La victoria de Carme Chacón
La situación social de Catalunya se está volviendo inaguantable, de un modo descorazonador. Hablo frecuentemente con amigos y compañeros de partido catalanes que se sienten menospreciados y degradados por parte del independentismo. No hablo de una cuestión teórica, sino todo lo contrario: desprecio manifiesto en sus puestos de trabajo, en sus lugares de estudio o de ocio. Una cultura del odio que será, lamentablemente, de difícil solución.
Y yo, mientras, no paro de acordarme de mi querida Carme Chacón. Pienso en qué haría, en qué nos diría a sus amigos al respecto de cómo afrontar esta difícil situación; pienso que con su voz firme y rotunda todo este conflicto sería un poco menos amargo, que aquellos catalanes que no apuestan por el odio tendrían una fiel defensora en ella; pienso que con ella este mundo era, definitivamente, menos gris de lo que es ahora. Aún recuerdo su mirada apostando por una Catalunya optimista, aún puedo percibir cómo sus firmes convicciones frenaban a la bestia del independentismo, aún puedo notar el miedo y el rechazo que despertaba, precisamente, en los que quieren dividir a Catalunya a golpe de supremacismo étnico.
Carme siempre defendió sus ideas de una manera honesta y honda. Proclamó sin ambages aquello de "Soy profunda y radicalmente contraria a la independencia de Catalunya", daba argumentos sólidos a aquella parte de la sociedad catalana que se sentía y se siente acosada y triste ante la deriva soberanista. Carme hacía de Catalunya un lugar mejor para vivir, defendiendo la fraternidad y la convivencia por encima de los nacionalismos y fascismos que recorren Europa.
Sí, me acuerdo mucho de mi querida Carme. Y es por eso que siempre llego a la misma conclusión: sus convicciones, su ejemplo, su legado están ahora más vivos que nunca. Será el legado de Carme Chacón quien derrote definitivamente el discurso supremacista y racial del independentismo catalán. Será su intachable ejemplo el que nos recuerde cada día la hoja de ruta. Carme me enseñó que el silencio no es nunca una opción ante una situación de desigualdad o de ruptura de la convivencia; ella siempre defendía que había que hablar con más desinhibición del soberanismo y de su discurso de odio, sin titubeos. Carme nunca coqueteó con el soberanismo, ella sabía muy bien que el mal llamado "derecho a decidir" era una máscara con la que el independentismo pretendía hacernos tragar con una ruptura abrupta de la convivencia.
Carme sabía bien que lo que importaba era tender puentes, no levantar muros. Aún resuena dentro de mí su nítida voz, su mensaje, su fuerza. Carme no nos querría callados ni tibios. Ella siempre señaló las fallas del independentismo, ella siempre supo poner en el centro del debate los tics fascistas que ya se empezaban a ver en Junts pel Sí y en la CUP; ella sabía bien cómo hacer de la política un lugar precioso en el que luchar por la justicia social.
Recuerdo que, no hace tanto, Carme me dijo que "lo importante para un miembro de un partido político es luchar porque sus ideas sean hegemónicas" y, así, será Carme Chacón, su mensaje, su vida y su voz, los que derroten al independentismo, los que terminen con este mensaje de odio. Será Carme Chacón y su legado los que hablen con claridad a esa Catalunya que el soberanismo quiere silenciar e invisibilizar. Chacón será la voz, el lamento de miles de catalanes que se resisten a dejarse arrastrar por el nacionalcatalanismo excluyente. Será la voz de Chacón la que nos susurre que contra el odio nacionalista, el silencio nunca es una opción.