La 'uberización' de la psicología: cómo las empresas juegan a ganar dinero con tu salud mental
El fenómeno de Therapy Chat y La Llorería son solo algunos de los ejemplos de cómo se ha convertido en un nuevo nicho de negocio.
“Todo el mundo debería ir al psicólogo”, “estar mal está bien”, “rincón para llorar”, “yo también tengo ansiedad”. Estos eslóganes se han leído en numerosas campañas este 2021 y, también en La Llorería, un stand up de la empresa de terapias online Therapy Chat.
La apertura de este local es el barrio de Malasaña sacó a relucir las condiciones de la compañía que ofrece terapias online con psicólogos por unas tarifas que oscilan entre 30 y 40 euros la sesión. Detrás de Therapy Chat, se ofertaban puestos de trabajo a psicólogos como autónomos y con un sueldo de entre 12 a 24 euros brutos/hora.
Esto y el sistema que utiliza la empresa para captar a clientes y darles servicio puso de relieve lo que se ha acuñado como “uberización de la psicología”. Esto es, utilizar la salud mental como un bien de consumo siguiendo unos modelos que tienen a sus trabajadores sin convenio, sin salario mínimo y sin relación laboral con la empresa como ocurre con Uber o Glovo. Es decir, esta ‘uberización’ es un planteamiento empresarial en el que no existe una relación contractual con los trabajadores que sólo son requeridos para tareas concretas.
De hecho, detrás de Therapy Chat no hay una compañía sanitaria, a pesar de contar con socios como Sanitas. Tras ella se encuentra la consultoría empresarial Altania del Mar, que a su vez pertenece a Nextchance Invest, que tiene al frente a Nicolás Luca de Tena.
“Me parece sangrante por varios aspectos. Primero, por el lado del profesional se precariza mucho más el trabajo, buscando que sea solo un negocio. Presiona más que el bienestar, un mercantilismo desmesurado que lo único que busca es el dinero”, explica Alejandro de Miguel, contratado predoctoral de psicología en la Universidad Complutense.
Para Marta Carmona, de la AEN-Asociación de Profesionales de Salud Mental, estos formatos venden un producto que perjudica tanto a paciente como al profesional ya que se saltan el principio de “longitudinalidad” que hacen que una terapia sea efectiva.
“Lo que venden es una ilusión de una intervención técnica que es como una operación estética, así de protocolorizada y te la puedes “comprar”. Es como una operación de miopía, entras, es sencilla, y sales sin miopía. Pues voy a comprar una sesión de terapia para salir sin los problemas y el sufrimiento que tenía. No funciona así”, explica.
Las condiciones laborales en las que se encuentran estos profesionales no incluyen solo un salario bajo y una falta de estabilidad laboral al trabajar como autónomos. Según contaron psicólogos que habían trabajado en la plataforma, también tienen cláusulas abusivas como no cobrar la primera sesión si no consiguen que el paciente “se quede” o que para poder “coger clientes” tengan que ser los más rápidos, como si de un rider de comida a domicilio se tratase.
“No tiene nada de ética, desde mi punto de vista. Estas cláusulas son totalmente reprobables”, enfatiza De Miguel, quien apunta otras condiciones, como evitar tener que dar determinadas altas para no ser sancionados. “Eso es de lo más perjudicial. Como profesional, yo determinaré cuándo se da un alta, no cuando la empresa decida. No tiene sentido”, explica.
Carmona destaca que este tipo de negocios falla al querer conseguir resultados automáticos. “Vender resultados inmediatos en algo que hay que personalizar entre terapeuta y paciente, que necesita un proceso que está ligado al contexto biográfico y social del individuo, no es real. Es bastante más complejo”, explica.
La psicóloga Belén Picado destaca que este tipo de trabajadores tampoco va a poder dar un buen servicio por tener una sobrecarga de trabajo para poder tener un salario digno. “Un profesional ‘quemado’ no puede hacer bien su trabajo, pero cuando trabajas con personas la cosa es mucho más seria”, apunta.
