Las claves de la crisis política iraquí tras la renuncia de Al Sadr y el asalto al Gobierno
Viene de lejos: un parlamento fragmentado y un sistema sectario de reparto del poder tienen el Ejecutivo paralizado, pendiente de chiíes divididos y choques de liderazgos.
Irak vuelve a primera plana. El influyente clérigo chií Muqtada al Sadr anunció el lunes que se retiraba de la política local y sus partidarios, enojados, salieron a las calles de seguido y entraron incluso en el Palacio de Gobierno de Bagdad, desatando enfrentamientos con las fuerzas de seguridad y entre milicias rivales. Se calcula que al menos 35 personas han muerto ya en las algaradas y hay 250 heridos.
Los inconformes leales a Al Sadr usaron cuerdas para derribar las barreras de cemento frente a los edificios institucionales y penetraron en los lujosos salones y pasillos de mármol del recinto, un lugar de reunión clave para los jefes de Estado iraquíes y dignatarios extranjeros, y hasta se bañaron en sus piscinas, como en Sri Lanka.
Las fuerzas armadas anunciaron un toque de queda a nivel nacional y el primer ministro interino, Mustafa al Kadhimi, suspendió las sesiones del gabinete en respuesta a la violencia. Funcionarios médicos dijeron a la agencia AP que docenas de manifestantes resultaron heridos de bala, por gas lacrimógeno y en choques con la policía antidisturbios. Las víctimas mortales pueden elevarse, dada la gravedad de las heridas de los atendidos. Ha habido traqueteo de ametralladoras y hasta disparos de mortero durante toda la noche en la capital.
¿Pero de dónde viene esta nueva crisis? Estas son las claves para entender lo que ocurre en un Irak dividido, sin Gobierno claro y que arrastra meses de tensión.
Un bloque legislativo fragmentado
El Bloque Sadrista, liderado por Al Sadr -un clérigo populista que cuenta con un gran apoyo de la población chií más humilde y que fue una de las principales figuras de la lucha contra la invasión estadounidense de 2003- resultó ganador de los comicios de octubre pasado al lograr 73 escaños de una Cámara con 329 diputados.
Su principal rival, el Bloque Al Fatah, el brazo político que aglutina a un grupo de milicias proiraníes, sufrió un revés electoral al conseguir apenas 17 escaños, frente a los 47 de los comicios de 2018.
Un sistema sectario de reparto del poder...
Según el sistema sectario establecido en Irak tras la caída del dictador Sadam Husein (al mando entre 1979 y 2003), el presidente del Parlamento debe ser un musulmán suní, el primer ministro un chií y el jefe de Estado un kurdo.
El Bloque Sadrista hizo una alianza con el partido mayoritario kurdo, el Partido Democrático del Kurdistán (PDK), y una alianza de fuerzas suníes, con la que logró en enero la reelección de Mohamed al Halbusi como presidente del Parlamento.
... y un Parlamento bloqueado
Sin embargo, no pudo sacar adelante la elección del candidato de la coalición a presidente, que es quien debe luego encargar la formación de Gobierno al candidato a primer ministro, quien sea que proponga el mayor grupo parlamentario.
Aunque la coalición liderada por los sadristas tenía la mayoría suficiente para elegir al presidente, el Marco de Coordinación -una alianza de fuerzas tejida por el Bloque Al Fatah- reunió el número de diputados necesario para, con su ausencia, impedir el quórum necesario para llevar a cabo la votación.
Renuncian los sadristas
Tras varios intentos frustrados de votación, a principios de junio Al Sadr ordenó a sus 73 diputados renunciar a sus escaños con el objetivo, dijo, de no ser un obstáculo para la formación de Gobierno. Esta retirada táctica permitió al Marco de Coordinación hacerse con la mayoría parlamentaria, aunque hasta esta semana no anunció a su candidato a primer ministro, Mohamed Shia al Sudani.
Es un hombre que ha ocupado cargos en distintos Gobiernos, con experiencia, y fue ya nominado para dirigir al Gobierno en 2019 tras la caída del Gabinete de Adel Abdulmahdi ante protestas populares masivas, aunque tuvo que desistir ante el rechazo de los manifestantes.
Entretanto, la renuncia de los diputados de Al Sadr no significó su renuncia a influir en el poder, sino que siguió presionando en las calles. En una demostración de fuerza, el pasado 15 de julio congregó a cientos de miles de seguidores en una barriada de Bagdad para la oración del viernes.
Su negativa a negociar con sus rivales chiíes respaldados por Irán y su subsecuente salida de las conversaciones ha catapultado finalmente al país a la incertidumbre política y la volatilidad en medio de una intensificación de las disputas entre los chiíes.
Para impulsar sus intereses políticos, Al Sadr ha envuelto su retórica con una agenda nacionalista y reformista que resuena poderosamente entre su extensa base de partidarios, que provienen de los sectores más pobres de la sociedad iraquí e históricamente han sido excluidos del sistema político. Piden la disolución del Parlamento y la realización de elecciones anticipadas sin la participación de grupos chiíes respaldados por Irán, a los que consideran responsables del statu quo.
Rivalidad Al Sadr-Al Maliki
Inmediatamente después se difundieron unos supuestos audios filtrados del ex primer ministro y principal figura del Marco de Coordinación, Nuri al Maliki (en el cargo de 2006 a 2014), en los que arremete contra Al Sadr y aseguró que el Reino Unido tenía un plan para ponerle al frente de Irak para luego “matarle y darle el poder a los suníes”. Pese a que Al Maliki negó la autenticidad de los audios, este incidente agudizó la crisis política en Irak y la rivalidad entre él y Sadr.
Instantes después del asalto, se difundieron por las redes sociales unas imágenes del exprimer ministro en las calles de Bagdad sosteniendo un fusil y rodeado de hombres fuertemente armados, dando a entender que está dispuesto a dar la batalla a su némesis dentro del chiísmo.
La marcha del clérigo y las reacciones
Ahora, semanas después del asalto al Parlamento, llega la renuncia de Al Sadr. “Definitiva”, dijo en un comunicado, en el que se quejaba de la parálisis del país. “Había decidido no intervenir en los asuntos políticos, pero ahora anuncio mi retirada definitiva y el cierre de todas las instituciones (sedes)” del Bloque Sadrista, afirmó en una nota el populista líder iraquí, que lleva condicionando la política del país desde principios de siglo y ha instigado todas las protestas recientes contra la Administración.
A las horas, ante la violencia desatada por los suyos, se puso en huelga de hambre para que cesaran los altercados. Esta misma mañana, ha rogado a sus seguidores que retiren en un plazo de una hora de la fortificada Zona Verde de Bagdad y también ha pedido disculpas a la población por lo que está sucediendo en el país. “Estoy muy triste y cansado por lo que sucede en Irak”, indicó el clérigo en referencia a los disturbios.
Hay noticias de choques de una milicia leal a Al Sadr con las Fuerzas de Movilización Popular (FMP) dentro de la Zona Verde. Las FMP son un organismo que aglutina a grupos paramilitares aprobados por el Estado, de los cuales los más poderosos están alineados con los rivales de Al Sadr en el campo político respaldado por Irán.
Funcionarios de seguridad dijeron a Reuters y AP que en los enfrentamientos se usaron morteros y granadas propulsadas por cohetes, la culminación de un estancamiento político irresoluble entre los bandos rivales.
La Unión Europea pidió este lunes “máxima moderación y que mantengan la calma” a todas las partes en Irán para evitar “más violencia” en Irak y a ese llamamiento se ha sumado el Gobierno español, que a través de un tuit ha llamado a detener los choques y retomar el diálogo.