La verdadera historia de 'Crónica de una muerte anunciada'
Los documentos de Gabriel García Márquez en la Universidad de Austin aclaran el rosario de equívocos, amores terribles, prejuicios culturales y maltrato contra las mujeres.
La mañana del 22 de enero de hace 70 años, en 1951, los habitantes de un pueblo remoto del Caribe colombiano llamado Sucre, despertaron con el alboroto de un crimen fratricida. Víctor y Joaquín Chica Salas acababan de acuchillar a su amigo Cayetano Gentile Chimento, en venganza por la deshonra de su hermana Margarita, cuyo esposo, Miguel Reyes Palencia, la había devuelto a su familia tras comprobar en la noche de bodas que no era virgen. Aterrada por los golpes de su esposo y la furia de sus hermanos, Margarita había confirmado el rumor que circulaba en el pueblo desde que había sido novia de Cayetano cinco años atrás: la pareja había tenido relaciones sexuales. Margarita aún lloraba en la casa familiar cuando le dieron la inconcebible noticia que cambiaría su vida para siempre, pues al asesinato de Cayetano y al abandono de su marido se sumaría el señalamiento del pueblo hacia ella.
Un episodio sin descanso porque treinta años después, el 28 de abril de 1981, aquella historia se convertiría en una de las novelas más populares de Gabriel García Márquez (Colombia, 1927 - México, 2014): Crónica de una muerte anunciada, publicada un año antes de que lo distinguieran con el Premio Nobel de Literatura.
A 40 años de la publicación de Crónica de una muerte anunciada, un borrador inédito de la novela, disponible en el archivo personal del escritor en la Universidad de Austin, ofrece varias revelaciones y aclaraciones. Este artículo es un homenaje a la publicación de este clásico, en su momento declarado “el acontecimiento editorial más importante del mundo hispano” (El País, de España), y un recorrido por los misterios que continúan irresueltos, en la ficción y en la vida, en torno a la historia de la esposa devuelta, Margarita Chica Salas.
Es además la historia de los amores “terribles” que desataron un rosario de equívocos, los prejuicios culturales y el maltrato físico y psicológico sufrido por una mujer, por las mujeres, y una revisión del tema de la responsabilidad colectiva que García Márquez quiso ilustrar con su reconstrucción de la historia de aquel crimen de 1951.
Los documentos inéditos traen nuevas revelaciones sobre el episodio real que inspiró su novela y su proceso de escritura y su estudio resuelve algunas preguntas tanto de los hechos reales como literarios: desde si Margarita Chica Salas (Ángela Vicario en la novela) había perdido la virginidad con Cayetano Gentile (Santiago Nasar en la obra), como lo grita ella entre sollozos en la novela, hasta saber si la esposa despreciada escribió cartas a su esposo fugado durante tantos años y que hicieron que al final él regresara.
Lo real fue aquel amanecer de enero de 1951. El suceso era un crimen de honor amparado por el código feudal que subsistía en la región y por la Ley, que acabaría declarando a los hermanos Chica Salas inocentes por haber actuado “bajo intensa ira y dolor”. El asesinato era, además, ubicuo en aquel medio siglo sangriento que goza aún del infame título de “La Violencia”, con V mayúscula, para señalarlo como momento cumbre en la prolongada historia de lucha armada que sigue azotando al pueblo colombiano. De modo que la muerte de Cayetano Gentile habría pasado al olvido de no ser porque en ese pueblo vivía entonces la familia de Gabriel Eligio García y Luisa Santiaga Márquez, parientes del muerto y de los asesinos y padres de Gabriel García Márquez. La familia abandonó el pueblo semanas después, con ayuda de su hijo mayor, Gabo, quien recibió la noticia en Barranquilla, un vibrante puerto caribeño cercano donde se abría camino como periodista. Aunque él supo de inmediato que tenía que contar esa historia, el futuro Nobel de Literatura tardó tres décadas en compilar las piezas que compondrían su sexta novela. Escucha un fragmento de la novela en este enlace.
