Las redes sociales nos están traumatizando más de lo que nos damos cuenta
La oleada de noticias negativas pueden afectar al cerebro y al cuerpo.
La circulación por Internet de titulares inquietantes no es algo nuevo, pero gracias a las redes sociales estamos más expuestos que nunca a ellos.
Desde la transmisión ininterrumpida de los disturbios del Capitolio, hasta los vídeos de enfrentamientos policiales como los de Linares y las actualizaciones de los datos sobre el número de muertos y contagios del coronavirus. Estamos constantemente bombardeados con la fatalidad. Las redes sociales brindan el espacio perfecto para que todos puedan compartir la información más reciente (y desinformación), así como análisis. No hay descanso.
A fin de cuentas, creemos que podemos manejarlo porque no nos colapsamos cada vez que detectamos otra tragedia en nuestro servicio de noticias. Pero, ¿es esto una señal de que estamos bien o es realmente una indicación de que estamos sufriendo más de lo que creemos?
Según los expertos, consumir este flujo constante de información negativa puede resultar traumático.
Katie Day Good, profesora de comunicación estratégica en la Universidad de Miami asegura que las redes sociales pueden ser un arma de doble filo cuando se trata de comprender la tragedia o las crisis humanitarias. Si bien pueden ayudarnos a comprender mejor los problemas que afectan a otros e “impulsarnos a adoptar comportamientos y abogar por soluciones políticas que traigan cambios positivos”, también existe el problema de volvernos insensibles a la tragedia porque vemos gran parte de ella.
“Las redes sociales pueden desensibilizarnos ante las tragedias al presentarnos demasiada información, información sacada de contexto, información errónea o desinformación diseñada para engañar”, explica.
Dado que no siempre tenemos tiempo suficiente para digerir una historia antes de empezar con la siguiente, a veces podemos sentirnos emocionalmente adormecidos, indefensos e inmóviles. Esto suele ocurrir cuando se activan nuestros mecanismos de supervivencia. Por su parte, Grace Dowd, psicoterapeuta de Austin, Texas, compara este fenómeno con la fábula de la “rana hirviendo”.
“La rana acostumbra a saltar, pero si la pones en una olla con agua y subes lentamente la temperatura, la rana se quedará quieta porque no nota el cambio gradual con el tiempo”, explica. “Nos hemos vuelto insensibles a situaciones que en otros tiempos parecerían escandalosos o inimaginables”, continua. “Nuestro acceso constante a las redes sociales y las noticias influye hasta el punto de que ya nada es impactante, además de desviar nuestra atención en las próximas crisis”.
Las formas en las que afectan las redes
No sólo la desensibilización es motivo de preocupación. Hay un buen puñado de otras formas en las que las redes sociales pueden impactarnos:
Reconfigurar nuestro sistema nervioso.
Según Mary Joye, especialista en salud mental y experta en traumas, nuestra respuesta al estrés de lucha se activa cuando vemos malas noticias, ya sea consciente o inconscientemente. Nuestro sistema “libera hormonas del estrés, como la adrenalina y el cortisol”, asegura.
Cuanto más nos involucramos en ese bucle, más nos duele, a veces hasta el punto de que nuestros cuerpos y cerebros tienen una reacción inmediata: tan pronto como iniciamos sesión.
“La repetición de [malas noticias e imágenes] nos daña a través de un trauma indirecto”, añade Joye. “Al igual que el superviviente de un trauma que se vuelve hipervigilante y escanea el mundo en busca de peligro, el doomscroller también busca eventos negativos”.
Nuestros cerebros comienzan a procesar el mundo como “un lugar inseguro, que es uno de los muchos síntomas del trastorno de estrés postraumático”, explica el especialista. “Puede hacernos irritables, territoriales, cerrarnos o excluir a los demás, y todas estas son también respuestas al trauma”.
Menor empatía por los demás.
El experto asegura que las redes sociales pueden contribuir a que seamos menos empáticos gracias a la desensibilización y el anonimato: “La gente hace comentarios online que nunca diría delante de alguien. Si hacen esto continuamente, comenzarán a ser menos compasivos en la vida real”.
El doomscrolling excesivo puede provocar cambios de humor, pérdida de apetito e incluso problemas cardiovasculares. Según Sam Nabil, director ejecutivo y terapeuta de Naya Clinics, una exposición excesiva a contenido lúgubre, odioso y desolador puede llevar a la elevación de los niveles de cortisol en el cuerpo, lo que provoca un bajón del estado de ánimo.
Esto también “contribuye a que se desarrollen problemas de salud mental, a la pérdida de apetito, a tener problemas para dormir y aumenta el riesgo de hipertensión y de desarrollar otras enfermedades cardiovasculares”, expone.
“La conciencia es siempre el primer paso para cambiar un comportamiento”, comenta Lin Sternlicht, terapeuta y cofundador de Family Addiction Specialist. “Una persona debe tomar conciencia del impacto negativo que el fatalismo está teniendo en su vida y luego tener el deseo de querer cambiar su hábito”. Es decir, primero hay que reconocer el problema.
Marca los límites.
“Necesitamos monitorear nuestro tiempo conectados a las redes y establecer límites claros sobre cuándo y cuánto tiempo estamos accediendo a las noticias”, puntualiza Steven Crawford, director médico del Pathlight Mood and Anxiety Center en Baltimore. “Depende de nosotros establecer estos límites por nuestra cuenta, aunque pueda ser particularmente difícil durante una pandemia y cuarentena cuando a menudo parece que no hay mucho más que hacer que sentarse en casa y navegar por la red”.
Interesarse por las buenas noticias.
Crawford sugiere llenar nuestro feed con buenas noticias o historias que le darán al cerebro un descanso entre tanta fatalidad y tristeza.
“Si no te hace sentir bien, pregúntate por qué quieres seguir estando expuesto”, reflexiona Sternlicht. “Si mantenerse informado es la principal preocupación, busca una fuente de noticias fuera de las redes sociales que tienda a informarte de las noticias sobre las que deseas estar al día y que no sea tan evidentemente tóxica”.
Revisa las redes sociales con intención.
“Presta atención cuando busques actualizaciones por aburrimiento, por impulso, o por estrés o para aliviar alguna emoción negativa”, indica Sternlicht. “Encuentra formas más saludables de ocupar el tiempo libre y hacer frente a los pensamientos y sentimientos negativos, como el cuidado personal a través del ejercicio, comer bien, escribir un diario y otros métodos de bienestar”.
Ignora no estar al día.
El miedo a perderse algo a menudo se usa para justificar hacer cosas que probablemente no deberíamos estar haciendo, expone la psicóloga Julie L. Futrell. A menudo se utiliza esto como una razón para mantenerse conectados.
Es posible que tengamos miedo a perdernos algo, “pero casi se puede garantizar que si ocurre algo importante, todos nos enteramos de una forma u otra”, apunta. “Vivimos en la sociedad de la información”.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido y adaptado del inglés por Paula M. Gonzálvez.