Las claves de la semana: De muertes prematuras
La política está llena de cadáveres jóvenes. Entiéndase aquí por cadáver, una muerte prematura, una estrella estrellada o una joven promesa que acabó siendo pasto del olvido. Ha ocurrido en la derecha y en la izquierda, en España y fuera de ella. Todos eran inteligentes, estaban preparados y tenían gran altura intelectual y política pero, en algún momento, salieron o les sacaron de la pista porque no calibraron los tiempos, porque tejieron alianzas equivocadas o porque la vanidad les jugó una mala pasada.
Fuera como fuera, derraparon antes de tiempo, pese a creerse por encima de sus siglas, de sus jefes y hasta de los proyectos de sus respectivos partidos. No hay nada peor que vivir frente al espejo de uno mismo. Al final, uno acaba perjudicándose en el afán de alimentar la idea que tiene de sí mismo, de llegar a la meta como sea o de caminar dos palmos por encima del suelo creyéndose infalible.
Errejón, un émulo de Gallardón
¿Recuerdan aquel joven fiscal madrileño de apellido Ruiz- Gallardón? Un político vocacional donde los haya, inteligente, ambicioso y con inmerecida fama de "verso suelto". Llegó tan pronto a la secretaría general de AP como supo desprenderse de la etiqueta de "derecha rancia".
Él era el "progre del PP", el "mirlo blanco", el "outsider", "el hombre llamado a hacer del partido de Aznar una derecha moderna y europea.
Trabajó tanto -más bien le trabajaron- para ganarse fama de "moderado" que hubo hasta quien desde la izquierda le propuso como solución a la Presidencia del Gobierno cuando José María Aznar ganó sus primeras elecciones en 1996 con una mayoría exigua -sólo 1,4 puntos de ventaja sobre el PSOE y 360.000 votos más- y no acababa de sumar los apoyos necesarios para ser investido presidente del Gobierno.
Hacer amigos entre los enemigos del partido
Aquello y todos sus movimientos por desmarcarse con demasiada frecuencia de la línea oficial para hacer amigos entre los enemigos mediáticos de Aznar le granjearon durante años una enemistad con su jefe de filas. Una desavenencia que logró vencer cuando éste le sacó de la Comunidad de Madrid para enviarlo de candidato al Ayuntamiento, y Gallardón, para sorpresa de propios y extraños, ofreció el segundo puesto de su candidatura a Ana Botella, esposa del expresidente.
Hasta entonces era un "infiltrado en el PP", una especie de traidor dispuesto a venderse a la izquierda con tal de hacerse con el poder en la derecha y conquistar, después, La Moncloa. Sonados fueron sus enfrentamientos con Esperanza Aguirre, otra aspirante a ocupar la poltrona de la calle Génova que acabó, aunque por distintos motivos, fuera de la carrera.
Gallardón se quitó la careta el día que decidió dar el salto a la escena nacional, aceptar la oferta de Rajoy para ser ministro de Justicia y abrazar la causa de la derecha más extrema para reconciliarse con esa parte de electorado de su partido que llegó a creerse durante años el falso mito del "progre del PP".
El resto de la historia es más reciente, y por tanto, más conocida: la prisión permanente revisable, las tasas judiciales, el intento de regresión en la ley del aborto y su tentación de prohibir la interrupción del embarazo en casos de grave malformación cavaron su fosa política. Nunca más se supo de la ya para entonces no tan joven promesa de la derecha.
Gallardón fue para el PP lo que Iñigo Errejón es hoy para Podemos: el "verso suelto"; el protegido de los más furibundos críticos de su partido; la moderación; el elegido por los contrarios para llevarlo en volandas hasta el podium mientras se distinga de los suyos... La única diferencia entre el exdirigente del PP y el ex número dos de Podemos es que el primero jamás midió sus fuerzas en un proceso orgánico.
La importancia de gestionar bien las derrotas
Pero la historia lejana y reciente ha dado más ejemplos de trayectorias similares a la que ya recorrida por Errejón en Podemos. En la izquierda, salvando todas las distancias, le pasó algo parecido a Eduardo Madina que, sin desmarcarse nunca de sus siglas, sí creyó en un momento estar por muy por encima de su secretario general y tener un equipo y un proyecto muy superior al suyo. Como Errejón, lo comprobó en una competición interna y, como a Errejón, las bases le dieron la espalda al apostar por un Pedro Sánchez, al que él consideraba muy por debajo de su altura intelectual y política.
Y, en su caso, fue la gestión que hizo de aquella derrota en 2014 lo que le llevó a no sobrevivir en la primera línea, después de varios meses de conspiraciones, enredos y alianzas con hasta entones sus más furibundos detractores. Madina, con un alto concepto de sí mismo que alimentó sin medida su círculo más estrecho, pasó sin apenas transición de sostener que su estatura no daba la talla para liderar un partido tan grande como el PSOE a creerse un XXL frente a una dirección federal a la que despreciaba profundamente. Perdió sus segundas primarias frente a Sánchez y tuvo que dejar la política. Hoy ocupa su tiempo en una pequeña consultora sueca y se quita el "mono" de la vida pública como analista de la Cadena Ser.
Pablo Iglesias evita el cisma
Y, de no ser por la coyuntura política en Madrid y la crisis que se hubiera abierto en Podemos, la carrera de Errejón hubiera acabado esta semana como la de Gallardón o la de Madina. Pablo Iglesias lo ha evitado, y no precisamente porque cuadros e inscritos lo demandaran, sino para evitar un nuevo cisma que pudiera perjudicar las expectativas electorales de los morados.
Todo después de que Carolina Bescansa publicara en su canal de Telegram por error una propuesta de pacto con Errejón para desbancar a medio plazo a Iglesias de la secretaría general. Una segunda entrega del Jaque Pastor protagonizado por el ex número dos antes del Congreso de Vistalegre II ya no se podía calificar de error, sino de un nuevo intento de rebelión. Por más que Errejón se ha desmarcado del documento y lo ha calificado de "delirante", su credibilidad ha quedado muy dañada y sus expectativas para negociar su candidatura a la Comunidad de Madrid muy disminuidas. De momento, tendrá la mayoría absoluta (60-40) de los nombres de la lista, pero el porcentaje puede variar, y variará, en cuanto haya que incluir a las confluencias. Pero ni ha conseguido la representación legal de la candidatura como pretendía para tener independencia absoluta respecto a Podemos ni su opinión contará en la confección de las listas municipales.
De primera división a la liga regional
Con todo, lo peor para Errejón ha sido tener que aceptar de número 3 al secretario general de Madrid, Ramón Espinar, y su salida del Consejo Ciudadano Estatal, lo que supone que dejará de jugar en primera división para dedicarse en exclusiva a la liga regional de Madrid.
Así ha acabado la semana para Podemos, que empieza a tener la misma habilidad que el PSOE para desviar el foco sobre sí mismos y sus cuitas internas justo en los momentos en los que la derecha se encuentra al borde del abismo y sus líderes carbonizados como es el caso de Cristina Cifuentes. Pero de la todavía presidenta de Madrid tiempo habrá de volver a hablar porque aún le quedan unos días antes de "ser dimitida", que lo será...