La propaganda que deberíamos gritar
No siempre los programas electorales ni los actos de campaña están centrados en hablar de aquello que no puede esperar.
Tenemos nuevas elecciones generales en España. Otra vez. Comenzamos ahora un nuevo periodo de campaña electoral en el que los candidatos a gobernarnos (hombres todos ellos, los que lideran los partidos más votados, dicho sea de paso) tendrán que demostrar que pueden hacerlo, frente a una mayoría de la población agotada, abrumada de momentos (como mínimo) históricos. La sensación de cansancio político se palpa, como se llena de oscuridad la tarde en la que se cambia la hora: demasiado rápido, demasiado pronto. Y no siempre los programas electorales ni los actos de campaña están centrados en hablar de aquello que no puede esperar. Por eso te “enviamos” nuestra propia propaganda electoral, la que sí querrías recibir en tu buzón, la que te afecta.
De lo que no hablan las últimas encuestas es de cómo en los últimos 10 años, en ese país que tanto mencionan, se han recortado en un 70% las ayudas a la vivienda y cientos de miles de personas han perdido sus casas. O viven con sus pertenencias metidas en cajas, “esperando oír los porrazos”, como dice Sandra.
El fatídico contador de la violencia de género ha sobrepasado la cifra de las 1.000 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas desde que en 2003, un año antes de la aprobación de la Ley Integral Contra la Violencia de Género, se empezaron a contabilizar. Y en lo que va de 2019 ya se han superado las cifras de los diez primeros meses del año pasado. Mientras sigue, desgraciadamente, avanzando, otros datos se suman a este contador de la vergüenza: más de tres millones de mujeres han sufrido algún tipo de violencia sexual en un país donde, cuando denuncian, no se las cree.
Al mismo tiempo, la retórica de odio parece que va calando poco a poco, como si estuviera subiendo la marea sin apenas darnos cuenta, no solo en España sino en toda Europa y otros países del mundo, señalando y culpabilizando a quienes huyen de la guerra, jugándose la vida en el mar, así como a quienes intentan salvarles.
También avanzan irrefrenables los efectos de un cambio climático que amenaza nuestros derechos a la vida y a la salud, entre otros, convirtiéndose en uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo, a pesar de que algunos líderes políticos se niegan a asumir su magnitud, o incluso su existencia.
Por todo esto, para recordar a quienes gobiernen tras las elecciones del próximo 10 de noviembre que existen derechos que no pueden esperar, hemos elaborado nuestra propaganda especial, que ni va en sobres ni llega a las casas por correo postal, con soluciones que, por cierto, son reales y posibles.
Porque es posible y urgente invertir en vivienda al menos al nivel de antes de la crisis de 2008. No puede ser que con 30.315 desalojos (más de 20.000 de ellos por impago del alquiler) en lo que llevamos de 2019 y el precio de los alquileres incrementándose de manera alarmante seamos uno de los países europeos que menos invierte en vivienda social, cuando contamos además con un número tan elevado de viviendas vacías (3,44 millones, según el censo de 2011, el 30% de las existentes en Europa).
Porque es posible actuar y no solo firmar. El Pacto de Estado contra la violencia de género, un paquete de 212 medidas acordadas por los diferentes partidos políticos, sobre la base de información procedente de organizaciones de mujeres y de derechos humanos, personas expertas, etc., con el fin de acabar con la violencia contra las mujeres fue un importante paso adelante. Pero se deben poner en práctica esas medidas que, entre otros aspectos, reconocen la necesidad de impulsar la formación y la educación en igualdad como vía de prevención y sensibilización, abogan por que el reconocimiento de la víctima no puede quedar supeditado a la interposición de una denuncia, y aseguran que los huérfanos y huérfanas de violencia de género tengan garantizada una prestación. Y se debe ir más allá: es necesario que no se culpe ni cuestione a las mujeres que han sido violadas y que en todo el país haya teléfonos y centros especializados de atención a las víctimas disponibles 24 horas los 365 días del año. Para que Blanca no se sienta una delincuente al denunciar su propia violación, ni tengan que pasar 18 horas desde la agresión hasta que pueda ducharse y dormir algo. O para que Alejandra, después de una vida de abusos, pueda recibir la ayuda que, aunque considera fundamental, se encuentra en una situación tan vulnerable que ni tiene fuerzas suficientes para buscarla.
También exigimos algo que parece tan obvio y humano como imposible de conseguir: no queremos que nadie, huyendo de la violencia o la persecución, se ahogue en el Mediterráneo, y que nadie vaya a la cárcel por intentar evitarlo. Y menos aún una mezcla de estos dos horrores, como los adolescentes de Hiblu 1: sobrevivir a un naufragio y tener que sentarte en el banquillo por oponerte a ser devuelto a Libia.
Además, queremos medidas concretas y efectivas que reduzcan a cero las emisiones de gases de efecto invernadero en 2050 y a la mitad en 2030, así como una verdadera disposición de las empresas del sector de los combustibles fósiles para invertir en energías renovables, compatible con los derechos humanos.
Son las cuartas elecciones generales en cuatro años, y la realidad es que no podemos esperar más. Nuestros derechos están en juego.