Las claves de la semana: A vueltas con el 155

Las claves de la semana: A vueltas con el 155

EFE

Y volvemos al bucle: Cataluña, el independentismo, la desconexión, el referéndum, la ley, la Constitución, el 135... Y vuelta a empezar. La única novedad, además de la exótica escenificación de presentar una ley -la de la consulta- que se presenta como "norma suprema" en un teatro, es que el presidente del Gobierno y el líder de la oposición han roto el hielo en La Moncloa. Hubo apretón de manos, escena de sofá, sonrisas no forzadas, atuendo casual y hasta conversación durante dos horas y media.

Solemnizar lo obvio

Muy mal tiene que andar la política -y el periodismo- para solemnizar lo obvio, y esto es que el jefe de Gobierno y el de la oposición están de acuerdo en que no cumplir la ley es saltarse la ley y situarse fuera de los márgenes de la misma. Gran alarde tipográfico al hilo de la coincidencia. Así ha sido. Igual que hace exactamente tres años. Corría julio de 2014 y la fotografía era prácticamente la misma. Entonces la inquietud era el 9-N. Hoy, el 1-O.

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Nada ha cambiado desde que el renacido Pedro Sánchez entró por primera vez en La Moncloa como secretario general del PSOE. Entonces dijo lo mismo: que no apoyaría un referéndum ilegal y que estaría con el Gobierno en la defensa de la Constitución y el Estado de Derecho. Le gustaran o no, después, los pasos que la derecha dio hasta la inhabilitación de quienes impulsaron aquella pseudoconsulta, nada dijo de ello. Pero alguien decidió, después, que Sánchez era un peligroso radical, un podemita dispuesto a romper España, echarse en brazos del independentismo, trocear la soberanía nacional y dar una patada al tablero constitucional. Porque sí y porque hubo quienes alentaron sombras de duda más grandes que la luna sobre la peligrosidad del líder de los socialistas.

Cuando Zapatero iba a romper España

¿Recuerdan? Lo mismo dijo la derecha de Zapatero cuando negoció con ETA, cuando bendijo el primer tripartito, cuando su Gobierno dependía de los votos de ERC y cuando pactó con Artur Mas en La Moncloa el Estatut y un nuevo modelo de financiación a espaldas de convergentes y socialistas. De aquellos polvos estos lodos. Sí, pero España sigue siendo una y libre, como gusta a la derecha y el socialismo, un partido de Estado lo lidere quien lo lidere, diga que España es una nación de naciones o introduzca en la semántica política el término plurinacionalidad del que tanto recelan algunos.

Ya lo dijo Aznar y le ha dado la razón esta semana el molt honorablePuigdemont con el cese fulminante de un consejero que dudó que el referéndum fuese a celebrarse: antes de que se rompa España, se rompe Cataluña. El independentismo tiene un problema, y no se llama España, sino la fractura política y social que él mismo ha provocado.

Pero hablábamos del PSOE y de su inequívoca defensa de la unidad de España. Y conviene por tanto recordar que José Borrell, poco amigo de los independentistas, fue uno de los redactores de los documentos políticos con los que Sánchez se presentó a las primarias, toda una garantía de que ganara quien ganara la secretaria general la unidad de España estaba salvaguardada. Pero la derecha, sus terminales mediáticas y los adversarios del secretario general se empeñaron en que el archienemigo de Susana Díaz era un peligro público para la estabilidad institucional.

Pero, claro, alguien menciona el 155 y se monta el lío, que en España somos mucho de jaranas: que si Rajoy lo mencionó; que si Sanchez lo rechazó: que la Ejecutiva socialista volvió al "no es no"; que si ya tenemos el disenso otra vez servido...

Nada más ganar las primarias, Sánchez telefoneó a Rajoy para tranquilizarle: el PSOE estará con el Gobierno en el conflicto catalán. Pero no bastó. Mes y medio después, el presidente ha tenido a bien recibirle en La Moncloa y el socialista le ha dicho lo mismo. "Coincidencia sustancial en lo esencial", resumió la cita el portavoz del Gobierno, Iñigo Méndez de Vigo.

Y hubo júbilo por la concordancia. Y grandes titulares. Y elogios. Por nada más que lo obvio. Pero, claro, alguien menciona el 155 y se monta el lío, que en España somos mucho de jaranas: que si Rajoy lo mencionó; que si Sanchez lo rechazó: que la Ejecutiva socialista volvió al "no es no"; que si ya tenemos el disenso otra vez servido; que si urge una aclaración sobre si el compromiso es firme y claro también en la forma en la de combatir el referéndum; que si en el PSOE son mucho de sí, pero no.

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Cataluña une a González y a Aznar

El artículo 155 de la Constitución, que no habla de suspender la autonomía aunque así haya quedado instalado en el imaginario colectivo, no es el único procedimiento con el que el Gobierno puede impedir un acto de desobediencia. Ni siquiera está en el ánimo de Rajoy echar mano del polémico artículo, que para eso tiene la Ley de Seguridad Nacional y la reciente reforma de la ley del Tribunal Constitucional para convertirlo en Tribunal del Orden Público. Pero así somos de cansinos. Acabamos de celebrar la coincidencia de lo sustancial, y ya la hemos resquebrajado con la inestimable colaboración de los ex presidentes González y Zapatero -a los que sólo une la aplicación del 155- y el recordatorio de la ministra de Defensa para que nadie olvide que las Fuerzas Armadas están para defender la integridad territorial del Estado.

En el nuevo PSOE hay un consenso generalizado de que la aplicación del 155 no es el mejor camino y en el PP, también salvo algunas excepciones. Como en el partido del puño y la rosa, en el del charrán siempre hay voces discordantes, aunque en el primero se escuchen y en el segundo, se acallen.

Pues nada, que sigan a lo suyo, pero el mensaje está lanzado. Sánchez tiene un plan y en septiembre, aunque no ha dado detalles, con o sin el PP, empezará a desarrollarlo. La advertencia que ha lanzado esta semana no fue a humo de paja: Rajoy no tiene mayoría absoluta y el resto de grupos parlamentarios pueden hacer mucho para alterar y encauzar el necesario diálogo legislativo. Las conversaciones ya han empezado con Podemos y Ciudadanos, pero seguirán con ERC y el PDeCat. Habrá subcomisión o mesa de partidos, pero antes del 1 de octubre el diálogo habrá empezado. Y algunos en el PP seguirán a vueltas con el 155 porque eso le da rédito. Conclusión: o Rajoy se sienta a dialogar o le sentarán.