Las claves de la semana: Enemigo que huye...
¿Imaginan un ministro que dimite por llegar dos minutos tarde a la sesión de control al Gobierno? Ha ocurrido. No se emocionen porque no fue en España, sino en el Reino Unido. Ha sido esta misma semana.
Fue el ministro británico de Desarrollo Internacional, Michael Bates, que acto seguido recogió sus papeles y salió de la Cámara de los Comunes en medio de la estupefacción del resto de Lores. Hasta la oposición le pidió que reconsiderara su renuncia, que no fue admitida en Downing Street.
La última batalla, en Waterloo
Para que luego digan que la ética y la política no se conocen. Igualito que Carles Puigdemont. Esta semana dos reporteros de El programa de Ana Rosa le han dejado a la altura de Cagancho en Almagro con la difusión de unos mensajes enviados a Toni Comín en los que se daba por sacrificado y admitía la derrota de la república catalana al tiempo que en las redes sociales llamaba a la unidad y la resistencia. Pero ahí sigue, forzando la máquina en busca de una investidura imposible. Ahora, desde Waterloo. Allí se ha mudado para, como Napoleón, librar su última batalla.
Porque si hay algo que esta semana ha quedado confirmado es lo que en círculos bien informados era un secreto a voces, y es que la cúpula del independentismo dice una cosa y la contraria según las palabras se pronuncien en público o en privado. Puigdemont ha quedado retratado. Miente a su parroquia con tanta soltura como viaja por Europa sin ser detenido porque la Justicia española entendió que es lo que perseguía.
Diga ya lo que diga, sabemos que Puigdemont se siente perdedor, y alicaído y, seguro que anda ya tramando la venganza contra los republicanos, ya que en esos mensajes desliza, además de su derrota, que son sus socios de ERC los que le han abandonado al no aceptar su investidura. Así que en su huída hacia adelante, el ex molt honorable deja también testimonio de la guerra interna que libra el independentismo y que, pese a la insistencia en simular lealtad "al legítimo president", los republicanos llevan tiempo tramando cuándo y cómo desprenderse del fugado sin retratarse ante la opinión pública para no cargar con el estigma de la traición. No vaya a ser que vuelvan a repetirse las elecciones y Puigdemont aproveche esa baza en su favor.
No cargar con el estigma de la traición
De momento, esta semana se ha enterado de que un pata negra del independentismo como Roger Torrent no tiene intención de inmolarse en nombre del independentismo ni del ex molt honorable.
El Constitucional le puso en bandeja el pretexto y lo ha aprovechado. Y las presuntas teorías de la conspiración urdidas a pachas entre La Moncloa y los de Junqueras contra Puigdemont para que la Justicia pise el freno y relaje las medidas cautelares contra los imputados no son más que patrañas poco creíbles, mucho más después de que el Supremo haya negado la puesta en libertad de Joaquim Forn. Y lo haya hecho, entre otros motivos, porque Puigdemont defienda aún "explícitamente" que debe conseguirse la independencia de forma inmediata. Nada le ha importado a Llarena que el ex conseller de Interior renunciase a su acta de diputado, dejara constancia escrita de su compromiso de no volver a delinquir y enviase una carta desde prisión a Puigdemont para que se echara a un lado y volviera a la senda de la legalidad.
Torrent, como el resto de ERC y una parte notable del PdeCAT saben que Puigdemont no volverá al Palau, pero sobre todo ninguno de ellos quiere acabar en prisión. Sacrificios a estas alturas, ni uno más. El único lugar en el mundo donde aún hay personas que se inmolan en la pira funeraria de otro es en la India. El rito, como saben, se llama "sati", está prohibido desde 1829 y, aunque algunas mujeres siguen practicándolo en algunas zonas, ni ERC ni el PdeCat están dispuestos a emularlo.
Marta Rovira ha sido la última en dejarlo claro. Esta vez, sí, en público: "Es fundamental que la investidura no implique improvisaciones, que no se haga sin garantías, que sea efectiva y que no implique consecuencias penales". Pues eso: que Puigdemont está en el final de la escapada y que lo máximo que sus socios republicanos están dispuestos a concederle, como ha dicho Junqueras, es una presidencia simbólica que ni la ley contempla. Enemigo que huye... (como ha sido el caso).
"Si no puedes con ellos, inhabilitalos"
Pese a todo convendría que ni el Gobierno ni sus terminales mediáticas lanzaran tan pronto las campanas al vuelo. Que Puigdemont caiga no significa que Moncloa haya neutralizado al independentismo, con o sin jueces de por medio. Que el ministro de Justicia deslice ya un horizonte de inhabilitaciones que impediría a los imputados ir de candidatos en caso de repetición de elecciones antes de que lo decidan los tribunales no ayuda más que a la construcción del próximo relato del independentismo para que en próximos capítulos aparezca el siguiente rótulo: "Si no puedes con ellos, inhabilítalos". Más madera...