La práctica del 'mindfulness' en la era de Internet
La sobreconexión a las redes nos hace desconectarnos de nosotros mismos.
Mucho se ha hablado en los últimos años sobre el mindfulness o su traducción oficial al español “atención plena”. Hay un debate activo, sobre si realmente la práctica de mindfulness puede ser tan benéfica como sus predicadores dicen o si simplemente se ha vuelto una forma más de generar dinero a través de aplicaciones de meditación que en lugar de alejarnos de la tecnología para enfocarnos en el día a día o momento a momento, nos hacen más dependientes de ella. La industria de la meditación o el mindfulness se ha vuelto una industria millonaria, basta con ver la historia de Headspace, por ejemplo, que fue creada en 2010 y recientemente valorada en 250 millones de dólares según la revista Forbes.
La paz mental no tiene precio y eso es justamente lo que el casi medio millón de suscriptores de pago a esta aplicación comprueban. Pero, ¿qué es lo que el mindfulness realmente ofrece y por qué es tan importante en esta era tecnológica?
Veamos; desde que las primeras redes sociales aparecieron a mediados de los 90s, la ansiedad social como fenómeno global ha ido en aumento. Estudios revelan que mientras más grande sea tu grupo social en la red, también será mayor el estrés generado. Además, como el sociólogo Eric Klinenberg ha remarcado en diversas entrevistas, es la calidad de tus relaciones sociales y no la cantidad lo que nos hace sentir menos solos.
Un estudio llevado a cabo en 2014 y publicado en el Diario Americano de Medicina Preventiva, evaluó a usuarios de 11 distintas redes sociales concluyó que a mayor uso de las redes, mayor es el sentimiento de aislamiento en una persona. Esto a su vez genera sentimientos de baja autoestima, ansiedad y depresión que llevan al usuario a querer seguir conectado para no enfrentar el mundo de afuera.
Tal como Sheva Rajaee menciona en su plática de Ted Talk sobre la ansiedad y la necesidad de la sociedad de hoy de tener respuestas inmediatas, en los últimos 20 años los casos de depresión y ansiedad en adolescentes se han incrementado en 70% y las prescripciones de antidepresivos han aumentado 400% en los últimos 30 años. Su charla se titula Adictos a las respuestas.
Y es que la información a la que tenemos todos acceso fácil y constante con un solo click, genera dopamina de la misma forma que una droga o algo placentero lo haría. El “fear of missing out”, conocido como FOMO, es el “miedo a perderse de algo” que se genera por estar conectado todo el tiempo a la red.
Antiguamente teníamos que esperar a la mañana siguiente para leer un diario y enterarnos de las noticias. Hoy podemos ver las noticias en vivo a través de Twitter y compartirlas inmediatamente en Facebook para que nuestras amistades le den like y a nosotros nos dé un sentimiento de satisfacción pasajero y momentáneo.
Y son esos sentimientos pasajeros los que nos mantienen pegados a las pantallas creando a su vez un círculo vicioso en el cual el pasar tiempo en las redes sociales nos hace sentir mal pero luego genera dopamina inmediata, y nos volvemos a sentir mal y así hasta que llega la noche y claramente no podemos dormir porque hemos estado expuestos a las pantallas y a la ansiedad informativa todo el día.
La sobreconexión a las redes nos hace desconectarnos de nosotros mismos y esto, cuando no estamos satisfechos con nuestra vida puede sentirse bien. El problema, como dice el maestro zen Thich Nhat Hanh, está en que si no nos damos tiempo para estar con nosotros mismos, no nos escuchamos y si no nos escuchamos, no podemos saber en dónde está la raíz de nuestro sufrimiento. Para dejar de sufrir, es necesario enfrentarlo, de la misma forma que los miedos se superan por medio de la valentía, debemos ser capaces de sentarnos con nuestro sufrimiento y contemplarlo. Evadir nunca nos lleva al final del camino, solo da vueltas en el mismo sitio sin llegar a ningún lado, y el Internet es un gran aliado para eso. Podemos pasar horas y horas mirando información sin parar a mirarnos a nosotros y lo que nos rodea.
De eso se trata el mindfulness, de regresar a lo básico, de estar en contacto pleno y consciente con nuestro cuerpo, nuestra mente y lo que está sucediendo a nuestro alrededor.
