La última batalla del primer trabajador de Metro al que se diagnosticó asbestosis
"A mi padre no le mató el covid, le mató el amianto", denuncia la hija de Santos González, que acaba de fallecer a los 61 años.
No pudo superar su última batalla. Santos González, de 61 años, falleció el domingo 24 de enero en el hospital de La Paz en Madrid tras dar positivo en coronavirus. Su nombre resalta en la larga lista de fallecidos —más de 300 ese día— al ser el primer trabajador de Metro de Madrid al que se le diagnosticó asbestosis, un cáncer derivado de la exposición al amianto presente en la red del suburbano. “A mi padre no la ha matado el covid, le ha matado el amianto”, relata su hija Alicia.
González empezó a trabajar en Metro de Madrid en 1979. Primero fue oficial de escaleras mecánicas hasta 2007 y, posteriormente, oficial multifuncional ocupándose del mantenimiento del suburbano madrileño, principalmente de cambiar las zapatas de freno de los trenes.
El trabajo de mantenimiento suponía una exposición constante al amianto, un material de construcción compuesto por unas fibras que pueden representar un riesgo si se respira. La Organización Mundial de la Salud cree que provoca alrededor de la mitad de las muertes por cáncer profesional.
Este material fue muy popular en la construcción española por su bajo coste y está presente en la red de Metro de Madrid, a pesar de su peligrosidad. El amianto ha acabado con la vida de siete trabajadores del suburbano. La empresa pública lo sabía desde hace décadas, pero lo ocultó hasta 2017. “Mi padre manejaba amianto, lijaba las piezas que tenía que poner, sin mascarilla ni nada”, cuenta Alicia.
Un año antes, González fue el primer trabajador de Metro de Madrid al que le diagnosticaron asbestosis, la enfermedad laboral derivada de la exposición a las fibras del amianto. “Durante un examen rutinario, le hicieron una placa y le vieron una mancha. Un médico le preguntó si trabajaba con amianto y ya le confirmaron que tenía asbestosis”, relata.
Tras el diagnóstico, González inició una larga batalla para que Metro de Madrid reconociera que el trabajo había causado su enfermedad. Esta empresa pública gestionada por la Comunidad de Madrid tardó dos años en darle la razón. “Metro le reconoció la enfermedad profesional en 2018, aunque hicieron entre poco y nada”, lamenta Alicia.
A pesar de este reconocimiento, nunca le dieron la baja por la enfermedad, ni tampoco le prejubilaron. González llevaba un año sin trabajar por una baja por depresión. “Mi padre ya sabía que el cáncer iba a acabar con él”, cuenta.
González no ha podido cumplir su sueño de jubilarse e irse a a vivir a su pueblo, Navamorales (Salamanca), y a la playa, a disfrutar del tiempo que le quedaba. “En cuanto podían juntar dos o tres días seguidos se iban al pueblo”, cuenta.
Uno de los rostros de la lucha contra el amianto
González emprendió otras batallas contra esta injusticia. A pesar de su enfermedad, intervino en la comisión de investigación de la Asamblea de Madrid sobre la presencia de amianto en el metro en 2018. Su testimonio no dejó indiferente a nadie. La comisión concluyó que la empresa conocía la existencia de este material en la red y sus riesgos desde 1991.
También acudió a los tribunales, una batalla que continuará ahora su familia. La Fiscalía acusó a siete responsables de Metro por poner en grave riesgo la salud de los trabajadores. “Ese no se va a quedar ahí porque la justicia tiene que actuar. Tenemos que seguir por mi padre, porque él sabía que ya estaba condenado, pero quería que se hiciera justicia”, relata Alicia.
La última batalla de González empezó hace un mes, cuando le diagnosticaron un cáncer de pulmón con fibrosis pulmonar. Este diagnóstico se agravó cuando los médicos vieron una neumonía y le dijeron que había dado positivo en coronavirus. “En enero cogimos todos covid y es lo que le ha terminado de rematar”, cuenta Alicia.
González falleció en el hospital de La Paz, donde no pudieron intubarle debido a la gravedad de su enfermedad. “A mi padre le pusieron lo que pudieron, una mascarilla con oxígeno. No le pudieron entubar con el historial que tenía porque los pulmones se quedan rígidos”, cuenta.
La familia solo tiene palabras de agradecimiento para los profesionales sanitarios que le trataron. ”Se han portado muy bien en La Paz. Yo pensaba que no íbamos a poder despedirnos de él, pero sí que nos dejaron. Hay mucha gente que no ha podido”, relata.