La universidad para mayores, clave para un envejecimiento activo y saludable
Por Esther Sitges Maciá. Directora de área del Programa Integral para Mayores de la UMH. Prof. Titular del Departamento de Psicología de la Salud, Universidad Miguel Hernández
El envejecimiento de la población es una tendencia global innegable con un impacto social a todos los niveles hasta el punto de que, tal y como se afirma en el Informe Perspectivas de la Población Mundial de Naciones Unidas (2017), supone una de las transformaciones sociales más significativas del siglo XXI con consecuencias en los servicios, la sanidad, la educación, la estructura familiar, las formas de convivencia o los lazos intergeneracionales, entre otros.
A lo largo del proceso de envejecimiento, los cambios que experimentamos los seres humanos están relacionados con factores genéticos, pero también con las actividades que hemos realizado a lo largo de nuestro ciclo vital como la actividad física, la alimentación o la formación académica adquirida.
Objetivo: mejorar su calidad de vida
Quizás por ello en el año 2002, la Organización Mundial de la Salud definió el término envejecimiento activo como el “proceso de optimizar oportunidades para la salud, la participación y la seguridad con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los mayores”. Este concepto se basaba en el modelo de envejecimiento con éxito desarrollado por Rowe y Kahn que, a pesar de ser un buen punto de partida, ha sido criticado por centrarse principalmente en las áreas más biomédicas y no considerar otras dimensiones como la salud mental u otras variables que contribuyen también al envejecimiento activo y saludable.
Así, en el año 2012 la OMS amplió su definición del “envejecimiento activo y saludable” incluyendo claramente una perspectiva bio-psico-social. Se consideró entonces como “el proceso de optimizar las oportunidades de salud, participación y seguridad, con el objetivo de aumentar la esperanza de vida saludable y la calidad de vida”.
Activos, independientes e integrados
En la 69ª Asamblea Mundial de la Salud se establecieron unos objetivos en la Estrategia y Plan de Acción Mundiales 2016-2020. Se instaba a los países a adoptar cambios tanto en la legislación como en la educación, para que los sistemas de salud y bienestar fuesen sostenibles, y a alentar a las personas mayores a mantenerse activas, independientes y totalmente integradas en la sociedad.
Además de ello, la OMS hace referencia explícita al papel que la educación superior debe desempeñar en este proceso de “proporcionar oportunidades de participación social y desempeño de funciones sociales significativas, combatiendo así los procesos que marginan y aíslan a las personas mayores”.
Más del 19 % de la población tiene 65 años o más
En España más del 19 % de la población tiene 65 años o más y las proyecciones indican que esta proporción ascenderá hasta el 29 % dentro de 50 años.
Ante esta realidad, la universidad española adaptó hace casi 30 años sus estructuras y estudios para dar cabida a una formación dirigida específicamente a este colectivo: los Programas Universitarios para Mayores (PUM). Desde que en 1993 se crease en la Universidad Pontificia de Salamanca el primer PUM, están ya plenamente integrados en la oferta académica de la gran mayoría de las universidades españolas. En el curso académico 2018/2019 se contó con un total de 63.146 estudiantes matriculados.
Filosofía de la educación permanente
Estos estudios asumen la filosofía de una educación permanente, basados en el modelo de aprendizaje a lo largo de toda la vida en el que, además de adquirir conocimientos, los alumnos se benefician creando nuevas redes sociales y participando de relaciones intergeneracionales. Con todo ello además se asumen los objetivos de la OMS de lograr, mediante la formación superior, una participación social de los mayores más alta, entendida esta como la implicación en actividades de voluntariado, compromiso cívico y con la comunidad. Numerosos estudios muestran sus efectos beneficiosos en la longevidad o en la satisfacción vital, entre otros.
Para quienes no tuvieron formación universitaria en su juventud
Es innegable que los PUM han contribuido, a lo largo de estos casi 30 años, al empoderamiento de los mayores, y han ayudado a cumplir los deseos de formación universitaria de personas que, en su juventud, no pudieron satisfacerse por motivos sociales, culturales o económicos.
Además, hoy en día encontramos una heterogeneidad de propuestas formativas y culturales en prácticamente todas las universidades españolas. Los estudiantes, además de su asistencia a clase, realizan otro tipo de actividades, como son la participación en acciones de voluntariado, liderar proyectos culturales, colaborar en proyectos de investigación o de acción social, etc.
Estrategia antideterioro físico
En definitiva, los PUM desempeñan, en el marco de la participación social, un papel importante en el desarrollo y promoción del envejecimiento activo y exitoso. En el ámbito cognitivo, existe cada vez mayor evidencia acerca de la eficacia de este tipo de intervenciones en la promoción del envejecimiento activo como estrategia preventiva del deterioro cognitivo para compensar el declive asociado al proceso de envejecimiento y en el fomento de la autopercepción positiva del envejecimiento, el cuidado personal y el estado de salud.
Este artícuo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea aquí el original.