La vacunación en el Zendal trae cola
Una mañana en la fila kilométrica del centro madrileño de vacunación masiva: “Lo veo una sinvergonzonería”.
Cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, inauguró el Hospital Enfermera Isabel Zendal, el pasado 1 de diciembre, ya estaba en su cabeza usarlo como centro de vacunación masivo para erradicar el coronavirus. Cuatro meses después, y con unas elecciones autonómicas en el horizonte, miles de madrileños rodearon este martes el centro, ubicado en un páramo en Valdebebas —a 23 km de la Puerta del Sol—, para unirse a una cola de un kilómetro y medio que desemboca en la dosis de Astrazéneca.
El gran problema es la organización. Hasta uno de los guardias de seguridad que custodian la entrada reconoció el caos con las citas a una mujer, Lara, que llevaba a su madre, María Jesús, de 62 años.
- “Mi madre tiene a las 12.00. ¿Cómo hacemos? ¿Nos llaman?”.
- “No, pónganse a la cola”.
- “¿Pero esto no va con hora?”
- “En teoría va con hora, pero hay gente que viene antes por si acaso”, zanja el guardia.
Pese a que la Comunidad de Madrid envía un SMS con el día y la hora de la vacunación que hay que enseñar antes de entrar, hay quien hace caso omiso. “Mi padre tiene 62 años. Tiene cita a las 11.25. Y son las 11.22 y está en la otra punta porque la cola da la vuelta al hospital. Me he enterado de que había delante gente citada a las 14.00 porque un señor me lo ha dicho, que él venía con tiempo. Es una vergüenza de organización, pero con el Gobierno de la Comunidad de Madrid que tenemos, pues normal”, lamenta Juan Fernández, un joven que, como Lara, pregunta al guardia preocupado por si la enorme cola daba al traste con la cita de su padre y a quien indigna la respuesta del vigilante.
- “Pues vaya mierda de organización. Luego, eso sí, todos a votar al PP”, vocifera cabreado mientras camina hacia el lugar donde está su padre.
En el lapso hasta el martes electoral de mayo es previsible que decenas de miles de ciudadanos de todos los puntos de la región —solo este martes se citó a 10.000 y hasta las 14.00 llegaron 4.690 según fuentes oficiales del hospital— hayan visto in situ la obra culmen de la presidenta autonómica antes de votar el día 4.
Eso sí, lo cierto es que hasta una decena de ellos, preguntados mientras permanecían en una cola que tardaban entre una y dos horas en completar, no han visto con buenos ojos desplazarse hasta el Zendal. Sobre todo cuando la mayoría ha reconocido que tiene centros de salud, polideportivos, consultorios y hospitales mucho más cerca de su casa.
“Lo veo una sinvergonzonería que me hagan hacer 60 kilómetros para venir a vacunarme. Yo vengo de Morazarzal, de la sierra de Madrid. Creo que desde mi casa a aquí debería haber otros puntos más accesibles para vacunarse. He venido en coche, porque si tengo que venir en transporte público son dos horas y pico porque tengo que hacer tres transbordos… Y no lo digo con ideología política ninguna. Me da igual. Símplemente es el punto de vista que tengo”, cuenta indignado Daniel Martín, de 65 años.
En mitad del hormigueo destaca el presidente del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, trajeado y rodeado de guardaespaldas. “Supongo que podía organizarse un poquito mejor”, se le escapa cuando se le pregunta qué le parece la vacunación en el Zedal pese a que luego comenta que supone que es “la mejor forma de hacerlo”. Lesmes, máxima autoridad judicial del país, cuenta que viene directo desde el trabajo y que se le notificó la semana pasada el día y la hora de vacunación por SMS, como al resto de ciudadanos.
Ayuso aseguró que tanto el Zendal como el estadio Metropolitano del Atlético de Madrid, el otro punto de vacunación masiva, funcionarían en Semana Santa, pero algún vecino del barrio no ha tenido esa percepción: “Lo que no entiendo es que ayer [por este lunes] no había nadie y hoy hay esto. Pero claro, es que ayer era fiesta y me imagino que es que seguirían de fiesta”, se le escapa a un vecino de Valdebebas que hacía cola para recibir su pinchazo.
