoy plantando semillas». Es cierto. Las estás plantando pero no las estás dirigiendo. Plantas semillas y muy de vez en cuando sonará la flauta. Las semillas germinan y a veces hasta dan fruto. Pero que la flauta suene depende de que otro la toque. El control está en manos de ellos, no en las tuyas. Y como ya vimos, el que tiene el control tiene el triunfo.
#88peldaños
No me interesa cuántas semillas plantas, sino cuántas acompañas hasta convertirse en árboles.
@anxo
Mencionar a qué te dedicas con la esperanza de que de esa conversación te salga un cliente o un trabajo es lanzar semillas al aire con la esperanza de que alguna germine, pero ésa es la manera menos probable de obtener un árbol. Concibe el fruto como un resultado dirigido y deja de verlo como algo fruto del azar, aleatorio. Es dirigido cuando tú tomas la semilla, tú la plantas, tú la riegas, y tú cuidas y acompañas su crecimiento hasta que florece. Y es aleatorio cuando de todo eso se encargan (o no) otros.
Mencionar lo que haces con la esperanza de que a alguien le puedan interesar tus servicios es algo etéreo, sin nombre, indefinido, sin fechas, sin plan, y lo etéreo es el mayor enemigo del éxito. Si hay algo en común a casi todos los 88 Peldaños del éxito es la concreción: la diferencia entre el humo y el cigarro, entre esperar y actuar, entre simplemente tener ideas y ponerse en marcha, entre gravitar hacia tu destino y elegirlo, entre el regalo y el envoltorio. En cambio, acompañar la semilla hasta que se convierte en árbol es provocar el resultado que buscas, es tener un plan, hablar de hechos en lugar de posibilidades.
He aquí un listado de frases que provocan el árbol, los resultados. Adoptar este vocabulario es poseer no semillas aleatorias, sino semillas dirigidas:
— Quiero contarte tres cosas que van a ser de gran interés para ti.
— Te propongo que...
— Yo creo que lo que deberíamos hacer es lo siguiente...
— Lo que yo espero obtener de la reunión de hoy es...
— Mis 3 objetivos para este encuentro son...
— ¿Qué nos impide arrancar hoy mismo?
— Creo que tengo lo que necesitas. Dame sólo cinco minutos de tu tiempo.
— Dime una fecha de inicio.
— ¿Hay algún paso previo o podemos ponernos con ello hoy mismo?
— ¿Qué opinas de las soluciones que te acabo de proponer?
— ¿Qué aspectos de todo lo que te he contado te han impactado más?
— Dime dos cosas que podría hacer para facilitar la puesta en marcha.
— Cerremos la primera cita.
— ¿Te parece si redactamos una propuesta ahora mismo?
— Tengo libre viernes y lunes. ¿Cuál te viene mejor?
— Me gustaría que empezáramos ya. ¿Hay algo que nos lo impida?
Todas estas frases son diamantes. Interiorízalas todas. Inhálalas como si de oxígeno se tratara. Representan la diferencia entre producir y observar lo que otros producen, provocar soluciones o esperar a que surjan, vivir el triunfo en primera en persona o vivirlo en segunda, ser protagonista o ser público, lanzar semillas al aire u obtener árboles.
Las semillas no producen árboles por azar. Podrás desconocerla o no, pero los frutos siempre tienen una causa. Provocar el árbol es entender esas causas que lo hacen posible.