Pese al notable talento de Gabriel García Márquez para hacer indiscernibles los límites entre la realidad y la imaginación, ninguna de sus novelas ha dado lugar a la fascinante yuxtaposición entre hechos y ficción desencadenada por Crónica de una muerte anunciada. Cuatro décadas después de su publicación la “muerte anunciada” persiste en la imaginación de millones de estudiantes del mundo hispano que continúan leyéndola en la escuela secundaria, y de millones a nivel global iniciados en la lectura del autor con ésta, la más legible de sus novelas. No obstante, la historia de aquel crimen continúa inconclusa.
En Vivir para contarla (2002), primer y único volumen de su biografía, García Márquez atribuye el alargado lapso entre el suceso trágico y la escritura de Crónica de una muerte anunciada a un pacto con su madre, quien le hizo prometer que no publicaría la historia mientras siguiera viva la madre de Cayetano que era su comadre. En el borrador inédito de Crónica de una muerte anunciada en Austin, García Márquez cuenta una versión más sugerente:
Durante 27 años recogió testimonios y contó el crimen a amigos y editores sin poder escribirlo porque el relato estaba inexplicablemente incompleto. El final que le faltaba llegaría por un rumor compartido por su amigo Álvaro Cepeda Samudio, según escribió el autor en un epílogo que suprimió del manuscrito final:
“Tengo una vaina que le interesa”, me dijo de pronto: “Bayardo San Román volvió a buscar a Ángela Vicario”.
Tal como él lo esperaba, me quedé petrificado. “Están viviendo juntos en Manaure”, prosiguió, “viejos y jodidos, pero felices”. No tuvo que decirme más para que yo comprendiera que había llegado al final de una larga búsqueda.
Lo que esas dos frases querían decir era que un hombre que había repudiado a su esposa la noche misma de la boda, había vuelto a vivir con ella al cabo de veintitrés años. Como consecuencia del repudio, un grande y muy querido amigo de mi juventud, señalado como autor de un agravio que nunca se probó, había sido muerto a cuchilladas en presencia de todo el pueblo por los hermanos de la joven repudiada. Se llamaba Santiago Nasar y era alegre y gallardo, y un miembro prominente de la comunidad árabe del lugar».
La anécdota que atribuía en el epílogo bases reales a la historia de amor en la novela fue publicada posteriormente en un artículo titulado El cuento del cuento en los periódicos El País (España, 21 de agosto de 1981) y El Espectador (Colombia). Descartada como ficticia por los pocos críticos que consideraron la anécdota, la “reconciliación increíble” de los esposos, daría un giro inesperado a la historia original. Aquella “revelación”, insistiría Gabo, “me puso el mundo en orden… Todo estaba entonces muy claro: por mi afecto hacia la víctima, yo había pensado siempre que esta era la historia de un crimen atroz, cuando en realidad debía ser la historia secreta de un amor terrible”.
Crónica de una muerte anunciada es, a grandes rasgos, tres historias entrelazadas: la del asesinato de Santiago Nasar (encarnación de Cayetano), la del cronista que lo reconstruye (identificado con García Márquez en su faceta de periodista) y la de los esposos cuyo amor es contrariado por el crimen, Ángela Vicario y Bayardo San Román (en la realidad, Margarita y Miguel). El narrador hila las tres historias contando sus peripecias al tratar de elucidar los hechos que antecedieron a la muerte de su amigo de infancia. Incorpora asimismo una reflexión sobre los efectos de esa muerte pregonada a gritos que nadie osó impedir, pero que acosa a sus testigos debido a la tardía comprensión de la presunta inocencia del acusado por la deshonra. La convicción del cronista de que Santiago Nasar es inocente es, además, el detonante del misterio que obsesiona a lectores y críticos de la novela: ¿Quién fue el verdadero amante de Ángela Vicario? Hasta allí la “muerte anunciada”.