Este vecino ha tenido suerte, porque vive cerca del Zendal. Pero había quien llevaba la irritación pintaba en la cara por tener que atravesar medio Madrid para ponerse una vacuna. “Esto está muy mal. Con este calor… En Parla también hay ambulatorios para que nos pinchen. Imagine, gente con minusvalías y con muletas aquí es una vergüenza”, cuenta una mujer en la cola.
Ana María León, fuenlabreña de 63 años y con movilidad reducida, es otro ejemplo. Espera a su marido que hace la cola por ella sentada en un banco junto a su bastón: “He venido en coche con mi marido. Él está más ágil que yo y me ha dicho: ‘Siéntate porque la cola es impresionante’. Esto es tremendo. Yo pensé que había cola pero tanto como esto… Aunque va ligero, porque veo que la gente anda y tal… pero hay una cantidad de gente… Si no hubiese sido por mi marido hubiera tenido que coger transporte público o un taxi. Venir desde Fuenlabrada hasta aquí supone hora y pico de transporte ida y otro tanto vuelta. Y para personas que tenemos un poco de movilidad reducida, fatal”.
Sandra Vázquez acompaña a su padre, Antonio, de 62 años. Y ambos han probado la odisea de llegar al Zendal desde Colmenar Viejo en transporte público: “Hemos tenido que ir hasta Plaza de Castilla, allí coger el 174 hasta aquí y luego andar otros 8 minutos. Mi padre podría haber venido en coche, pero se habría hecho un poco de lío porque está acostumbrado a moverse por su zona. Y la verdad es que es un poco lío. Encima es que a cinco minutos tiene un centro de salud. Podría haber un poco de organización porque él, que no puede andar bien, pues no me parece lógico que le hayan mandado aquí”. Su padre, Antonio, remata: “Es un cachondeo mandar a toda la gente aquí”.
Si un viaje desde Colmenar parece un trayecto largo, una mujer que rehúsa a dar su nombre cuenta que ha llegado al Zendal en coche desde Aranjuez, donde también tiene un ambulatorio muy cerca de casa, aunque explica que podía haber venido en dos autobuses. “Entiendo que no es fácil organizar esto con la que tenemos montada. Lo acepto y ya está”, cuenta con cierta resignación. A su lado, María Montserrat, una mujer de Vallecas, tiene un ataque de sinceridad cuando escucha el viaje de su compañera de cola.
- “Me parece una pasada. A mí también me pilla lejos, pero al lado de esta señora es una ganga. Esta señora me da pena. Creo que lo podían haber hecho de otra manera y no armar esto. Cada uno en su zona y repartir”, se le escapa.
Otro, Juan Suárez, no está inquieto pese a estar rodeado de gente. “De momento bien. Si es una vacunación masiva que afecta a tantísimas personas está claro que la afluencia tiene que ser también masiva. De momento el flujo parece razonable”, cuenta. Aunque entiende que el lugar en el que se encuentra el hospital puede provocar molestias a quienes viven lejos de él.
El goteo de personas es tal que a Javier, un conductor de la EMT que hace el servicio especial que conecta el Zendal con Ifema, no le queda más remedio que armarse de paciencia: “Estamos teniendo muchos viajeros más de lo habitual. Y no está habiendo colapso porque no se supera en ningún momento los 58 viajeros por viaje y eso que está saliendo mucha gente del Cercanías de Valdebebas”.
En la puerta del hospital se arremolinan los acompañantes de los vacunados, en un área de espera separado por vayas. Todos, móvil en mano, reciben la llamada de su familiar cuando recibe el pinchazo.
- “Papá, estoy aquí, mira”.
- “Mamá, ¿dónde estás?”.
Mari Ángeles, de 62 años y vecina de Vallecas, sale sonriente en busca de su marido. Por su cuerpo ya circula la armadura genética que la librará de padecer un episodio grave de covid-19: “Mucha cola, mucho rato, pero bien. La verdad es que la gente muy amable. Dentro me han recibido bien. Me ha puesto la vacuna un enfermero y no me ha dolido nada. Pensaba que me iba a doler pero no”. El Zendal, un hospital salpicado por la polémica, sigue trayendo cola.