“Lo primero es que la persona que contacta con una de estas plataformas no elige el profesional que lo va a atender. Es como cuando llamas a un call center, no sabes quién te va a coger la llamada”, señala.
En este sentido, De Miguel destaca que esta falta de especialización en los distintos ámbitos de la psicología también hace que la atención sea deficiente. “Si yo veo que hay un paciente que viene con problemas de alimentación y yo no tengo esos conocimientos, lo lógico ahí es derivar a un compañero. Entonces no le estoy dando la mejor intervención posible”, explica.
El factor principal a tener en cuenta para que estas aplicaciones triunfen es que la mayoría de la población no puede acceder a un psicólogo en la sanidad pública, una demanda que ha llegado hasta el Congreso y que se plasmará el próximo 2 de diciembre en la denominada Estrategia de Salud Mental.
Los datos no dan lugar a equívoco, según un informe realizado por el Defensor del Pueblo, hay 6 psicólogos por cada 100.000 habitantes dentro del Servicio Nacional de Salud. Además, la oferta privada se sitúa en una media de 51 euros por sesión, según datos de Mundopsicólogos.com.
De ahí que una empresa como Therapy Chat que vende sesiones por casi la mitad de precio, triunfe.
“Las plazas PIR aumentan muy poco y las de especialistas en psicología clínica avanzan todavía menos”, explica De Miguel, quien recalca que “esa falta de asistencia adecuada es el caldo de cultivo perfecto para todas las empresas que vendan a precio de saldo cualquier cosa”. De hecho, en España se ofertan al año 200 plazas menos de psicología clínica de las recomendables.
“El problema es que hay una población muy desesperada. Si me veo desesperado, me aferro a un clavo ardiendo. Y si lo necesito y una empresa me ofrece terapia por 20 o 30 euros, lo voy a coger”, enfatiza.
Picado señala que esta falta de recursos y la importancia de la salud mental no debería ser una carta blanca para estas empresas: “La salud mental no puede convertirse en una jungla, ni luchar por una sanidad pública accesible y de calidad significa precarizar a los psicólogos. Creo que parte de la solución pasa por que se refuerce la estructura pública alrededor de la salud mental y se regulen este tipo de negocios para que tanto profesionales como pacientes estén suficientemente protegidos”.
Para Carmona, la salud mental no es tan inaccesible como se hace ver, pero admite que sí que está saturada y se priorizan los casos más graves. “Los servicios de salud mental en la sanidad pública están siempre priorizados para dar la mayor atención a las personas con trastornos más graves y lo que no queda más atendido es el trastorno mental adaptativo o trastorno mental común”, explica.
“Mucha gente no sabe que en la sanidad pública tiene centros de psicoterapia intensiva, que se llaman hospitales de día o comunidades terapéuticas que existen para personas con trastornos graves. El grueso de los recursos va a eso y esa no es la salud mental de la que se está hablando continuamente en medios”, detalla.
Todo este 2021 y parte de 2020 se han visto copados por lemas que apuestan por la salud mental, por famosos visbilizándola e incluso por discursos políticos que la han puesto sobre la mesa.
Esto ha favorecido esta percepción de consumo y ha hecho, como en cualquier sector que está “de moda”, que muchas empresas “se suban al carro” de la psicología.
“Dice el refrán que ‘a río revuelto, ganancia de pescadores’ y creo que eso es justo lo que ocurre”, apunta Picado. “La necesidad de prestar atención a la salud mental viene de largo, pero se ha puesto especialmente de manifiesto a raíz de la pandemia. Y esto visto desde el punto de vista empresarial es un nicho de negocio muy tentador. Sinceramente, dudo que la motivación de los altos directivos de estas compañías sea la salud mental”, recalca.
Otro factor que se pierde con este concepto de la salud mental son los factores socioeconómicos que hay detrás. De hecho, la precariedad laboral, las crisis económicas y el desempleo fomentan la ansiedad. “Como cambiar las condiciones de vida es difícil, voy a fantasear con que con una intervención técnica además facilita, rapidita y accesible se va a solucionar todo”, señala Carmona, quien recalca que para esa idea de “producto de consumo” también se ignoran los distintos parámetros de gravedad de los trastornos mentales.