La tercera historia, la de la esposa devuelta, es oscurecida por la ambivalencia del narrador hacia Ángela Vicario, su prima, a cuya dudosa respuesta sobre la identidad de su amante atribuye la muerte de Santiago. Mientras los hermanos vengadores son obligados por un deber de hombres, y el esposo es según consenso del pueblo “la única verdadera víctima”, la participación de Ángela no es atribuida a la fatalidad, las circunstancias o legítimos errores, sino a su lealtad al amante escondido.
Años después cuando, tras haber sido humillada, golpeada y exiliada del pueblo, Ángela Vicario reclama las riendas de su destino, sufre la súbita revelación de que ama a Bayardo San Román, el arrogante pretendiente con quien se había casado a regañadientes ante el deber ineludible de sacar a su familia de la pobreza. Decidida a hacerse virgen para él, Ángela dedica 17 años a escribir las cartas semanales que inspirarán el retorno del esposo agraviado. Este “final feliz” concluye la historia del “amor terrible” a la que el narrador se refiere en el epílogo citado. La película homónima de Francesco Rosi basada en la novela privilegia esa historia de amor.
De las dos primeras historias es ya lugar común decir que están basadas en hechos reales, si bien la versión de esos hechos recreada por Crónica de una muerte anunciada y ratificada por la cobertura de prensa que acompañó la publicación de la novela, ha sido el origen de una extensa, y dañina, cadena de equívocos. Poco se ha dicho en cambio de los hechos que inspiraron la historia del amor terrible.
Tras los misterios más populares entre los lectores de la novela, y la más aclamada versión de los hechos reales, se agazapa la historia de la esposa devuelta, la violencia de la que fue objeto y los “terribles” amores que justificaron esa violencia.
Desconocida permanece, además, la verdadera historia de la mujer que dio origen al personaje, Margarita Chica Salas, atravesada 30 años después del crimen cometido en su nombre por una segunda desgracia, la publicación de Crónica de una muerte anunciada.
Para 1981, la coherencia política y estilística del “boom” de la literatura latinoamericana había disminuido, pero la revolución del mercado del libro promovida por la legendaria editora catalana Carmen Balcells, estaba por llegar a su cumbre. Con entrevistas, afiches y anuncios de página completa iluminados por el rostro vivaz del escritor, se pregonó la publicación simultánea en Bogotá, Madrid, Ciudad de México y Buenos Aires, con un tiraje sin precedentes de millón ciento cincuenta mil copias, de la nueva novela de García Márquez. Tras una pausa de seis años desde su última novela, El otoño del patriarca, la nueva novela vendría a robustecer, además, su candidatura para el Nobel de literatura que obtendría al año siguiente, 1982.
Pese a todo ese despliegue, la recepción inmediata de Crónica de una muerte anunciada fue controversial. En Colombia, donde las crónicas periodísticas de García Márquez eran recibidas con comparable entusiasmo, el debate se centró en los límites entre la “novela” y el reportaje. El mismo día en que Crónica de una muerte anunciada se distribuyó en librerías y supermercados, la revista Al día lanzó en su número inaugural un artículo con los hechos que la habían inspirado.
García Márquez mismo le había regalado la primicia a la directora y había nombrado a los periodistas que desenterraron los vestigios del crimen real de 1951. El artículo exhibía un diagrama de la plaza en Sucre donde ocurrió y emparejaba en una tabla a los personajes reales con los ficticios. Pero como delata su título, Gabo lo vio morir, los periodistas se habían dado licencias importantes en la reconstrucción de la escena. El reportaje carecía de las declaraciones de los sobrevivientes, los esposos Margarita y Miguel, o de los autores del crimen, Joaquín y Víctor Chica Salas. Omitía, además, la existencia de la relación entre Margarita y Cayetano. En la copia personal del artículo, en el archivo citado en la Universidad de Austin, está una anotación de puño y letra de García Márquez con las reacciones sobre esa publicación: “Error: eran novios”, escribe y apunta que el relato de los periodistas sufrió las “influencias de la novela”.
Puedes leer la segunda parte de este reportaje en WMagazín.