La tele y las mujeres (3): Queridos políticos de derechas: las mujeres también abortan en la ficción americana
Han pasado unos días y veo que ninguno de vosotros, queridos Pablo Casado, Suárez Illana y Santiago Abascal, ha puesto el grito en el cielo por estos asuntos de abortos en la ficción que os contaba en este post. Así que seguimos.
Volvamos al tema, ahora ya fuera de España, en la sacrosanta ficción americana. Hace cuatro años, un episodio de la serie estadounidense Scandal narraba con un primerísimo plano el aborto voluntario de su protagonista, Olivia Pope. La actriz está tumbada en la camilla mientras el médico la opera. La cámara está sobre la cara de Pope que lo cuenta TODO sin que veamos NADA. No hay diálogo. Solo oímos a Aretha Franklin cantando Silent Night y su Aleluya suena de fondo.
Sería imposible encontrar algo ni remotamente parecido en la ficción española, aunque ojalá. En la estadounidense hay más ejemplos:
Anatomía de Grey, Shameless, Glow, Sexo en Nueva York, Sex Education, Girls, son algunas de las series donde las mujeres han abortado voluntariamente y donde el tema no aparece como algo invariablemente traumático. Y este panorama no sería el mismo sin la gran creadora Shonda Rhimes, que ha apostado por este tema en sus ficciones (Anatomía de Grey, Scandal, Cómo defender a un asesino) sin remilgos. Destacando que el aborto no es un crimen, ni un procedimiento peligroso, que cuando es legal, es SEGURO. Que no es el fin del mundo... Y luego está El cuento de la criada, que es una serie que os recomiendo encarecidamente para que tengáis en cuenta su intrahistoria y penséis un poquito antes de hablar… Dicho desde el cariño.
El libro Las dueñas del show, escrito por la columnista y analista de televisión americana, Joy Press (absolutamente recomendable si te gusta la tele, sus entresijos, la historia de la mujer en la comedia y en el medio televisivo) repasa la creación de una serie importantísima en el panorama audiovisual americano, Murphy Brown, estrenada en 1988. Aquí va un resumen de esta fabulosa creación.
Cuando la cadena CBS emitió el primer capitulo, la situación social y política de EE UU era, queridos políticos españoles de derechas, esta:
A Ronald Reagan le quedaba un año de mandato. Al llegar a la Casa Blanca, ocho años atrás, había suprimido la enmienda por la igualdad de derechos y había apoyado otra enmienda para ilegalizar el aborto y ciertos métodos anticonceptivos. La columnista conservadora Mona Charen había escrito en la revista Nation Review que el feminismo “nos ha robado una de las cosas de las que más depende la felicidad de la mayoría de las mujeres: los hombres”.
En 1987, la Asociación Americana de Mujeres en la Radio y la Televisión decidió declarar desiertos los premios que concedía anualmente a los anuncios que daban una imagen positiva de la mujer: esa temporada no encontraron ninguno que pudiera ser candidato. Y solo dos de las 22 nuevas series que se emitieron en horario de máxima audiencia tenían por protagonista a una mujer adulta.
Pero justo el año después, y contra todo pronóstico se emitieron en horario de máxima audiencia dos comedias rabiosamente feministas, Roseanne y Murphy Brown. Ambas cambiaron “nuestra idea de los valores familiares y suscitaron una controversia sin precedentes”, escribe en su libro Joy Press.
Vamos con Murphy. Interpretado por Candice Bergen, la Brown era una mujer de 40 años que vivía con un hombre sin estar casada y que solo pensaba en su carrera como periodista de televisión. Qué curiosa esta escena, por cierto, donde comparte plano con Aretha Franklin en un momento de zozobra vital.
