Las apariencias engañan
No quiero hablar de Feijóo y del PP, pero Feijóo y el PP me obligan a hacerlo.
La actualidad me puede. No quiero hablar de Feijóo y del PP, pero Feijóo y el PP me obligan a hacerlo. Me fuerzan a entrar al trapo. Tengo la impresión de que creen que la mayoría de los españoles o no tienen memoria y son tontos. Si no, no se explican tantos tropiezos con la verdad y con la realidad histórica, muy bien documentada y fácil de encontrar en Google. Quien no la recuerde ni sepa las prestaciones del móvil, siempre puede preguntar a alguien, sobre todo para no hacer el ridículo.
Vamos a suponer que al propio Feijóo, o a Cuca Gamarra, o a Esteban González Pons se les ocurra una idea y que piensen, esto no está acreditado, que es una buena línea de oposición. Por ejemplo, echarse al monte porque el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha nombrado a un magistrado y exministro de Justicia, Juan Carlos Campo, y a una alta responsable de Moncloa, Laura Díez, como los dos candidatos que le corresponden al Gobierno para el Tribunal Constitucional. Pues otra vez la derecha acude a la UE para protestar por lo que considera una barrabasada autoritaria, una indecente politización de los órganos judiciales.
Pero ya el socorrido Comisario de Justicia de la Comisión, Didier Reynders, les ha dicho que nombrar un cupo de exministros y hombres de confianza política es normal en Europa. Ha dicho más: le ha reiterado a los airados conservadores, de conservador a conservador, que lo urgente es desbloquear la renovación del Consejo General del Poder Judicial, que estos días entra en el cuarto año de prórroga por culpa de las trampas, las disculpas pueriles, y los descarados intereses políticos del PP que quiere tener una mayoría afín, ya se maginarán ustedes para qué, sin tener derecho a ella. Esa trampa, tan burda como cínica, sí que causa estupor en Bruselas.
Pero persisten en su afán, y siguen dándole vueltas a la noria. Como constitucionalistas, cualidad de la que presumen pero que los hechos desmienten tozudamente, para empezar deben limitarse a cumplir lo que manda la Constitución: renovar al CGPJ una vez cumplido el mandato de cinco años. Y punto.
Pero no ir dilatándola con los más peregrinos argumentos de ocasión: un día porque no les gusta Pablo Iglesias, y cuando el jefe de Podemos se va, por entenderse con Bildu, y luego por los pactos con ERC... El menú es muy variado, pero poco comestible.
Además está la desmemoria: los populares siempre han tenido a populares disciplinados en el Consejo. No hace falta la prueba del 9 sino la del 8 para comprobarlo.
Luego está la permanente misa de difuntos y los réquiem y responsos con sabor a Trento. Cada cierto tiempo, cuando se le agotan las ideas, en vez de comprar gaseosa para hacer experimentos, como aconsejaba Eugenio D’Ors, vuelven a sacar en procesión a las víctimas del terrorismo y a resucitar a ETA, que como diría un reportero de sucesos de Canarias “el cadáver ya era difunto”. Clavadito, oigan. O como un gallego de Vigo que, para curarse en salud judicial otorgaba por si las moscas la cautelosa condición de ‘presunto’ a los muertos en un crimen.
Ahora el escándalo es que Bildu ha conseguido mucho más negociando con el Gobierno de lo que conseguía ETA con las armas. Parecen tontos, la verdad. Y es que de eso se trataba. No solo lo decía Xabier Arzallus: “Se consigue más con los votos que con las armas”; lo repetía Pérez Rubalcaba, pero más en su estilo, o balas o votos. Por ese aro pasó el IRA. El Sin Féin consiguió mucho más desde que acabaron los atentados y se integraron en el sistema democrático. Y nadie le recrimina al gobierno británico que eso sea así. Que los separatistas irlandeses hayan conseguido grandes resultados tanto en la negociaciones como en las elecciones. En las pasadas urnas de mayo de este 2022 su cabeza de lista Michelle O’Neill fue la más votada: 29%, un 11.7% más que en los anteriores comicios.
La desaparición de la lucha armada del IRA y el protagonismo del Sinn Féin, así como la desaparición de ETA y el protagonismo de algo como Bildu, era lo previsto. Ahora la pelota del nacionalismo vasco está en dos tejados: el del PNV y el de Bildu. A ver quien gana la copa.
