'La resistencia' o lo que nos queda por vivir
Un texto de Lucía Carballal siempre resulta interesante. Si además se añade que es un título que se escribió gracias a la prestigiosa beca de dramaturgia del Teatro Kamikaze, y que tuvo unas excelentes críticas cuando se publicó, la cosa se pone aún más interesante. Interés que aumentó cuando se anunció que el director de escena sería el actor Israel Elejalde. ¿Se han cubierto esas expectativas?
Claramente, sí. Porque el texto está escrito para ser representado. Para verse en un escenario. Para ser ocupado por cuerpos en un espacio. El precioso espacio físico creado por Mónica Boromello (y van ya unos cuantos espacios bellos en estos dos últimos años) y el impactante espacio sentimental que crean sus dos actores protagonistas, Mar Sodupe y Francesc Garrido, bajo la atenta y delicada mirada de Elejalde y una mínima, apenas audible, intrigante y melancólica música incidental.
El espacio es un restaurante algo chic a última hora de la noche, ya cerrado, donde uno de los personajes hace las cuentas del día y los borrachos aporrean la puerta para entrar a por una copa más. Lugar en el que los dos protagonistas, un hombre y una mujer, escritores, y novios, para más señas, simplemente hablan de organizarse una vida juntos. De irse ella a la casa de él, donde él le ha preparado un cuarto propio en el que escribir, y la resistencia de ella a instalarse en ese cuarto propio, en la casa de él. Y en ese preguntar ¿por qué no te vienes a casa? se oye ¿por qué te resistes a venirte a casa?, ¿por qué te resistes a vivir conmigo?
Tráiler de 'La resistencia' de Lucía Carballal dirigida por Israel Elejalde.
Es la explicación de esa resistencia la que hace la obra. Una resistencia que no se puede nombrar, solo aludir, que no se puede concretar, sino difuminar entre tanta vida que llevan juntos. Hecha de vida real y de la ficción que proveen las novelas que escriben, vidas en las que como muchas parejas se pierden. En la que el amor se confunde y se equivoca. En el que los dilemas ponen en riesgo al otro, a la persona amada, y a uno mismo.
Y, de nuevo, el tema es el de siempre, de cómo nos amamos, el qué amamos y por qué amamos a quien amamos, aunque en esta obra parece nuevo. El amor que fluye como la vida, que cambia como el clima. Que baja a veces como un río desbocado, y otras veces, discurre manso, tranquilo. Luchando contra la resistencia que pone la superficie terrestre, lo terrenal, a ese fluir, a ese discurrir. Resistencias que desaparecen cuando el río se convierte en un salado mar de lágrimas, una lluvia de gota gorda que descarga, porque ya no me quieres, porque ya no me amas. Entonces, también hay que resistir, tener resistencia y vivir. Seguir viviendo. Resistir. Resistir, es lo que queda, lo que nos queda por vivir.
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