Creada por Diane English, “la protagonista era la clase de mujer profesional que sacaba de quicio a la derecha religiosa”. (No sería una persona que elegirías para tu lista electoral, Abascal, ya te lo digo). Provocadora, transgresora, popularísima, los diez años que estuvo en antena lo cambió todo: inspiró artículos, editoriales, ensayos… Press cuenta en su libro que cuando la creadora de la serie acudió a la cadena a vender su idea la CBS era la tercera cadena más popular… de las tres que había. Era conocida como la cadena Tiffany por la calidad de programación, por su solemnidad y por su seriedad. Más o menos como Tele 5.
English llegó y contó su proyecto. Una telecomedia sobre una periodista de televisión soltera y de mediana edad que volvía al trabajo después de pasar una temporada en una clínica de desintoxicación. Los responsables, todos ejecutivos, hombres, blancos, de mediana edad se interesaron desde el principio. Pero había que hacer algunos cambios, dijeron.
Este momento es muy común en el mundo de los guionistas. “¿Podría ser un spa donde habría ido a desestresarse del trabajo, en lugar de a una clínica de desintoxicación?”, recuerda English que le preguntaron. “¿Y por qué no treinteañera en lugar de cuarentona?”, siguieron. La creadora dijo NO. Pidió que le dejaran escribir lo que ella había concebido. Los ejecutivos estaban preocupados por si esa mujer “no gustaba”, por si “nadie se identificaba con ella”. Que es algo que sigue diciéndose de los personajes femeninos. Nadie opina eso de los hombres, en cambio. Ellos no tienen que “gustar”.
English logró que la dejaran hacer la serie que quería. Y llegó el momento en el que la protagonista se queda embarazada sin querer, tras una noche de sexo casual con su exmarido. El país estuvo en vilo: ¿abortaría Murppy como la guerrera solitaria que era y que gustaba, o se domesticaría para complacer a todos y tendría el bebé como madre soltera? Los guionistas, tras mucha tormentas de ideas, se decantaron por lo último. Estábamos en 1989 (no os vengáis arriba, queridos políticos de derechas) y Murphy acababa de ser madre soltera. El capítulo en el que tuvo el niño fue un exitazo.
La serie era tan popular que Dan Quayle, vicepresidente del gobierno de George Bush en ese momento, citó en uno de sus discursos a este personaje de ficción: atacó a Murphy Brown por no dar “importancia a la figura del padre, por tener un hijo sola y por decir que era una decisión como otra cualquiera”. Para Quayle aquello era una de las peores situaciones vitales en las que podía verse envuelta una mujer. La creadora de la serie decidió contraatacar y se pronunció en público sobre el tema, con esta frase en forma de bofetada: “Si el vicepresidente cree que esto de Murphy es una desgracia, más le vale garantizar que el aborto sea legal y seguro”.
Diversas instituciones pidieron boicotear la serie y sus patrocinadores. Pero pese a todo triunfó con tres premios Emmy a la mejor serie cómica, la mejor dirección y la mejor actriz, que en su discurso de agradecimiento les dijo a las madres solteras: “No permitáis que nadie diga que no sois una familia”. No puedo decir cuánto me gustaría ver un momento similar aquí, en nuestra ficción, con una actriz y una creadora contestando a Suárez, o a Abascal, o a Casado…
La CBS terminó la serie en 1998. Al espectador medio nunca acabó de gustarle la Murphy mamá… El año pasado decidió renovarla dentro de la estrategia, dijeron, “de recuperar los éxitos de los 90”. Pero su protagonista y su creadora fueron mucho más allá en la presentación de la nueva etapa: jamás habrían aceptado volver si Trump no hubiera ganado las elecciones. En eso coinciden con The good Fight.
Dicho todo esto, dos cosas a los tres: Una, estos días de campaña, cuando estéis en la sala VIP de cualquier tele esperando que os maquillen para el enésimo programa con niños en el que vais a participar, leed este artículo, (gracias, Mikel Labastida).
Dos: ¿Podéis dejarnos en paz a las mujeres con este tema del aborto, que YA ESTÁ todo dicho?