“Ese día a día invivible igual lo soluciona más una renta básica universal o una jornada laboral más reducida y más posibilidad de estar con mi gente que ir a terapia, incluso en un sistema público y en las mejores circunstancias”, enfatiza Carmona.
Los especialistas destacan que es una buena labor desestigmatizar el ir al psicólogo, pero no que se utilice con fines comerciales. “Estoy totalmente de acuerdo en que hay que normalizar el ir al psicólogo y visibilizar la salud mental, como publicitan algunas de estas compañías. Pero me parece fatal que se frivolice con un tema tan serio hasta el punto de llegar a convertirlo en el leit motiv de una campaña de marketing para atraer clientes”, apunta Picado.
Con esta idea, de que “todo el mundo debería ir al psicólogo”, los especialistas piensan que se patologiza en exceso y se pierden otras soluciones como cambiar los factores económicos.
“Patologizar todo el malestar implica colocar responsabilidades en la persona y no en el sistema y, por otro lado, qué entendemos por salud mental. ¿Salud mental es hablar abiertamente de que escuchas voces? Pues genial, pero parece que solo podemos hablar de sentirse desbordado por tener mucha carga de trabajo. Que está bien, pero no hay que invisibilizar lo otro”, señala Carmona.
Como nuevo nicho de negocio, más allá de las webs y aplicaciones de psicólogos online, también han crecido las descargas de las apps de meditación o de mindfulness.
Este sector se ha alzado como uno de los más rentables. Por ejemplo, las apps Calm y Headspace han alcanzado un valor que supera los 1.000 millones de dólares, lo que las convierte a ambas en codiciados unicornios.
En España no es menos y apps como Petit BamBou también han logrado colarse en Europa con dos millones de usuarios. Todo bajo frases publicitarias como “la app para sentirte bien”, “tiempo para estar feliz”o “aprende a relajarte”.
Estas aplicaciones, para los especialistas, son una herramienta complementaria a la terapia, que ayudan a controlar la respiración y las técnicas de relajación, pero nunca la sustituyen.
“Pueden ser útiles si se utilizan como técnicas o recursos añadidos a la propia terapia y siempre con el seguimiento del psicólogo que guíe ese proceso terapéutico. Pero nunca como sustitutos de la terapia. Ninguna aplicación puede compararse con el tratamiento personalizado de un profesional”, apunta Picado, quien señala que cualquiera con los conocimientos técnicos puede crear una app de este tipo y que le generan mayor confianza las que tienen detrás una empresa sanitaria.
Carmona coincide con Picado y lo compara con la salud física, como tener un gimnasio cerca de casa. “El problema es vender que solo con eso tiene que bastar. Porque con eso va a ocurrir que gente que esté sufriendo una situación de violencia económica, familiar o de precariedad, se baje esa app y vea que no es suficiente y no llega. Con eso encima se sentirá mal porque no eres capaz de sentirte bien ni con siete aplicaciones”, señala.
Como devaluación de una herramienta fácil que no soluciona en sí el problema de base, la especialista recuerda el ejemplo de Amazon y sus cabinas para “hacer mindfulness” dentro de las plantas de producción. Cabe recordar la polémica situación de sus trabajadores de los que admitió que tenían que orinar en botellas.
De Miguel recuerda que las TIC son un aliado de la terapia psicológica, pero no para usarse en sí mismas. “La clave está en el uso racional que le damos. Cuando se miran esas empresas en profundidad, se ve que hay más equipos comerciales que clínicos y se ve que lo que buscan es un beneficio económico. Lo venden como si fuera la releche”, explica.
Decir “todos vamos al médico” o “la salud mental es importante” está bien, pero los expertos ponen el foco en la forma de tratarlo, en las condiciones de vida y en unos recursos públicos accesibles. “Es muy bonito hablar de ello, pero nos quedamos ahí y dejamos que lo capitalicen y hagan negocio con ello”, resume De Miguel.