Las enseñanzas de los ‘papeles de Pandora’
Es imprescindible que se adopten reglas fiscales internacionales efectivas que pongan fin a estas vergonzosas prácticas y permitan un reparto más equitativo de la riqueza.
A la espera de los necesarios pronunciamientos de las autoridades judiciales y tributarias de cada país, y respetando la presunción de inocencia de los nombres que aparecen, de momento las informaciones de los llamados Papeles de Pandora son demoledoras. El volumen de los bienes y capitales afectados, así como el número y relevancia de las personas señaladas, dejan a los Papeles de Panamá en un plano secundario. De nuevo, el trabajo periodístico ha puesto al descubierto los entresijos de unas prácticas fraudulentas que siguen siendo numerosas y cada vez más sofisticadas.
Atesorar patrimonio e intentar contribuir lo mínimo no es nada nuevo y, hasta cierto punto, puede ser lícito. Sin embargo, la mayor parte de los bienes y capitales ocultados en esta ocasión, o bien tienen un origen ilegal o bien se quieren sustraer completamente de su obligación de contribuir a la Hacienda pública. Ya sea utilizando cajas de seguridad, cuentas en paraísos fiscales o empresas offshore, el objetivo siempre es el mismo, anteponer el yo individual al nosotros colectivo.
En el caso de las sociedades offshore, éstas se utilizan principalmente para encubrir la verdadera titularidad de bienes y capitales. Ello no significa que sea una práctica ilegal, pero lo cierto es que es la fórmula utilizada por aquellas personas que quieren blanquear capitales y eludir el pago de impuestos. Al tratarse de sociedades con domicilio en otros países, habitualmente con baja o nula fiscalidad, no están sometidas a las normas mercantiles y tributarias de los países donde se encuentran los bienes y capitales. Además, permiten esconder los nombres de las personas físicas que son las auténticas propietarias de dichos bienes y capitales, quedando fuera del radar de cualquier comprobación o reclamación dado que no figuran oficialmente en el patrimonio de aquellas.
En el caso de España, las sociedades offshore, además de no estar sujetas a las obligaciones contables o registrales de las empresas españolas, tampoco están obligadas a tributar por el Impuesto de Sociedades, ni tienen que pagar el IVA o el Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales por sus adquisiciones. Igualmente, las personas físicas, que se encuentran tras estas empresas, evitan declarar en el IRPF o en el IRNR cualquiera de estos bienes y capitales. Es decir, se trata de una elusión fiscal en toda regla. Por supuesto, el entramado de las empresas y la falta de colaboración de los países donde se constituyen dificultan sobremanera las actuaciones de comprobación de Hacienda.
Parecía que, tras los Papeles de Panamá, los organismos internacionales se habían puesto las pilas y habían empezado a regular y limitar estas prácticas, pero viendo la magnitud de los actuales Papeles de Pandora es evidente que quienes más aprendieron a hacer las cosas mejor fueron los despachos de asesores. Está claro que, mientras existan paraísos fiscales, capitales de origen ilícito y personas dispuestas a eludir sus obligaciones tributarias, esta práctica no cesará. Como se ha visto, se trata de un problema global y, por consiguiente, requiere de soluciones a nivel internacional, pero también es necesario mostrar una repulsa general con la misma contundencia que la generada por los efectos del cambio climático.
Ciertamente, el preciado desarrollo sostenible del planeta depende de una urgente transformación de las actividades que afectan al medioambiente, pero también es imprescindible que se adopten cuanto antes reglas fiscales internacionales efectivas que pongan fin a estas vergonzosas prácticas y permitan un reparto más equitativo de la riqueza mundial.
La apelada justicia fiscal tendría que ser uno de los pilares de nuestra sociedad y la lucha contra el fraude fiscal tendría que ser causa común como lo es la lucha contra el cambio climático. Asimismo, el perjuicio que causan las personas con fama o relevancia pública con estos comportamientos no sólo se mide en los euros o dólares dejados de ingresar a las arcas públicas, sino también en el aumento de la creencia por parte de los contribuyentes que el sistema fiscal no es justo, fomentando y justificando el fraude fiscal a pequeña escala.
Según la mitología griega, todos los males del mundo salieron de la caja de Pandora, esperemos que de los actuales Papeles de Pandora también salga la enseñanza, de una vez por todas, de que sólo depende de nosotros ponerles remedio.
De hecho, según el mito, la esperanza es lo último que se pierde.