Que Arnaldo Otegi presuma de sus éxitos en la negociación es lo normal. Tiene que animar a la parroquia y convencer a los escépticos o a los nostálgicos del humo, el tiro en la nuca y la dinamita de que de esta manera, aceptando las reglas del juego, también se alcanzan determinados objetivos. La otra cara es que el Estado tiene también que explicar sus éxitos y que la ciudadanía los entienda, primer paso para aceptarlos.
Mientras no se cambie la Constitución y se elimine el artículo 155, en cuya aplicación en Cataluña el PSOE respaldó al PP, el botón nuclear sigue ahí. Como el dinosaurio de Monterroso.
Algo que tiene que aprender la derecha española es a recordar el pasado tal como fue y no tal y como se vendía en los ‘argumentarios’. Ya se ha comprobado lo cierto de la afirmación de que muchos partidos han muerto, o al menos han enfermado gravemente, por haberse tragado sus propias mentiras, a fuer de repetirlas sin reparar en su condición de propaganda. Perder el tino es mala medicina.
Aznar en cambio, como Manuel Fraga, siguió los consejos del general israelí Moshe Dayan: hay que negociar con los enemigos y no con los amigos. El exministro franquista negoció con Carrillo, se llevaba con Pasionaria, fue pragmático y pasó página. Su sucesor, José María Aznar quiso negociar con ETA, a la que llamó solemnemente Movimiento Vasco de Liberación Nacional, lo nunca visto ni escuchado. Era la primera vez, y ha sido la única, que desde un Gobierno de España se le daba este tratamiento protocolario a la banda terrorista. Las negociaciones fracasaron en los primeros tanteos aunque Aznar y Mayor Oreja ofrecieron generosidad, acercamientos y ni vencedores ni vencidos.
Hubo que esperar a la gran revolución civil del ‘Basta Ya’, tras el cruel asesinato del joven concejal popular Miguel Ángel Blanco para que la ciudadanía vasca superara el miedo y tomara la calle. Luego, al final, José Luis Rodríguez Zapatero volvió a intentarlo, y por ello los aznaristas y los periodistas que aplaudieron la valentía democrática y la responsabilidad de Estado de Aznar el valiente le machacaron con saña acusándolo de vendepatrias y amigo de los asesinos. Aún no han acabado de asumir que fue durante la presidencia de ZP cuando ETA abandonó las armas y dejó de matar, iniciando así el proceso RIP de su defunción. A pesar de que al PP le duela en su alma, esto es lo que encierran las hemerotecas y lo que dirán los libros de historia.
Mientras, en la UE, no dan crédito a la pertinaz estrategia de los populares para chupar cámara, que no dan pie con bola: no se cumple ninguna de sus profecías hecatómbicas sino que encima en el exterior dirigentes democráticos de todas las ideologías ponen como ejemplo de buen gobierno a Sánchez, con muchos de los mejores indicadores comunitarios.
Otra cosa es que cambiar la figura penal de la sedición, que aceptar hablar de reformar la malversación, que dejar pasar leyes con deficiente técnica jurídica o que desbordan las costumbres sin un sólido consenso social en vísperas electorales, o que proponer para el TC a un reciente exministro suyo de Justicia sean decisiones que encajen en este momento, aunque el PP las haya practicado, en el caso judicial, sea por la vía rápida o por atajos. La técnica militar aconseja no abrir varios frentes a la vez y la prudencia previene que hay que tener tiempo suficiente para reponer fuerzas.
Hay una secuencia durante el sanchismo que no se tiene en cuenta: es cierto que el presidente del Gobierno es quien dirige la política del gobierno. Elemental. Pero algunas cuestiones estratégicas, y que son inseparables de la historia y la genética del partido, conviene debatirlas, incluso a puerta cerrada, en los órganos colegiados; y escuchar al menos los pareceres de los ex secretarios generales, de los expresidentes, y de las personalidades más relevantes en los planos político, intelectual y otros ad hoc.
La ruleta está girando. Cada día la oposición radical aumentará la bronca y se acrecentará la ceremonia de la confusión. A ver qué as se guarda Sánchez.