El problema al hablar del mindfulness de forma científica es que a pesar de que se han hecho diversos estudios y muchos de ellos apuntan a la disminución en ansiedad y depresión o aumento en la empatía, hay poco rigor en torno a estos experimentos, empezando por que no todos contemplan la misma definición de mindfulness.
Para empezar a aclarar esto, debemos saber que hay dos formas de practicar la atención plena. Una es la formal, a través de la meditación y por otro lado se encuentra “la informal” que se da en todo momento de nuestras vidas. En cuanto a su definición, una de las más aceptadas es la de Jon Kabat Zinn fundador del programa REBAP Reducción del Estrés Basada en la Atención Plena; para este médico y practicante de budismo, el mindfulness es “poner atención, a propósito en el momento presente sin hacer juicios”. Otra definición similar que incluye la curiosidad como parte básica del entrenamiento de atención plena es la de Diana Winston del Centro de Investigación de Atención plena en la Universidad de Los Angeles. Para ella el mindfulness es “prestar atención a la experiencia del momento presente con curiosidad abierta y con una disposición de estar con aquello que sucede”.
La meditación enfoca esta atención hacia adentro, por medio de prácticas de pranayama o respiración mientras que la práctica diaria de atención plena se puede lograr en todo momento. Uno puede comer con atención plena, caminar con atención plena o incluso utilizar la red de la misma forma.
Lo opuesto al mindfulness sería el “divagar”, el no estar presente en el momento en el que estamos. ¿Cuántas veces nos encontramos pensando en otra cosa o preocupándonos por algo que aún no ha sucedido o lamentándonos por algo que ya sucedió y no se puede modificar? De acuerdo a un estudio llevado a cabo por Matt Killingsworth líder y creador del estudio www.trackyourhappiness.org, 47% del tiempo la pasamos divagando, es decir que nuestra mente se separa de lo que estamos haciendo en ese momento. Lo más interesante que revela su estudio hecho en 80 países a 15.000 personas de todas las edades es que no importa cuál sea la actividad que estamos realizando o si sea positiva o negativa, el sentimiento de felicidad o satisfacción siempre será mayor cuando uno está presente en el momento. Incluso cuando uno está pensando en cosas “más agradables” que lo que está uno haciendo (estar el la playa v/s sentado en el tráfico), la mente experimentará mayor satisfacción si uno está comprometido con el momento actual.
En el mundo de hoy resulta muy fácil desconectarse de uno mismo y conectarse al Candy Crush. Resulta más fácil mirar fotos e historias de desconocidos que mirar a quienes se sientan a nuestro lado en el autobús. La base de esto es tal vez que para empezar a mirar a los otros, debemos empezar por mirarnos a nosotros mismos. Por ser capaces de sentarnos, respirar y estar cómodos con lo que sentimos y experimentamos momento a momento. Claro que no es fácil, pero como todo en esta vida, se logra por medio de la práctica. Uno de mis maestros de yoga y meditación, nos decía que el yoga es una práctica de fe y creo que todo lo que hacemos en esta vida lo es. Uno no empezaría una actividad si no pensará que va a dar algún fruto, ya sea físico, mental o emocional. Lo mismo sucede con el mindfulness o incluso la psicoterapia. Uno debe practicarlo creyendo en sus beneficios y un día, la mente estará más clara, corazón más abierto y el dolor más soportable.
John Teasdale, uno de los autores del libro El Camino del Mindfulness e investigador de la niversidad de Cambridge, lo explica de la siguiente forma:
“La atención plena es un hábito, es algo que mientras más uno lo haga, menos esfuerzo le tomará. Es una habilidad que se aprende. Es acceder a algo que ya tenemos y no es difícil. Lo que es difícil es recordar poner atención plena”.
Empieza por respirar un par de veces cada que vayas a sumergirte en una pantalla. Hazlo de modo consiente y no por inercia. Pregúntate de vez en cuándo ”¿para qué?” o si hay algo más que podrías estar haciendo en ese momento. Recuerda que las historias de instagram pueden esperar pero el momento único de tu vida en el que te encuentras no. La felicidad se hace de momentos. Y en este, puede que estés perdiendo una oportunidad de satisfacción.
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