La salud en Gaza, al borde del abismo
A la palestina Hala Riziq le costó mucho encontrar el vehículo que necesitaba para iniciar el nuevo servicio de clínica-móvil que Alianza por la Solidaridad-ActionAid ha puesto en marcha en Gaza hace unos días. “Con el confinamiento total de la Franja, era imposible encontrar una furgoneta, así que al final recurrimos a una unidad de cuidados intensivos UCI del Hospital Al Awda, que estaba preparada y a la que añadimos un equipo de laboratorio”, explica quien es responsable directa de este proyecto, que se realiza con la Unión de Comités de Trabajadores de la Salud en estos territorios.
La nueva clínica-móvil, financiada con apoyo de la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional al Desarrollo (AACID) es un diminuto respiro en la situación de asfixia total que está suponiendo para la Franja de Gaza una pandemia que les ha llegado cuando sus dos millones de habitantes, hacinados en 364 kms cuadrados, mantenían un frágil equilibrio entre la pobreza absoluta y una crisis humanitaria. “Desde el 25 de agosto hay un confinamiento total en Gaza. No podemos salir. Los mercados están cerrados. También han suspendido la entrada de combustible desde Israel y los cortes de electricidad son de 20 horas al día. Por si ello fuera poco, están cerradas las clínicas y los consultorios médicos, mientras los hospitales están bajo mínimos”, relata Hala.
Hace escasos días, los datos sanitarios que facilitaba la Red Palestina de Organizaciones No Gubernamentales (PNGO) eran estos: el número de camas en las unidades de cuidados intensivos de Gaza era de 110. De estas, 78 están en hospitales públicos, siete en clínicas del servicio militar, 12 en ONG y las 13 restantes en hospitales privados. De todas las camas, el 72% hoy están ocupadas y sólo funcionan 93 ventiladores en todas las instalaciones médicas. De momento, ya hay más de 1.550 contagios de COVID-19.
Pero las dificultades vienen de antiguo. Soraida Hussein, que también trabaja en Alianza y es responsable de programas de género en Palestina, recuerda que ya hace 15 años que Gaza sufre un bloqueo por parte de Israel. Recuerda que de poco sirvieron, a la postre, las ‘flotillas internacionales’ que acudieron en rescate de la población, y sobre todo para visibilizar su situación. Hace años que se sabe que es ’la cárcel más grande del mundo”. Y no pasa nada. Una prisión humana en la que los israelíes y los egipcios abren y cierran puertas a su antojo.
En el actual contexto global, los 1.550 contagiados y 110 fallecidos por coronavirus en la Franja, no son muchos. Pero si hay un lugar donde todo puede estallar, donde hoy la pobreza y la desesperación es tangible, es en la Franja, con un 90% de la población a la que no le queda más remedio que pedir ayuda cada día a la UNWRA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos; un territorio en el que los pequeños negocios que con tanto esfuerzo se han puesto en marcha –entre ellos, los que ONGs como la española han apoyado para promover el trabajo entre las mujeres- se ven abocados al cierre; donde el paro y el miedo añadido a la carga emocional de haber sufrido varias guerras y sus consecuencias, aumenta la violencia familiar, especialmente contra ‘ellas’, madres, hijas, hermanas, abuelas…porque sigue siendo una sociedad eminentemente patriarcal.
“Con el COVID-19 todo ha empeorado aún más. En Gaza no es posible aislarse en las casas, los centros de aislamiento montados por Hamás no tienen climatización, no se puede salir a trabajar fuera y no tampoco tele-trabajar porque hay cortes de corriente. Sin agua, sin electricidad, sin atención en salud… Es una situación de gran tensión social y emocional”, denuncia Soraida.
La clínica sobre ruedas de Alianza por la Solidaridad inicia su ruta cada día con un largo listado de pacientes en el programa. Se centran en la atención en salud sexual y reproductiva a las mujeres, embarazadas, madres recientes, pacientes con problemas ginecológicos… También se asesora a mujeres que están siendo víctimas de violencia de género, para las que este servicio es un ‘parapeto’ en el que recibir ayuda confidencial. A bordo, el conductor y personal médico y de enfermería con capacidad de hacer pruebas diagnósticas en el momento.
Una de las primera salidas fue al campo de refugiados de Al-Shati . “El primer día atendimos a 15 mujeres y el segundo ya eran 50. Hay una gran aceptación y demanda de esta atención. Algunas de las consultan no están programadas porque surgen cuando nos ven en su vecindario. Ayer mismo, el caso de una madre reciente que sentía muchos dolores tras una cesárea. Y no tenía donde ir. El problema es que tenemos que cubrir largas distancias y que hay barreras y controles de paso que nos ralentizan, pero a medida que pasan las jornadas, vemos que es más necesario llevar atención en salud donde no la hay, ahora que hasta las clínicas de UNWRA están cerradas”, explica Hala.
“Necesitamos el apoyo internacional porque es una situación de emergencia y los fondos están disminuyendo. Necesitamos que no se olviden de Gaza”, concluye la palestina.
Es un llamamiento para no caer desde el borde del abismo…