Las ciudades y el orden mundial post-covid
¿Son las ciudades una esperanza para el multilateralismo, para la construcción de un “orden” internacional más cooperativo y humano?
El 2020 será sin duda recordado como el año del covid-19: un fenómeno global que ha impuesto medidas generalizadas de prevención, distanciamiento social y confinamiento. Pero también en 2020 se cumplen 75 años de la creación de la organización de las Naciones Unidas (NNUU). Una efeméride para la cual el Secretario General Antonio Guterres había previsto una serie de actividades de amplio alcance público. El objetivo era claro: reforzar la base de apoyo a la vía multilateral para la solución de los asuntos públicos mundiales, representada por NNUU.
Sin embargo, y aunque es difícil imaginar un problema más global que el covid-19, la respuesta de los estados a la pandemia ha privilegiado, de nuevo, la vía nacional: aprovisionamiento de material médico, cierre de fronteras o narrativas bélicas han acompañado un gran repliegue hacia el interior. Preocupa saber cuál será la nueva hegemonía global, y sobre todo si es China quien sale ganando de la pandemia. Tanto Guterres como el liderazgo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) han intentando hacer su trabajo, pero la falta de cooperación y entendimiento ha afectado incluso a la Unión Europea, lastrada –cuando menos en un principio– por su dificultad en acordar medidas económicas que liberen capacidades de gasto público, y comprometiendo seriamente la voluntad declarada de la UE de afirmarse como actor global.
Los presidentes de EEUU y Brasil encarnan hoy con claridad ese neoaislacionismo estatal, para el cual la pandemia es un mal “extranjero”, que enfrentan de forma vacilante, agresiva e ineficaz. Destacan por oponerse a la cooperación internacional y a sus agencias –Trump ha decidido congelar, en este momento, la aportación de recursos a la OMS por su “mala gestión” de la crisis–. Además, ambos presidentes luchan también contra los alcaldes y gobernadores que, en sus países, están impulsando medidas de protección frente al virus, como el confinamiento o la limitación de actividades comerciales.
En realidad, la actitud de los gobiernos locales, en todo el mundo, destaca en este panorama de fragmentación y desunión. Desde un primer momento, las ciudades y las regiones entablaron un diálogo técnico, abierto y paritario, con el único objetivo de compartir experiencias y soluciones frente al covid-19. Pusieron a trabajar en ello la tupida malla de asociaciones y redes de que disponen. Asociaciones generalistas como Eurociudades en la UE o Metrópolis, que asocia a las grandes ciudades de todo el mundo; o múltiples redes especializadas, como ICLEI, C40, R20 o los diferentes Pactos de Alcaldes en temas de clima; CIDEU, donde las ciudades iberoamericanas comparten prácticas de planificación estratégica; o la Organización de Regiones Unidas (ORU-Fogar)… La lista sería interminable, y sigue creciendo.
Gracias al espacio Cities for Global Health, creado por Metrópolis, pudimos conocer en tiempo real cómo las ciudades chinas afrontaban las restricciones al transporte público y organizaban el distanciamiento social, desinfectaban sus mercados municipales, o ampliaban la capacidad de atención médica, ocupando locales de servicios públicos cerrados. A principios de mayo, esta web cuenta ya con más de 400 medidas puestas en marcha por 83 ciudades en 30 países. La organización Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU), con sede en Barcelona, organiza cada miércoles desde el 25 de marzo su “Experiencia de aprendizaje en vivo #BeyondTheOutbreak”. Una iniciativa virtual, impulsada por un grupo de ciudades y regiones de todo el mundo, y en diferentes fases de contagio de la actual pandemia –Barcelona, Bogotá, Buenos Aires, Durban, Guangzhou, Lampedusa, Madrid, Montevideo, Roma, y Xi’An–. Lo interesante de esta experiencia “viva” es la horizontalidad del diálogo, que permite que cualquier participante “levante la mano” e intervenga junto a los propios alcaldes.
Su vocación de presencia y voz internacional llevó a las ciudades a hacerse presentes en las conferencias mundiales de las NNUU, especialmente las de temas urbanos: Hábitat II (Estambul, 1996) es el punto de partida de la unificación del municipalismo internacionalista, y de la creación de CGLU, su “red de redes”. CGLU ha asegurado una conexión de alto nivel con agencias como ONU-Habitat –amiga y aliada tradicional–, pero también con el Programa de NNUU para el Desarrollo (PNUD), o la propia Secretaría General. Ciudades y regiones han entendido el nuevo marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) como una gran oportunidad de vincular la gestión local a los problemas globales, y de poner en valor su contribución fundamental desde el transnacionalismo y de cosmopolitismo.
En un mundo donde resurgen los espejismos de soberanía y de interés nacional, y su corolario de pensamiento y presupuesto militarizado, ciudades y regiones saben combinar competencia –por atraer recursos, inversiones, talento– y cooperación –para aprender juntas cómo seguir mejorando–. ¿Son una esperanza para el multilateralismo, para la construcción de un “orden” internacional más cooperativo y humano? Esperemos que sí.